XIII. Mérida, retorno a Maracaibo (1971).

1971 fue un año interesante, 12 años es una buena edad, edad de transformaciones. Ya estábamos en sexto grado, de nuevo en el Colegio La Salle, el director era el Hermano Esteban, se hizo amigo de mis padres y una vez me sorprendió mucho cuando estando en mi casa como a eso de las 7 pm, escuché el timbre y al abrir la puerta me encontré con el Hermano Esteban, Hola,¿están tus padres?, paseaba por el parque y vine a visitarlos. ¡Susto!, pensé que había algún problema con nosotros.

Mis padres siempre fueron buenos representantes, de esos que ayudan en el colegio, asistían a las reuniones y tomaban parte activa en eventos como la llamada “Vendimia”. Nos pareció raro el nombre porque en Los Maristas, decíamos “Verbena”. Mi papá repitió con su juego del plato en la ponchera y las monedas (ver capítulo XI) y mi mamá con sus dulces.

Boy Scouts
En el colegio había una tropa de la organización de los Boy Scouts, la tropa La Salle, que era la número 1 del estado Mérida, distinción que se colocaba como un número blanco en un rectángulo rojo de unos tres centímetros en la manga derecha del uniforme.

Las reuniones eran los sábados por la mañana, yo los veía pasar desde mi casa y me comenzó a llamar la atención. Uno de los miembros más activos era un muchacho que cursaba el segundo año de bachillerato y vivía también cerca del colegio, por Santa Elena. Su apellido era Pacheco, hablé con él y me convenció de unirme a la tropa, ven a la reunión de la tropa el próximo sábado y trae un bordón, jamás había escuchado eso de “bordón”, al preguntarle me dijo es un palo más o menos de tu tamaño o quizás un poco más alto, pero eso sí de madera muy dura.

Esperé el sábado con ansiedad, ya había encontrado un “bordón”, un palo de escoba que le pedí a mi mamá, a mi me pareció que era fuerte.

Llegó el día esperado, a las nueve estaba en el colegio, la reunión era en uno de los patios, el Scouter llama a formación con su pito. Pacheco me había indicado iba a estar en su patrulla, la patrulla Águila, poco a poco me irían explicando. Ve mi “bordón” y me dice ¿ése es tu bordón?, dame acá para probarlo… ya sabía que era un palo de escoba, lo tomó por ambos extremos y dándole un golpe con su muslo, cerca de la rodilla, lo partió en dos, me lo devolvió y me dijo ¡no sirve, te dije que tenía que ser duro!. Hicimos la formación en herradura, nuestra patrulla se formó rápido y dio su lema en voz alta, gritando. Con el tiempo me fueron explicando las reglas, leí el material que me proporcionaron, entre ellos el famoso Escultismo para muchachos, escrito por el mismísimo Baden Powel, fundador de los Boy Scouts.

Mi papá pagó por el uniforme, que no lo podía usar hasta el momento de la ceremonia de iniciación. ¡Qué emoción cuando me entregaron el uniforme color kaki, el gran sombrero, las medias color verde oliva y algo muy curioso era como unas brochitas de lana que se colocaban con una elástica en las “batatas” de la pierna, y que sobresalían por el doblez de las medias. No recuerdo su nombre. La pañoleta me la hizo mi mamá, era amarillo claro con una cinta roja cerca del borde. Alguien me regaló un anillo hecho con un nudo por donde se introducían los extremos de la pañoleta, luego los cambié por un hueso de esos que vienen en la carne del llamado osso bucco. Cuando le conté a mi papá lo del bordón, me dijo ¿Así la cosa?, ya te voy a buscar un palo irrompible, y a los pocos días me entrega un palo de vera, muy duro, es más, lo pulió y en el extremo superior le hizo una cabeza de caballo (sin orejas). Bueno, así completo, fui al acto de iniciación, todo un acontecimiento, éramos varios y luego de decir la promesa scout Por mi honor, y con la gracia de Dios, me obligo a servir lo mejor que pueda a mi iglesia y a mi patria, ayudar a mi prójimo en cualquier circunstancia y cumplir fielmente la Ley Scout. Dichas esas palabras, quedé promesado.

La Ley Scout es un decálogo de muy alto valor moral y espiritual, aun sigo sus principios. Y ahora que los releo, me llama mucho la atención el número ocho que dice El scout canta y sonríe en sus dificultades. ¡Lo he cumplido! Y siempre lo recomiendo. Con frecuencia las canciones que más canto son Hoy todo me parece más bonito, hoy canta más alegre el ruiseñor… y también When the dog bites, when the bee stings, when I’m feeling sad, I simply remember my favorite things and then I don’t feel so bad…

Rápidamente aprendí lo que llamaban semáforo, que eran señalizaciones que se hacían con dos banderas, nudos como el rizo plano, el margarita y el as de guía.

Al poco tiempo, y nunca supe por qué, la patrulla Águila se dividió, quizás porque ya había alcanzado el tope de integrantes. Quedé con Pacheco en la nueva patrulla Vampiro cuyo lema que decíamos casi gritando al estar listos en la formación era ¡Vampiros sangre… muerte silenciosa!, el “muerte silenciosa” lo decíamos en voz más baja y mucho más lenta.

Una de las tareas que hicimos para ayuda a la comunidad fue colaborar con el orden una vez que llegó a Mérida el presidente de la República, que para entonces era Rafael Caldera. Nos colocaron en la parte externa del aeropuerto Alberto Carnevali, entre todos hicimos una especie de barrera con nuestro bordones, haciendo espacio por donde iba a pasar el auto presidencial. El presidente pasó lentamente frente a nosotros saludando a todo el mundo. Fue la única vez que vi a Caldera en persona.

Primera excursión
Teníamos como norma hacer una excursión mensual, la primera que hicimos nunca se me olvidará.

El impacto inicial fue cuando Pacheco nos dijo que el próximo fin de semana iríamos de excursión, saliendo el sábado bien temprano para regresar el domingo. ¿Quééé? ¿Vamos a dormir en carpas?. Nunca había dormido fuera de la seguridad de un hogar, o cuando mucho un hotel, pero con mis padres. Con un poco de miedo acepté el reto. De todas maneras iríamos con el Scouter, que estudiaba en la universidad y con el Hermano Juan Bautista, que también era directivo de la tropa.

Acamparíamos a orillas del río Chama en un lugar llamado El Caney (había por allí un famoso restaurante de ese nombre por allí), cerca de donde ahora queda la entrada a el parque Los Aleros.

Llegó el día, éramos como 20 personas, como 15 miembros de la tropa y unos 5 directivos. Muy emocionados nos bajamos del bus y comenzamos a descender por el empinado mini barranco desde la carretera hasta cerca del río, en un sitio abierto y plano armamos nuestras carpas, era de estilo clásico, de esas de lona fuerte, algunas con piso de la misma lona, otras no. Grandes, podíamos estar de pie en ellas. Había una para el llamado staff, los jefes, y otras cuatro para el resto.

La primera tarea fue acondicionar el lugar para las carpas y luego, armarlas. Otros buscaban agua y leña para hacer la comida. A otros se les comisionó preparar las letrinas. Recuerdo que estando en formación de herradura uno de los novatos (como yo) preguntó ¿qué es una letrina?, (la verdad es que yo tampoco sabía), y Pacheco respondió el lugar donde se hace cacao… por la cara que puso quien preguntó creo que no entendió, ¡ni yo tampoco!. Al rato comprendimos de lo que se trataba.

En estas excursiones se invierte mucho tiempo con el asunto de la preparación de la comida. El resto del tiempo lo pasábamos haciendo recorridos caminando, salíamos por pequeños grupos siguiendo las señales que habíamos aprendido en el manual del escultista. La que más me gustaba de esas señales era el círculo con el punto en el centro, que significaba Misión cumplida. Me causó emoción y orgullo cuando me dijeron que en la lápida sobre la tumba de Baden Powell, que se encuentra en el parque Wajee, cerca de la ciudad de Nyeri, debajo de su nombre está el círculo con el punto, ya que cumplió plenamente su misión en su vida terrenal.

La primera noche fue terrible, para mi y para todos los novatos. Después de las 8 de la noche ya no hay casi nada más que hacer sino retirarse a las carpas. Yo no había llevado almohadas ni nada parecido, pero no podía dormir sin tener la cabeza apoyada en algo, alguien me dijo, usa el morral como almohada, y así lo hice, solo que el borde de las latas me molestaba mucho. El frío y la incomodidad no me dejaban dormir, al pensar en que mi hermano Jorge estaría en casa tomándose un Toddy preparado por mi mamá y viendo televisión, me hizo tener ciertos sentimientos de arrepentimiento de haber venido, ¿por qué tengo que pasar todas estas incomodidades cuando podía estar tranquilo en casa? Pero finalmente me dormí y pasé la noche sin darme cuenta. Fue toda una gran experiencia esa primera excursión, fue la primera de muchísimas, con y sin los scouts. Cada vez que paso por El Caney, volteo mi mirada hacia el lugar de donde acampamos en 1971.

Otra excursión inolvidable la que hicimos a un lugar llamado La Chorrera, en la vía que va hacia el pueblo de Jají, siempre digo que fue la peor excursión de todas. Apenas terminamos las carpas, comenzó a llover y llover, al escampar salíamos, pero todo estaba mojado y barro por doquier, cerca del campamento estaban las famosas cascadas que le dan el nombre al lugar “La Chorrera”, el frío no nos impidió que nos bañáramos en los pocitos que por acción del agua y por las ubicación de las grandes piedras, se formaban. Pero el camino de regreso fue otra vez el barro y otra vez lluvia. Casi todo el tiempo estuvimos metidos en las carpas, nada de juegos, nada de largas caminatas. Y la noche fue terrible, con todas las medias mojadas pasamos un frío insoportable, así aprendí que para que no tener tanta sensación de frío es necesario que los pies estén calientes, no fue el caso esa noche. Las medias (todas) no solamente mojadas, sino también ¡llenas de barro!.

Otra de las excursiones que recuerdo fue la que hicimos en el área de la Laguna de Mucubají, hasta ahora, el lugar donde he pasado más frío en Venezuela, no se por qué, pero mucho más frío que en alturas mayores como Pico Espejo y Pico Águila.

Una de mis experiencias favoritas con los scouts fue la Noche de las Antorchas. Todos debíamos ir al colegio uno de esos sábados a las siete de la noche, portando una antorcha que cada quien hizo según las instrucciones que nos habían dado, para ir en fila india hasta el lugar acordado y encender una gran fogata, cuyo fuego, de vez en cuando alimentábamos con leña previamente recogida, pero bueno era cuando le echaban ramas de pino seco, era como echarle gasolina, la llama se expandía iluminando por segundos todo el lugar de manera incandescente.

¡Y ni hablar de las canciones!, la que más me gusta ahora es aquella que dice Viejo uniforme cuanto tiempo ha pasado, cuántos recuerdos haces tu revivir, cuantas canciones paso a paso he cantado que no olvidaré. Subiendo las altas cumbres por los caminos que bañaba el sol, mil flores desconocidas te acariciaban sin hacer rumor…

Poco tiempo después mi hermano Jorge se unió a los Lobatos (Cub scouts) y mi hermana se hizo Akela, guía de los lobatos.

Mi paso por los scouts fue de muchísimo provecho para mi formación, ojalá todos tuvieran estas experiencias, porque ¡más scouts, mejores ciudadanos!.


El Almanaque Mundial
La verdad es que no sé cómo supe de su existencia, pero en 1970 le pedí a mi mamá que me comprara el Almanaque Mundial, el famoso Diccionario Geográfico, con el dato que usted busca al alcance de su mano, de la mejicana editorial Moderna, cuya edición era dirigida por Eduardo Cárdenas. Desde entonces me convertí en un verdadero fanático de este tipo de publicaciones, lo 
leía con avidez de principio a fin, hasta los artículos de geopolítica, los hechos resaltantes del año, y lo más preciado, los datos de cada país sobre la tierra, sus banderas, capitales, población, etc. Contribuyó, junto con el Atlas de Nuestro tiempo, ya mencionado, a crear en mí una visión amplia de lo que es nuestro mundo. Me aprendí todas las capitales, y era todo un acontecimiento descubrir nuevos países que se iban independizando. Así seguí comprando estos anuarios, que los esperaba con ansiedad, durante toda la década de los 70. Una vez cayó en mis manos la edición de 1956 que pertenecía a mi tía María, y el dato que más me impresionó fue ver que la población de Venezuela era de apenas 6 millones de habitantes, para 1970 ya estaba como en 11 millones, pero recuerdo muy bien que cuando estaba en primaria la población de Venezuela era de 8 millones y la extensión del país era de 912.050 km2, sin contar con la zona en reclamación de la Guayana Esequiba.

En 1970, además del Almanaque, mi mamá me compró también el Informatodo 1970, con el slogan Todo cuanto todos deben saber, publicado por Selecciones del Reader’s Digest, y que era la gran competencia del Almanaque. Aunque por varios años compré este Informatodo, muy bueno también, mi preferencia siempre fue el Almanaque Mundial.

A mi papá le gustaban mucho las publicaciones de Selecciones del Reader’s Digest, y entre los libros que encontré en su colección estaban 33 Ventanas al mundo y El Gran Libro de Viajes, además del ya mencionado Atlas de Nuestro Tiempo. De este último ya me referí en entregas anteriores, pero 33 Ventanas y el Gran Libro de Viajes, me dispararon la imaginación y mis ganas de algún día conocer los sitios allí descritos. En 33 Ventanas, la imagen grabada con fuego en mi memoria fue la del Hércules de Estocolmo, situada sobre el agua y que normalmente se le ve des espalda, cuán grande fui mi satisfacción cuando la vi directamente en mi viaje a esa ciudad en el año 2002. Y en el Gran Libro de Viajes, la imagen de mayor impacto fue la clásica vista de Machu Picchu, lugar en el que estuve en 1980, de estos sitios hablaré más adelante, en las reseñas de sus respectivos años.

Y no solamente eran viajes lo que me atraían, sino también la historia universal y digamos, la historia menuda, la historia de los inventos, tema al que me inicié gracias a otro libro de Selecciones, El Libro de los éxitos y de éste, los dos artículos que más me gustaron fueron el de King Gillette y de Charles Goodyear, historias que ya le había escuchado a mi papá, especialmente de la de Goodyear, recuerdo cuando mi padre, con su gran capacidad histriónica de contador de chistes, muy emocionado dijo  …y entonces Charles Goodyear, viendo quemarse el caucho en aquel fogón de la oscura taberna donde la gente le reprochaba el tiempo perdido buscando una utilidad para su caucho, se dio cuenta qué era lo que le faltaba, y gritó ¡Vulcanización!, ¡eso es, Vulcanización! (1).

La Radio de Onda Corta
En nuestra casa en Mérida había un pequeño radio receptor transistorizado de dos bandas. Una decía Medium wave y la otra Short Wave, la primera era la que escuchábamos normalmente, es decir las emisora locales, pero un día se me ocurrió darle al botón que llevaba a la otra banda, la llamada Onda Corta. Bueno, apenas escuché una estación que decía Esta es La Voz de América, transmitiendo desde Washington en los Estados Unidos de América, quedé atónito con la potencia de ese aparato, ¡podía sintonizar estaciones de otros países!. Fue el comienzo de una de mis grandes pasiones, buscar emisoras lejanas, que meses después supe que otras personas en el mundo también lo hacían y era un hobby llamado DX-ismo (pronunciado como diexismo), pero de esto escribiré en las entregas de los próximos años, cuando me convertí en un disciplinado diexista. Lo cierto es que la emisora que más me gustaba era Radio Nederland, que transmitía desde Hilversum, Holanda. Casi todas las noches, a las 8 pm, escucha su transmisión en 6020 kHz, en la banda de 49 metros. Cinco minutos antes de que comenzara la transmisión se podía escuchar lo que después supe se llamaba señal de intervalo, eran unas campanas que “cantaban” una canción bastante curiosa del florklore holandés. Entre los programas estaban Misceláneas de las artes con Néstor Hugo Cárcamo y los viernes el Espacio DX-ista con Jorge Valdés. Me convertí en un verdadero fanático de Radio Nederland. También escuchaba otras, pero cuando viví en Mérida, para mi solo existía esta emisora Holandesa y tan fue así que hizo que Holanda fuera mi país favorito en el exterior. Todo lo de este país me interesaba, ¡unos de mis grandes anhelos fue visitar este pequeño pero gran país!.

Por los pueblos con mi papá
A veces los sábados Jorge y yo acompañábamos a mi papá en sus recorridos por algunos pueblos no muy lejanos. Mi papá era el gerente de la Sucursal de Mérida de Distribuciones Chuma, una empresa de Maracaibo que hacía el servicio de venta y distribución de algunos productos como Diablitos Underwood, Mayonesa Kraft, Baygón y otros que se me han borrado de la memoria. Pero así como era gerente, también era vendedor. Así pues, unos cuantos sábados la pasábamos visitando pueblos, entre ellos Chiguará, Tovar, Ejido, La Parroquia, Lagunillas, San Juan, Las González y así. En aquella época, la carretera para llegar a Chiguará era bastante empinada y con curvas con sus buenos precipicios, donde si nos íbamos por esos barrancos iríamos a parar al río Chama. Esas carreteras, aunque asfaltadas eran estrechas, no existía la autopista que une a Mérida con El Vigía. En una de esas visitas a Chiguará, en plena subida, mi papá me dice, te voy a enseñar a manejar y me explica el uso de las velocidades, primera es la más fuerte, se usa para arrancar el carro y para subidas empinadas, segunda es menos fuerte pero puedes ir más rápido, y así con tercera y cuarta. Cuando ya estábamos subiendo, entonces mi papá me dice yo voy a quedarme con el volante y los pedales y tu vas cambiando las velocidades cuando te diga, ¡y así lo hicimos!, y ahora que lo pienso, fue una situación un tanto riesgosa, pero bueno, supongo que él tenía todo controlado. Lo que no recuerdo es si a Jorge también lo puso a eso, ¡espero que no! porque si yo tenía 12 años, mi hermano tenía 9.

Introduciendo el Baygón en Mérida
Un nuevo producto apareció en el mercado, un insecticida llamado Baygón, de Bayer, y mi papá fue el encargado de introducirlo en Mérida a través de Distribuciones Chuma. Como era desconocido el producto, le costó venderlo, la gente al parecer no estaba interesada en cosas nuevas. Mi papá nos contó que luego de un largo trabajo de convencimiento a uno de los comerciantes del mercado de Mérida, por fin accedió a hacerle un pedido de Baygón, y ya cuando iba a firmar la orden compra, se aparece una viejita que le dice al bodeguero Señor, señor no compre eso, me han dicho que es muy venenoso, puede causar mucho daño a las personas. Al escuchar eso, mi padre replica ¿Venenoso?, venenoso para las cucarachas y cuanto bicho hay por allí, para los humanos no hay problema y se lo voy a demostrar, fue entonces cuando agarró el pote de Baygón, abrió la boca, y apuntó el chorro hacia el paladar, ¡Vió señora, no pasa nada!, la viejita no tuvo otra alternativa que darle la razón tras semejante demostración. El bodeguero, por supuesto, ¡duplicó el pedido!. Mi papá estaba aguantando la respiración, y a lo que la señora se fue, se puso a ver qué se metía en la boca para contrarrestar el insecticida, y lo que encontró fue un gran envase de mantequilla, metió la mano y sacó una buena cantidad que se llevó a la boca tragándosela con todo y Baygón. Afortunadamente no le pasó nada, pero así estaría, que llegó hasta tal extremo. ¡Eso es ser un buen vendedor!.

Regreso a Maracaibo
Aunque nos gustaba mucho Mérida, mucho más nos gustaba Maracaibo. Mi papá fue trasladado a Valera pero dado que Gisela iba pronto a comenzar en la universidad, y puesto que preferíamos nuestra Maracaibo, mis padres decidieron que todos, excepto mi papá, nos regresamos a nuestra casa de la Calle 61A, que se le habíamos dejado al cuido a mi tío Monzón. Mi papá estuvo así varios años en dicha ciudad trujillana.

Gracias a Dios nos pudieron inscribir nuevamente en el Colegio Nuestra Señora de Chiquinquirá de los hermanos Maristas, estaría nuevamente con mis buenos amigos Daniel Belloso, Leonardo González, Jorge De Oteiza y mi primo Carlitos Sideregts. Ese año, y en mi época escolar fue la única vez, se abrieron tres secciones para el mismo año/grado, yo “quedé” en 1er Año “C”.

Entrar en bachillerato fue un cambio interesante, recuerdo una frase que nos dijo el profesor de inglés (Hernán Montiel), ustedes el año pasado eran los más grandes, pero ahora son los más chiquitos, lo dijo como para que nos fuéramos ubicando en nuestro nuevo contexto. El profesor de biología era el hermano Vidal y hasta allí es lo que recuerdo sin preguntarle a nadie. Supongo que fueron los dos profesores de más impacto para mí. Quizás sea por estos tres episodios: a) El del Ustedes eran los más grandes, ahora… b) Cuando el profesor Montiel nos explicaba la palabra “evening”, muchos la pronunciábamos con la “v”, la “v” no se pronuncia como en español, es como una “f”, y escribe en el pizarrón un grandísimo ÍFNING. Eso con el profesor de inglés. Con el hermano Vidal. c) Una vez nos hizo ver algo en el microscopio, era como un pedazo de una ramita, como para ver los vasos capilares o su equivalente en matas, y luego en el salón nos dijo dibujen lo que vieron, todos nos pusimos a hacer lo que nos pedía y el hermano iba viendo pupitre por pupitre nuestros dibujos, cuando vio mi “corte microscópico”, le dijo a todos ¡el dibujo de Montero es exactamente lo que se vio en el microscopio, vengan a ver cómo lo hizo! La verdad es que yo también me sorprendí, no me parecía nada extraordinario, ¡pero parece que lo era!. Más sobre primer año en la próxima entrega.

Descubriendo la lectura de libros
En las vacaciones de agosto 1971, ya instalados en Maracaibo, fui con mi mamá al flamante nuevo centro comercial Fin de Siglo, ubicado en la avenida 5 de Julio, muy moderno, escaleras mecánicas, varios pisos y todo con aire acondicionado, a nivel de la calle había una pequeña fuente de soda, y varios establecimientos comerciales, entre ellos la Librería Siglo XXI, atendida por una señora ya mayor con unos lentes “fondo de botella”, toda una bibliotecaria de películas antiguas. Estaría mi mamá buscando algo de papelería que la hizo entrar en la librería, mientras ella
Primer libro leído completo
buscaba lo suyo, yo me entretuve viendo los libros, me llamó la atención Viaje al Centro de la Tierra, de un tal Julio Verne. El libro tenía una cubierta de papel con una llamativa portada. Le pedí a mi mamá que me lo comprara y ese fue el comienzo de mi interminable  camino a la lectura. Lo leí con mucho interés y en verdad que me hizo viajar imaginariamente en espacio y tiempo. Tuve suerte de que mi primer libro fuera de Julio Verne, inmediatamente me enganchó con la lectura, quizás si a quien me hubiera encontrado hubiese sido alguna obra aburrida para mi, no le hubiera tomado el interés necesario para prender la mecha de mi pasión por la lectura.

De allí en adelante no ha pasado ni un solo día hasta el sol de hoy (47 años y contando) en el que yo no haya tenido una respuesta a la pregunta ¿Qué libro estás leyendo? y con una respuesta diferente más o menos cada mes. Es un récord personal, pero para mi es un rito, tener el nuevo libro preparado, a mano, al finalizar uno. Por años anotaba en un papel los títulos y fechas de finalización de lectura de los libros que iba leyendo. Se me perdió la lista y con ella la secuencia, pero tomé la precaución de escribir en la última página de cada libro “fecha de lectura XX.XX.XXXX”.

Los primeros 20 libros fueron todos de Julio Verne, , La Vuelta al mundo en 80 días (que fue mi segundo libro, y de la misma serie que Viaje al Centro de la Tierra), Viaje a la Luna, Un Capitán de 15 años, Héctor Servadac, Una Invernada entre los hielos, El Soberbio Orinoco, 2 años de vacaciones, Robur el Conquistador, El Rayo Verde, El Faro del fin del mundo, La Estrella del Sur, 20 mil leguas de viaje submarino y así. No me animaba a leer un libro si el autor no era Julio Verne, hasta que por fin, rompí mi “inquebrantable” fidelidad leyendo a Sandokan del escritor italiano Emilio Salgari, luego leí La Perla de Labuán, también de Salgari, y Aventuras en el castillo de Enid Blyton. Seguí con otros de Verne, hasta completar 25 del autor francés, y curiosamente, nunca leí uno de sus más famosos: La Isla Misteriosa.

Muchos de estos libros los tomaba prestados de la biblioteca del colegio, donde había una bibliotecaria joven, muy simpática que de vez en cuando me recomendaba qué leer. La que más recuerdo entre sus sugerencias fue El Viejo y el mar, de Ernest Hemingway, el cual fue uno de los poquísimos libros que dejé sin terminar de leer. Me pareció aburridísimo.

En el mundo
La Guerra de Vietnam seguía en pleno apogeo, de vez en cuando veía las noticias y reportajes en la televisión sobre esta cruenta lucha entre los comunistas del norte y los capitalistas del Sur. Los nombres que más se escuchaban eran Nguyên Van Thieu, para entonces presidente de Vietnam del Sur, Hô Chi Minh, el legendario líder de Corea del Norte, Richard Nixon, Henry Kissinger y lugares como Saigón, Da Nang, el Camino de Hô Chi Minh, protestas juveniles en Estados Unidos, reuniones en París y así.

Otro lugar que sonó mucho fue Bangladesh, que logró su independencia ese año luego de una corta pero feroz guerra contra Pakistán, que costó muchas vidas y sufrimiento a la población. Fue muy publicitado el llamado Concierto para Bangladesh, organizado por el ex Beatle George Harrison y el citarista Ravi Shankar. Tuvo lugar en el Madison Square Garden de Nueva York. El propósito del concierto era recaudar dinero para la ayuda humanitaria al pueblo de Bangladesh. Fue allí cuando escuché por vez primera el nombre de Ravi Shankar. La música de la India, comenzó a interesarme desde entonces, aunque solo como diletante.

Me encontré con el nombre Pablo Neruda, cuando anunciaron que un poeta chileno había ganado el Premio Nobel de Literatura y hasta la fecha no he leído nada de él, ¡qué vergüenza!.

Un acontecimiento más feliz y muy publicitado también fue la apertura del parque Walt Disney World, en Orlando, Florida. De chamo siempre quise ir, y finalmente lo logré en el año 2000, ¡29 años después!.

En el cine
De las películas que me acuerdo solo están Escape del Planeta de los simios con Charlton Heston y Las 24 horas de Le Mans con Steve McQueen.

En la TV
La Usurpadora con Marina Baura y Raúl Amundaray
En Venezuela estuvo de moda la novela La Usurpadora con Marina Baura  Raúl Amundaray. Revisando los datos de esta telenovela en Wikipedia, veo que fueron ¡300 capítulos!, ¡qué bárbaro! Con razón también eran conocidas como “teleculebras”. Vi una serie de televisión de la BBC de 1972 basada en la novela de León Tolstoi, Guerra y Paz, un libro que acabo de terminar de leer, casi dos mil páginas en escasos 20 capítulos de 45-47 minutos cada uno. Todas estas telenovelas eran una verdadera pasión para el público femenino en Venezuela, parte de nuestra cultura y con calidad de exportación a nivel mundial.

Entre las series gringas, llamadas también “enlatadas” estaban el Nuevo Show de Dick Van Dyke, La Familia Patridge, Mannix, Marshal Dillon y Aquí está Lucy. De esas las que más veía eran El Show de Dick Van Dyke y Aquí está Lucy.

En los deportes
Muy famosa se hizo la pelea entre Vicente Paúl Rondón el 27 de febrero de 1971, donde derrotó a Jimmy Dupree en Caracas, convirtiéndose así en el nuevo campeón mundial de la WBA. Luego vinieron una serie de exitosas defensas del título contra personajes como Piero del Papa, Johnny Griffin, Eddie Jones hasta que se topó con el campeón de la WBC, el otro campeón mundial, quien noqueó a Rondón en el segundo round. Se puede decir cualquier cosa de este boxeador, pero fue un verdadero ídolo de multitudes en Venezuela, y en lo que a mi concierne, me convirtió en un fanático de este deporte, aunque bajo ningún concepto se me ocurriría practicarlo. Esta afición me duró hasta el retiro de quien para mí fuera el mejor boxeador de todos los tiempos, Ray Sugar Leonard en los años 90. No entiendo como un sujeto tan pacífico como yo llegara a apasionarse por un deporte tan violento, pero así fue, ¡cosas de la vida!.

Y antes de salir del boxeo. Ese miso año Alfredo Marcano se coronó campeón mundial en peso ligero junior de la WBA, Antonio Gómez, campeón mundial peso pluma de la WBA y para rematar Betulio González, el 20 de noviembre, pelea contra el filipino Erbito Salavarría por el título mosca de la CMB, gana el filipino, pero luego fue despojado del título cuando se descubrió que usó una sustancia prohibida. Se conoció como el “caso de la botellita”. Es decir, 4 títulos mundiales en 1971. Por cierto, esta pelea de Betulio vs Salavarría se llevó a cabo en el recién inaugurado (1970) estadio Luis Aparicio “El Grande” de Maracaibo, mi papá me llevó a ver la pelea, y fue la única vez que vi boxeo en vivo, pero fue una de las más recordadas en la historia del boxeo nacional.

Otro evento importantísimo ese año fue cuando el caballo venezolano Cañonero II, el primero de mayo ganó el Derby de Kentucky, la primera carrera de la llamada Triple Corona. Era la primera vez que escuchaba hablar de la tal Triple Corona, pero fue todo un acontecimiento. La mayoría de los venezolanos no conocíamos nada sobre este caballo, pero la noticia fue de grandísimo impacto, pero no tanto como cuando ganó la segunda carrera, Preakness Stakes el 15 de mayo en Boston. Y el 5 de junio todo el país se paralizó cuando comenzó la tercera y última carrera de la Triple Corona, Belmont Stakes (NY) el 5 de junio. Lamentablemente Cañonero quedó de cuarto, pero pasó a la gloria del hipismo mundial.

Germán Montero Alcalá

  

Notas:
(1) Mientras escribo esto, me puse a hojear el Libro de los éxitos, que felizmente aun tengo en mi biblioteca, y que mi hermano Jorge muy amablemente lo mandó a empastar y con mi nombre dorado en la portada, y creo que tendré que leer algunos de sus artículos que probablemente no los leí por ignorancia, pero estoy viendo que allí aparece la historia de César Ritz (el de los hoteles) y Ernesto Abbe y Carl Zeiss (el de los lentes). 


Adenda:

Firma.
Esta es la firma que tenía quizás desde 1970 hasta 1974 cuando la cambié por la que aun uso. Esta es con seguridad, de 1971 ya que la encontré en la contra portada del libro "Viaje al centro de la Tierra", leído ese año y el cual fuera el primer libro que leí de principio a fin.

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