Aunque en muchos
casos hay problemas de adaptación de primaria a secundaria, para mí el cambio
fue suave, estaba con casi los mismos compañeros de antes, uno que otro nuevo,
pero la integración con ellos siempre fue fácil. Seguí con mi buen nivel de
notas, aunque esta vez me salió un contrincante muy duro, no era de mi sección,
pero su fama de buen estudiante era impresionante, se trataba de Pablo Han
Chen, ¡el verdadero estudiante de 20 puntos!, yo eximí todas las materias de
primer año pero mi promedio no era de 20, quizás 18. No era como el caso de
Delfín Eduardo, a Pablo nunca le pude ganar.
Hicimos un buen
grupo de amigos y a veces nos reuníamos en casa de alguien los sábados a
“estudiar” o jugar.
En los deportes
me destaqué en tenis de mesa, o ping pong como era realmente conocido. En el
colegio había unas seis mesas de cemento, donde la pelota rebotaba muy duro
haciendo que el juego fuera realmente rápido. Casi siempre jugábamos a la
salida de clases mientras esperábamos el bus que nos hacía el transporte, los
que estábamos en el segundo viaje, teníamos casi una hora adicional en el
colegio que la aprovechábamos para jugar.
El ping pong lo
jugábamos sin la malla, lo que hacía que la pelota muchas veces iba a ras de la
mesa, elevando así los niveles de dificultad. Utilizábamos la modalidad de “el
que pierde sale”, y yo podía jugar casi todo el tiempo de espera, ya que era
uno de los que más ganaba. Solamente gané una medalla en deportes en el colegio,
como deportista individual, y fue en ping pong. Tenía mi raqueta marca Stiga, y
las pelotas checoslovacas Varna dos coronas o tres coronas1.
Fue así durante casi todo el bachillerato, pero especialmente en los primeros
años.
En esos primeros
años de la adolescencia y estando en un colegio de los más prestigiosos de la
ciudad, uno se contagia con el entorno social, y uno de los aspectos más
resaltantes era la ropa, en aquellos tiempos, no se usaba uniforme para
bachillerato, de manera que cada quien iba, dentro de cierta normativa, con su
propia ropita. Estaba de moda unas franelas de las que ahora llaman “chemise”,
es decir, con cuello y botones. No me gusta decirle “chemise” porque eso es
“camisa” en francés y según recuerdo, en aquel entonces se les conocía
simplemente como “franela”. Entre las más apreciadas eran unas que tenían un
pingüinito y las llamábamos “franela de pingüinito”, bueno, también estaban las
franelas de “caimancito”, las chemise Lacoste, pero eso ya eran palabras
mayores, muy pocos llegaban ese nivel. Usar estas marcas daba cierto prestigio
y los que la tenían las usaban con orgullo. Yo nunca pude tener una de esas. Una
vez mi mamá me compró una marrón oscuro pero era una burda imitación de las
Lacoste, la usaba para no hacer sentir mal a mi mamá, pero para el colegio
¡nunca!, la burlita sería insoportable. Logré comprarme una en 1992 en un viaje
que hice a Miami, era de color rojo. Luego otra en 1998 en el aeropuerto
Charles de Gaulle de París a 70 dólares, franela, que me robó una de las
domésticas que trabajaba en mi casa.
Los pantalones
debían ser Levi’s, principalmente bluyines (blue jeans), pero también los
habían de otras telas. El distintivo era la etiquetica roja a un lado del
bolsillo trasero. Esta vez sí había logrado tener uno, mi mamá, probablemente
con mucho sacrificio, me compró uno marrón. Ese sí que lo llevaba al colegio,
¡estaba en el grupo de los privilegiados que tenían un Levi’s!, pero uno de
esos días, uno de los “mala conducta” de la clase, de un solo “jalón” le arrancó
la etiquetica a mi pantalón, y el tipo salió corriendo muerto de la risa
después de haber hecho su fechoría. Me dio mucha rabia, pero mi reacción fue
como si nada, “realmente no me importa”, no quise darle el gusto de verme
enfurecido. Ha sido este tipo de reacción la que he tenido a lo largo de los
años, no se la razón, ¿será que soy pacifista in extremis?.
Encuentro con
el Opus Dei
Ya bien entrado
el año escolar, quizás en el mes de octubre de 1971, entra uno de los alumnos
de quinto año a nuestro salón mientras recibíamos clases, se trataba de
Humberto Matheus, nuestro profesor le había dado permiso para entrar y luego de
saludar nos dice: a los alumnos que voy a nombrar salen un momento del aula
que les voy a comunicar algo, así nombra como a unos 10, entre esos estaba
yo. Salimos y nos dice, muchachos, los estamos convocando a una reunión el
próximo sábado en la mañana para que formen parte de un club juvenil llamado
Alcotán, los espero a las nueve de la mañana en el Centro Cultural Pozo Viejo,
que queda entre el Roberts School (hoy Clínica Paraíso) y el Círculo
Militar, en la carretera está un aviso que señala el sitio. La misma
invitación había sido hecha a los otros salones de primer año, en total, los
convocados eran como 30 estudiantes. Al indagar quiénes habían sido los
compañeros de las otras secciones me di cuenta que el criterio de selección
había sido los mejores estudiantes y/o los considerados líderes positivos del
grupo.
Yo le dije a mi
mamá lo de la invitación y sin ningún problema me permitió ir. Además que
estaba muy cerca de la casa y me podía ir a pie. Aun no se había construido la
avenida Universidad, era simplemente la calle 61, una callecita que unía la
avenida Las Delicias con Bellavista, del lado sur de la calle estaban las urbanizaciones
Maracaibo y La Estrella, y del lado norte, eran puros matorrales, pero por allí
efectivamente estaba la entrada hacia Pozo Viejo, cuyas edificaciones no se
veían desde la carretera.
Pues llegó el
sábado y a la hora establecida estaba ya haciendo mi ingreso por la entradita y
realmente me sorprendió ver tremendas instalaciones, unas construcciones
grandes, de estilo moderno, con paredes de “ladrillitos”, unos muy bien
mantenido jardines y unas grandes canchas de fútbol y basket ball. La cañada
Zapara marcaba el límite entre Pozo Viejo y el Círculo Militar, nunca imaginé
que semejantes instalaciones estaban tan cerca de mi casa.
No se si todos
los convocados vinieron, pero fuimos bastantes, yo diría que al menos 20. Entre
ellos estaban Leonardo González, Marcel Belloso, Carlos Soto, José Manuel
Buitrago, Fernando “Tito” Matos y otros que ya se me han desvanecido de mi
memoria.
Entramos al
edificio principal, todo muy imponente, limpio, ordenado, silencioso. Nos
llevan a un salón y Humberto nos dice, quisiéramos que formen parte del club
juvenil Alcotán, donde tendrán actividades deportivas, culturales, educativas y
religiosas que les serán de mucho provecho. Luego nos explica que el club
está bajo la dirección del Opus Dei, que es una organización de laicos
católicos cuyo propósito es la santificación a través del trabajo. Las
reuniones eran los sábados, pero podíamos ir a estudiar en los salones de
estudio y la extraordinaria biblioteca. Ellos ya habían hablado con nuestros
padres explicándoles de qué se trataba todo esto, y al menos a los míos les
había parecido bien, especialmente porque un sobrino de mi papá, Alfredo Rincón
Montero, hijo de tía Serena y tío Adelso, era un sacerdote del Opus Dei.
Así las cosas,
todos los sábados íbamos a jugar fútbol, béisbol. En béisbol hasta nos
prestaron unos uniformes con el nombre del club. ¡Nunca había estado en un
equipo con uniforme propio! Y de béisbol menos. Solo lo usamos una vez, para un
juego contra un equipo de una de las contratistas petroleras llamada Fluídos
de Perforación. Ese sábado mi papá me acompañó y cuando vio al que habían
contratado de umpire, se emocionó y dijo ¡Churupa, Churupa Pérez!, éste
había sido un famoso pelotero en la liga profesional de béisbol. Por supuesto,
nos dieron una paliza, yo jugué, pero nada, malísimo para eso.
En cada reunión,
nos daban unas charlas sobre aspectos religiosos, cuando íbamos a jugar a las
canchas, uno de los sacerdotes llamaba a alguno de nosotros para conversar, y
con frecuencia la conversación terminaba en una confesión completa. A veces
pasábamos toda la tarde en Pozo Viejo, a eso de las cuatro, Humberto recogía el
realito (Bs. 0,50) para la merienda, que típicamente consistía en una galleta
tipo Susy o Cocosette y un refresco. Si estábamos allá los sábados a las 5 de
la tarde, nos invitaban a la capilla a escuchar una charla del sacerdote, que
se sentaba a un lado del altar con una mesita donde tenía sus notas alumbradas
por una lámpara que le deba un aspecto tenebroso. Luego venía la presentación
del Santísimo, ¡eso sí me gustaba! no tanto por lo religioso, sino porque se
cantaba en latín, la primera vez hasta me asusté un poco, quizás por lo tétrico
del asunto. A esta parte entraban los adultos que por alguna razón estaban en
Pozo Viejo, algunos de ellos, miembros del Opus Dei, vivían allí. Todos ellos
cantaban concentrados en el Santísimo, la hostia consagrada colocada en una
estructura dorada como de 20 centímetros que el sacerdote levantaba y mostraba
a los presentes. Comenzaba él con la primera frase de la canción, que a decir
verdad, no se le entendía, lo que alcanzaba a escuchar era algo así como:
Paaaan yeeee…. y los demás seguían con
Gloriosi
corporis misterium… no me
perdía un sábado con las meditaciones, que eran buenas charlas que el cura las
terminaba siempre diciendo: vamos a pedirle a la Virgen que…. Hasta que
luego de un tiempo me aprendí las tres, el Pange Lingua, el Tantum Ergo y el
Salve Regina. Aquí van algo de las tres:
Pange,
Lingua, gloriosi
Corporis
misterium
Sanguinisque
pretiosi
Quem
in mundi pretium
Fructis
ventris generosi
Rex
effudit genitium
Ese fue el Pange
Lingua (Canta Oh Lengua), ahora el Tantum Ergo,
Tantum ergo, sacramentum
Veneremur cernui
Et antiquum documentum
Novo cedat ritui
Præstes FIDES suplementum
Sensuum defectui
y
mi preferida,
Salve Regina,
Mater misericordæ
Vita dulcedo, et spes nostra salve.
Ad te clamamos, exsulse filii Hevæ,
Ad te suspiramos, gementes et flentes,
In hac lacrimarum valle.
En las navidades
de 1971 se organizó una visita al Club Los Arcos de Caracas, que era el
equivalente a nuestro Alcotán. No se por qué no me acuerdo quienes fueron
conmigo a este paseo a la capital, pero fuimos un grupo de no menos 10
muchachos. Nos acompañó, como casi siempre, Humberto Matheus, con quien llegué
a tener una buena relación de amistad.
En Caracas fuimos
acomodados en casas de los miembros del club de aquella ciudad. Mi anfitrión
fue uno de los hijos del famoso ministro de relaciones exteriores durante el
gobierno de Rafael Caldera, Arístides Calvani, era una gran casa, ¡tenía tres
pisos!, fue un paseo de un fin de semana, de manera que no fue mucho lo que
estuve allí, prácticamente solo fue para dormir, nunca vi al ministro.
Uno de las
actividades más importantes fue una visita guiada que hicimos al Congreso de la
República, conocimos personalmente a José Antonio Pérez Díaz, el presidente de
esa institución en aquel entonces. Había unos cuantos personajes del partido
Social Cristiano Copei que eran miembros del Opus Dei, o al menos tenían una
estrecha relación. Recuerdo que una vez toqué el timbre en la entrada principal
de Pozo Viejo y quien me abrió la puerta fue el mismísimo Hilarión Cardozo,
gobernador del Zulia en el primer gobierno de Caldera.
Los Arcos en
realidad era un liceo propiedad del Opus Dei, estaba cerca de la antigua
embajada de Estados Unidos y era como una hacienda de la época colonial. Allí
hicimos varias actividades espirituales y recreacionales.
El sábado en la
noche fuimos a cenar a casa de una de las familias relacionadas con “La Obra”2,
era una construcción en uno de los sectores más elegantes de Caracas, al llegar
y antes de entrar, cantamos aquel villancico que dice Tun tun, ¿quién es?,
gente de paz, ábrannos la puerta que ya es Navidad!, la habíamos practicado
para la ocasión. En realidad fuimos como a tres casas y siempre comenzábamos
con el popular canto navideño. En una de las casas vi en un gran revistero, una
cesta hecha de hojas de palmas o algo así, con muchas revistas con el borde
amarillo y el título de National Geographic Magazine, ¡fue amor a
primera vista!, el poco tiempo que estuvimos en esa casa, quizás una hora, se o
dediqué a hojearlas. ¿Dónde podría conseguir estas revistas?, nunca lo supe,
pasaron varios años hasta que el salón que nos fue asignado para estudiar el
cuarto año de bachillerato en el colegio, tenía una gran biblioteca con
¡cientos de esas revistas!, ¡qué sorpresa!, ¡qué gran descubrimiento!, cada vez
que podía tomaba una y me la ponía a… prácticamente ver las fotos, porque
estaban en inglés. Entendía algo, pero aun no tenía el nivel para poder
leerlas.
Hicimos muchos
otros paseos con el Opus Dei, uno de ellos fue a la casa de alguna otra familia
que nos la prestó para hacer una convivencia, en el apacible pueblo de la Mesa
de Esnujaque. Esa vez fuimos con cura y todo, que aprovechaba para ir hablando
en privado con cada uno de nosotros y de paso nos confesaba. O no se si la
conversación era la confesión en sí, aun tengo la duda.
El Opus Dei era
de una tendencia muy ortodoxa y conservadora, se guiaban por el catecismo de
Pío X, escrito en el siglo XIX, recuerdo haber leído, algo como esto: Al
levantaros o al comenzar una oración debéis persignaros, pero hacedlo en latín,
In nomine Patris, et Filii, et Espiritu Santi, Amen. Pero hay que decir que
el Papa Benedicto XVI, confirmó la vigencia del catecismo de Pío X. Una vez
estuve en Pozo Viejo justo después de la hora del almuerzo y me encontré con
unos cuantos de los miembros que vivían allí caminando de un lado a otro
rezando el rosario, ¡y lo hacían todos los días!, al igual que al mediodía,
cuando se dejaba lo que se estaba haciendo para rezar el Ángelus, Y el ángel
del Señor anunció a María… Dios te salve María…. Y el verbo se hizo carne, Dios
te salve María… Las mismas que oficiaban los curas del Opus Dei lo hacían
de espalda a los creyentes, tal como eran antes del Concilio Vaticano II. Y por
supuesto, la asistencia a misa todos los días también era casi una cuestión de
honor. Hasta a mi me contagiaron, hubo una época, pero fue ya en la universidad
donde por un par de meses también fui a misa todos los días, a las 6 de la
tarde en la iglesia del Perpetuo Socorro, a unas pocas cuadras de mi casa.
La convivencia de
La Mesa de Esnujaque fue todo un fin de semana y el domingo en la mañanita
fuimos a misa, el cura que nos acompañó le pidió al párroco del pueblo que le
permitiera oficiar la misa, y así fue, no se atrevió a hacerla de espalda a los
feligreses, pero al llegar a la parte de dáos fraternalmente la paz, no
lo hizo, eso es algo que no se hacía en el rito antiguo, y la gente del pueblo,
muy extrañada, de todas maneras se dieron el abrazo del la paz sea contigo,
aun cuando el sacerdote no lo haya solicitado.
Otro de los
agradables paseos que recuerdo fue cuando fuimos a Caimare Chico, lo hicimos en
una Land Rover, a la que le habían bautizado como La Camella. En esa
época aun no se había construido el puente sobre el río Limón, de manera que
había que esperar “la chalana” o transbordador que podía llevar unos pocos
carros de una rivera a la otra en unos diez o quince minutos. Mientras llegaba
había que esperar montados en los carros con los vidrios de las ventanas
cerrados ya que la cola se hacía en la carretera que estaba bordeada de un
pantanal lleno de manglares y los jejenes se alborotaban al “oler” sangre
fresca. Este paseo lo hice varias veces con mi familia, y resultaba muy exótico
todo eso por allí, especialmente el aviso en wayüünaiki que daba la bienvenida
a la tierra de esa etnia.
Habían algunos en
mi familia que criticaban a mis padres porque me dejaban asistir a las
actividades del Opus Dei, les decían te van a robar a Germán, en el
sentido de que me iban a convencer para que me hiciera miembro de la
organización y que luego me iban a ver muy poco. Pero aunque tenía algunas
prácticas ultra conservadoras y quizás no adecuadas para la época, tengo que
decir que mi paso por esa organización fue provechoso, de balance positivo. Me
reafirmó muchos de los valores que ya me habían inculcado en mi casa, me hizo
comprender mejor la doctrina católica y así. Recuerdo una vez que uno de los
sacerotes, en una de esas conversaciones privadas me preguntó ¿sabes a qué
vino Jesús al mundo?, y sin pensarlo mucho le respondí a redimirnos,
sorprendido por lo rápido y exactitud de la respuesta, continuó con ¿y qué
es la redención?, con esta pregunta sí es verdad que me atrapó, en verdad
no lo sabía, y lo que se ocurrió decirle fue ¡lo que hizo Jesús por
nosotros!
He hecho la misma
pregunta a muchos católicos a lo largo de los años y pocos han contestado
correctamente, al menos desde el punto de vista católico. La explicación que me
dio me desilusionó un poco de la doctrina católica, y ahora pienso que fue el
primer quiebre en mi línea de pensamiento religioso, que finalmente me llevó a
abrazar la Fe Bahá’í quince años después.
Me desilusioné
porque la explicación de lo que se conoce como la Redención de Jesús, me
pareció un cuento muy infantil. Dios hizo al hombre perfecto, Adán y Eva,
cometieron un pecado de desobediencia y soberbia, Dios los expulsó del Paraíso
y les dijo que toda su descendencia nacería con un pecado que no se podía
borrar, y que como iban a morir en pecado no podían ser admitidos en el Cielo.
Nadie podía hacer nada para remediar esto, ni que dieran su vida por esa causa,
porque nadie era perfecto, y se necesitaba a una persona perfecta, es decir,
con el valor suficiente para que su muerte cubriera el costo del pecado de Adán
y Eva. Luego de mucho rogar, Dios se apiadó de la humanidad y les envió a un
ser perfecto, Jesús, para que muriera por nuestros pecados, pagando así la
deuda que teníamos con Dios, y una vez consumado el sacrificio de Su único
Hijo, entonces se abrieron las puertas del Cielo para todos aquellos que
obraran bien en este mundo. Esa fue la Redención, es por eso que Jesús es el
Redentor. No fueron exactamente esas palabras pero ese fue el mensaje que se
grabó en mi mente. Como dije, no fue una ruptura con la doctrina católica, pero
si fue una primera fuente desconfianza, leve, pero ya estaba “tocado” el
gusanillo de la duda.
Más sobre el Opus
Dei en mi recuento del año 1973.
Águilas del Zulia

El Café
Imperial está servido, el turno es para Toby Harrah, short y abridor del equipo
de la casa… El pitcher llevándose lentamente los brazos al pecho, impulsa sobre
la goma… ¡strike cantado, el primero!
Cuando a alguien
le daban base por bola,
¡La cuarta
mala!, y el bateador se va tranquilo a primera con su par de zapatos Ciro’s 3.
Cuando ponchaban
a alguien,
¡Strike
tirándole!, el tercero, quedó colgado haciendo bombitas con el chiclet bomba
Florida La Suiza, caramelos La Suiza, más de 40 años endulzando el paladar de
los venezolanos.
Cuando un
bateador llegaba a dos bolas, dos strikes y dos outs,
… y llegó el
clásico 2-22, la capacidad exacta del cuartico Zulia.
Cuando alguien
metía jonrón, decía
… la bola
levanta y levanta, parece que va a ser un jonrón, eeeefectivamente, ¡jonrón!.
Si el inning
terminaba con solo tres bateadores,
… y terminó el
inning al paso de conga, 1, 2, 3.
Con cierta
frecuencia iba al estadio Luis Aparicio “El Grande” a ver los juegos, nos
sentábamos en los laterales de primera base. Esta zona era buena porque la
primera base es mucho más dinámica que la tercera, pero también era la zona de
los apostadores. Habían muchas personas con “pacas” de billetes de baja
denominación y antes de cada jugada alguien decía diez bolos a que lo poncha,
y otro ¡decía aquí están los míos!, o más aún, ¡cinco a que el
próximo lanzamiento es strike!, y alguin aceptaba la apuesta. Así eran
muchos y era impresionante ver que después de cada jugada, se pasaban los
billetes de unos a otros, y por supuesto, a cada rato se presentaban acaloradas
discusiones que a veces terminaban en verdaderas peleas o “agarraítas” como
decíamos en maracucho language. Después de una buena jugada, como la
anotación de una carrera o de un jonrón, volaban por los aires los vasos de
cerveza. Pero hubo una vez que en una de esas celebraciones le pegaron un
“yelazo” (hielazo) a mi papá en la cara y esa fue la última vez que nos
sentamos en los laterales de primera, desde entonces nos fuimos a los de
tercera, zona infinitamente más tranquila.
Aunque nunca
compré gorritas, franelas ni banderines de Las Águilas, creo que fui un
verdadero fanático, no me perdía un juego por la radio, no me gustaban los días
cuando no había juego, hasta me daba un poco de frustración los días de Navidad
y Año Nuevo porque no había actividad beisbolística. A veces hasta llevaba la
anotación del juego en cuaderno y me ponía bravo cuando escuchaba a alguien
hablar mal del equipo o de alguno de sus integrantes.
Era la época
cuando Richard Billings era el “mánayer” (manager) y era tan popular que me
acuerdo haber visto en Panorama la noticia de que una familia le puso a
su hijo recién nacido el nombre de Richard Billings González3, ¡y el mismísimo mánayer fue el padrino!.
Otros jugadores de esa época eran Toby Harrah, Cuqui Rojas, Tom Grieve, Olinto
Rojas, Larry Bittner, Ben Oglieve, y así. Lo más curioso es que el equipo casi
nunca ganaba un campeonato.
Creo que fue ese
mismo año cuando los Piratas de Pittsburg y los Rojos de Cincinnati hicieron un
juego de exhibición aquí en Maracaibo, fui con mi papá, pero esta vez a las
gradas o blitchers, no se si era porque eran muy caras las de laterales
y sillas numeradas o porque se habían agotado y solo quedaban esas, pero lo
cierto es que fue la única vez que vi un juego de equipos de grandes ligas.
Allí estaban el gran Roberto Clemente y Pete Rose.
En el paseo que
hicimos con la gente del Opus Dei a Caracas, nos llevaron a ver un juego en el
estadio Universitario, hasta ahora es la única vez que fui, en esa oportunidad
jugaron los Tiburones de La Guaria no me acuerdo contra quien, ¿supongo que
contra los Leones de Caracas?. Nos sentamos en los laterales de tercera, y lo
que más me impresionó fue ver el humo de los fumadores del lado de primera base,
¡tanta gente fumando!
Vacaciones de
agosto 1972
El primer año terminó para mi con excelentes notas, todas las materias eximidas. Las vacaciones las pasé en casa, me levantaba tarde, a veces dormía hasta las 11 de la mañana, y cuando eso sucedía, los días se me hacían muy cortos. De vez en cuando íbamos a jugar béisbol de manera muy informal en el terreno que estaba frente a la casa de mi tía Adela en la urbanización la Estrella, habíamos chamos de “La Maracaibo” y de “La Estrella”, años después “nos quitaron” la cancha para hacer la placita que hoy está. También jugábamos en un terreno que había en la esquina entre la avenida 12 y la calle 66, donde luego construyeron la una gran casa, conocida como la casa de los Desetoro. Yo era uno de los mayores, y era líder jonronero, casi todos eran de primer año de bachillerato, y estaba en segundo. Yo siempre he sido medio malo para los deportes, pero en esas caimaneras me destaqué. Jugábamos con pelotas de las llamadas “espaldin”, en alusión a la más famosas de las marcas de pelotas, Spalding.
El primer año terminó para mi con excelentes notas, todas las materias eximidas. Las vacaciones las pasé en casa, me levantaba tarde, a veces dormía hasta las 11 de la mañana, y cuando eso sucedía, los días se me hacían muy cortos. De vez en cuando íbamos a jugar béisbol de manera muy informal en el terreno que estaba frente a la casa de mi tía Adela en la urbanización la Estrella, habíamos chamos de “La Maracaibo” y de “La Estrella”, años después “nos quitaron” la cancha para hacer la placita que hoy está. También jugábamos en un terreno que había en la esquina entre la avenida 12 y la calle 66, donde luego construyeron la una gran casa, conocida como la casa de los Desetoro. Yo era uno de los mayores, y era líder jonronero, casi todos eran de primer año de bachillerato, y estaba en segundo. Yo siempre he sido medio malo para los deportes, pero en esas caimaneras me destaqué. Jugábamos con pelotas de las llamadas “espaldin”, en alusión a la más famosas de las marcas de pelotas, Spalding.
![]() |
Boris Spassky y Bobby Fischer |
Ese año hubo un
revuelo mundial con la confrontación de ajedrez entre el campeón mundial Boris
Spassky de la Unión Soviética y el retador estadounidense Bobby Fischer,
fue una expresión más de la Guerra Fría y fue objeto de una extraordinaria
publicidad mundial. No se en los demás países o lugares, pero en Maracaibo dio
pie para que se desatara una fiebre por este juego, se veía gente por todas
partes con sus tableros y piezas (yo fui uno), fue un momento estelar para el ajedrez,
nunca he visto, hasta el sol de hoy (2018) nada parecido. Al final ganó Fischer
12 ½ a 8 ½, el campeonato se realizó en Reikiavik, la capital de Islandia,
ciudad que muy pocas veces es protagonista en las noticias.
En la casa veía
mucho, por las tardes, a eso de las dos, un programa de la empresa alemana UFA (Universum Film AG) que
se llamaba “El Mundo al instante” como trataba de cosas de muchos países, me
gustaba verlos, uno de los documentales que más recuerdo fue la construcción de
la represa de Asuán y la movilización de las estatuas y templo de Abu Simbel a
orillas del Nilo. Seguí con mi lectura de libros de Julio Verne y mis escuchas
de onda corta con el radio Grundig de 4 bandas, que también era un “picó” (pick
up). A veces me quedaba hasta altas horas de la noche buscando emisoras de
distintos países, pero siempre escuchaba a Radio Nederland, era mi favorita.
Por cierto, este radio Grundig era de tubos, no era transistorizado, lo había
comprado mi papá cuando vivíamos en Caracas y con este aparato fue que incursioné
de manera seria al mundo del DX’ismo.

También escuchaba
con frecuencia, sobre todo en las tardes a Radio Habana Cuba, transmitiendo
desde Cuba, territorio libre en América. Recuerdo la primera vez que
escuché un discurso de Fidel Castro, me sorprendió mucho su voz, me pareció que
no estaba acorde con el tamaño del personaje y toda aquella “áurea” de
guerrillero. Realmente lo escuchaba como curiosidad, nunca le hice caso al
contenido de sus largos discursos.

Segundo año
En Septiembre 1972 entramos al nuevo año escolar, el segundo año. Las secciones se volvieron a fundir en dos, 2do año “A” y 2do año “B”, yo quedé en el “A”, y más o menos todos nos mantuvimos en las mismas secciones hasta finalizar bachillerato.
En Septiembre 1972 entramos al nuevo año escolar, el segundo año. Las secciones se volvieron a fundir en dos, 2do año “A” y 2do año “B”, yo quedé en el “A”, y más o menos todos nos mantuvimos en las mismas secciones hasta finalizar bachillerato.
Por fin iba a
cursar Historia Universal, y con un profesor extraordinario, el profesor José
Ramón Avendaño. Todos los temas me resultaron interesantísimos. Investigaba
mucho más de lo que nos daban en clase, por ejemplo, no sé como llegaron a mis
manos unos libritos sobre los griegos que eran de mi tía María, de la época
cuando ella estudió bachillerato, ¡par de libros solo sobre los griegos! Y
especialmente la parte de las llamadas “Guerras Médicas”, las batallas de
Salamina, Termópilas y Maratón. Los Egipcios, los romanos, la Edad Media… creo
que es la materia que más disfruté en toda mi vida escolar. Recuerdo haber
hecho un trabajo sobre Gremios y Sindicatos, me ayudó mucho a comprenderlos. Y
creo que fue en 1er año, cursando historia de América donde el mismo profesor
Avendaño me asignó hacer una presentación sobre Magallanes, para tal fin leí un
libro completo de la biblioteca del Colegio que se llamaba “Juan Sebastián
Elcano”, el primer hombre en darle la vuelta a la tierra, Magallanes murió en
el intento cuando iba por las islas Filipinas. Años después leería la biografía
del famoso navegante (Magallanes) escrita por Stefan Zweig.
Nuestro profesor
guía era un hermano recién llegado a Maracaibo, y que realmente duró poco,
tanto así que no recuerdo su nombre. Pero nos daba matemáticas. Este hermano
tenía como práctica, hablar muy bajo cuando explicaba y los alumnos hablaban
mucho entre sí, después cuando alguien preguntaba algo, decía ya lo expliqué
y no me estaban prestando atención, estúdienselo por su cuenta y va para el
examen. No era muy simpático, sin embargo, con él también me fue bien.
El delegado del
curso fue el compañero Leonardo “Leo” González, quien fue reelecto todos los
años hasta que terminamos bachillerato.
En los
deportes
Lo más relevante
en deportes fue sin duda las Olimpíadas de Munich 1972, la esperaba con
cierta ansiedad. Compré un cuaderno para dibujar, Caribe, de los que traían una
hoja semi transparente, para hacer un álbum con recortes de Panorama sobre las
olimpíadas. No lo terminé, no se si sería por el impacto de la masacre de los
atletas israelitas a manos de los terroristas del movimiento palestino llamado
“Septiembre Negro”, pero si llené unas cuantas hojas. Y lo más resaltante en
esos juegos, a mi modo de ver las cosas, fueron las siete medallas de oro de
Mark Spitz, ¡y todas con record mundial!. El otro momento inolvidable fue
cuando la URSS venció en el último segundo a Estados Unidos, 51 a 50. El juego
había terminado, los americanos ganaron 50 a 48 , los soviéticos reclamaron que
faltaban 3 segundos, el árbitro se los concedió y en los 3 segundos que
faltaban los soviéticos encestaron una de 3 puntos para queda 51 a 50. Los
americanos no asistieron a la ceremonia de premiación. Final basket ball Munich 1792 .
En la TV
Entre las series de TV que más veíamos era el Show de Carol Burnett, no recuerdo el canal, pero no dejábamos de verlo.
Entre las series de TV que más veíamos era el Show de Carol Burnett, no recuerdo el canal, pero no dejábamos de verlo.
En el Cine
Una de las películas de más impacto fue El retorno al Planeta de los Simios.
Una de las películas de más impacto fue El retorno al Planeta de los Simios.
NOTAS
1 La verdad es que ahora tengo dudas su eran checoslovacas o búlgaras, ya que aun que estoy casi seguro que eran checas, Varna es una importante ciudad búlgara en la costa del mar Negro.
1 La verdad es que ahora tengo dudas su eran checoslovacas o búlgaras, ya que aun que estoy casi seguro que eran checas, Varna es una importante ciudad búlgara en la costa del mar Negro.
2 Así también era llamado
el Opus Dei, especialmente por sus miembros.
3 Realmente no recuerdo el apellido, coloqué
“González” para no cortar la anécdota.
4 DX’ismo se pronuncia dieksismo, término
que viene del mundo de la radioafición, y trata de captar emisoras lejanas, “D”
de distancia y “X” de incógnita.
5 La dirección aun la recuerdo: Radio Nederland,
Apartado postal 222, Hilversum, Holanda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario