XIV. En Maracaibo iniciando bachillerato (1971-1972).

Aunque en muchos casos hay problemas de adaptación de primaria a secundaria, para mí el cambio fue suave, estaba con casi los mismos compañeros de antes, uno que otro nuevo, pero la integración con ellos siempre fue fácil. Seguí con mi buen nivel de notas, aunque esta vez me salió un contrincante muy duro, no era de mi sección, pero su fama de buen estudiante era impresionante, se trataba de Pablo Han Chen, ¡el verdadero estudiante de 20 puntos!, yo eximí todas las materias de primer año pero mi promedio no era de 20, quizás 18. No era como el caso de Delfín Eduardo, a Pablo nunca le pude ganar.

Hicimos un buen grupo de amigos y a veces nos reuníamos en casa de alguien los sábados a “estudiar” o jugar.

En los deportes me destaqué en tenis de mesa, o ping pong como era realmente conocido. En el colegio había unas seis mesas de cemento, donde la pelota rebotaba muy duro haciendo que el juego fuera realmente rápido. Casi siempre jugábamos a la salida de clases mientras esperábamos el bus que nos hacía el transporte, los que estábamos en el segundo viaje, teníamos casi una hora adicional en el colegio que la aprovechábamos para jugar.

El ping pong lo jugábamos sin la malla, lo que hacía que la pelota muchas veces iba a ras de la mesa, elevando así los niveles de dificultad. Utilizábamos la modalidad de “el que pierde sale”, y yo podía jugar casi todo el tiempo de espera, ya que era uno de los que más ganaba. Solamente gané una medalla en deportes en el colegio, como deportista individual, y fue en ping pong. Tenía mi raqueta marca Stiga, y las pelotas checoslovacas Varna dos coronas o tres coronas1. Fue así durante casi todo el bachillerato, pero especialmente en los primeros años.

En esos primeros años de la adolescencia y estando en un colegio de los más prestigiosos de la ciudad, uno se contagia con el entorno social, y uno de los aspectos más resaltantes era la ropa, en aquellos tiempos, no se usaba uniforme para bachillerato, de manera que cada quien iba, dentro de cierta normativa, con su propia ropita. Estaba de moda unas franelas de las que ahora llaman “chemise”, es decir, con cuello y botones. No me gusta decirle “chemise” porque eso es “camisa” en francés y según recuerdo, en aquel entonces se les conocía simplemente como “franela”. Entre las más apreciadas eran unas que tenían un pingüinito y las llamábamos “franela de pingüinito”, bueno, también estaban las franelas de “caimancito”, las chemise Lacoste, pero eso ya eran palabras mayores, muy pocos llegaban ese nivel. Usar estas marcas daba cierto prestigio y los que la tenían las usaban con orgullo. Yo nunca pude tener una de esas. Una vez mi mamá me compró una marrón oscuro pero era una burda imitación de las Lacoste, la usaba para no hacer sentir mal a mi mamá, pero para el colegio ¡nunca!, la burlita sería insoportable. Logré comprarme una en 1992 en un viaje que hice a Miami, era de color rojo. Luego otra en 1998 en el aeropuerto Charles de Gaulle de París a 70 dólares, franela, que me robó una de las domésticas que trabajaba en mi casa.

Los pantalones debían ser Levi’s, principalmente bluyines (blue jeans), pero también los habían de otras telas. El distintivo era la etiquetica roja a un lado del bolsillo trasero. Esta vez sí había logrado tener uno, mi mamá, probablemente con mucho sacrificio, me compró uno marrón. Ese sí que lo llevaba al colegio, ¡estaba en el grupo de los privilegiados que tenían un Levi’s!, pero uno de esos días, uno de los “mala conducta” de la clase, de un solo “jalón” le arrancó la etiquetica a mi pantalón, y el tipo salió corriendo muerto de la risa después de haber hecho su fechoría. Me dio mucha rabia, pero mi reacción fue como si nada, “realmente no me importa”, no quise darle el gusto de verme enfurecido. Ha sido este tipo de reacción la que he tenido a lo largo de los años, no se la razón, ¿será que soy pacifista in extremis?.

Encuentro con el Opus Dei
Ya bien entrado el año escolar, quizás en el mes de octubre de 1971, entra uno de los alumnos de quinto año a nuestro salón mientras recibíamos clases, se trataba de Humberto Matheus, nuestro profesor le había dado permiso para entrar y luego de saludar nos dice: a los alumnos que voy a nombrar salen un momento del aula que les voy a comunicar algo, así nombra como a unos 10, entre esos estaba yo. Salimos y nos dice, muchachos, los estamos convocando a una reunión el próximo sábado en la mañana para que formen parte de un club juvenil llamado Alcotán, los espero a las nueve de la mañana en el Centro Cultural Pozo Viejo, que queda entre el Roberts School (hoy Clínica Paraíso) y el Círculo Militar, en la carretera está un aviso que señala el sitio. La misma invitación había sido hecha a los otros salones de primer año, en total, los convocados eran como 30 estudiantes. Al indagar quiénes habían sido los compañeros de las otras secciones me di cuenta que el criterio de selección había sido los mejores estudiantes y/o los considerados líderes positivos del grupo.

Yo le dije a mi mamá lo de la invitación y sin ningún problema me permitió ir. Además que estaba muy cerca de la casa y me podía ir a pie. Aun no se había construido la avenida Universidad, era simplemente la calle 61, una callecita que unía la avenida Las Delicias con Bellavista, del lado sur de la calle estaban las urbanizaciones Maracaibo y La Estrella, y del lado norte, eran puros matorrales, pero por allí efectivamente estaba la entrada hacia Pozo Viejo, cuyas edificaciones no se veían desde la carretera.

Pues llegó el sábado y a la hora establecida estaba ya haciendo mi ingreso por la entradita y realmente me sorprendió ver tremendas instalaciones, unas construcciones grandes, de estilo moderno, con paredes de “ladrillitos”, unos muy bien mantenido jardines y unas grandes canchas de fútbol y basket ball. La cañada Zapara marcaba el límite entre Pozo Viejo y el Círculo Militar, nunca imaginé que semejantes instalaciones estaban tan cerca de mi casa.

No se si todos los convocados vinieron, pero fuimos bastantes, yo diría que al menos 20. Entre ellos estaban Leonardo González, Marcel Belloso, Carlos Soto, José Manuel Buitrago, Fernando “Tito” Matos y otros que ya se me han desvanecido de mi memoria.

Entramos al edificio principal, todo muy imponente, limpio, ordenado, silencioso. Nos llevan a un salón y Humberto nos dice, quisiéramos que formen parte del club juvenil Alcotán, donde tendrán actividades deportivas, culturales, educativas y religiosas que les serán de mucho provecho. Luego nos explica que el club está bajo la dirección del Opus Dei, que es una organización de laicos católicos cuyo propósito es la santificación a través del trabajo. Las reuniones eran los sábados, pero podíamos ir a estudiar en los salones de estudio y la extraordinaria biblioteca. Ellos ya habían hablado con nuestros padres explicándoles de qué se trataba todo esto, y al menos a los míos les había parecido bien, especialmente porque un sobrino de mi papá, Alfredo Rincón Montero, hijo de tía Serena y tío Adelso, era un sacerdote del Opus Dei.

Así las cosas, todos los sábados íbamos a jugar fútbol, béisbol. En béisbol hasta nos prestaron unos uniformes con el nombre del club. ¡Nunca había estado en un equipo con uniforme propio! Y de béisbol menos. Solo lo usamos una vez, para un juego contra un equipo de una de las contratistas petroleras llamada Fluídos de Perforación. Ese sábado mi papá me acompañó y cuando vio al que habían contratado de umpire, se emocionó y dijo ¡Churupa, Churupa Pérez!, éste había sido un famoso pelotero en la liga profesional de béisbol. Por supuesto, nos dieron una paliza, yo jugué, pero nada, malísimo para eso.

En cada reunión, nos daban unas charlas sobre aspectos religiosos, cuando íbamos a jugar a las canchas, uno de los sacerdotes llamaba a alguno de nosotros para conversar, y con frecuencia la conversación terminaba en una confesión completa. A veces pasábamos toda la tarde en Pozo Viejo, a eso de las cuatro, Humberto recogía el realito (Bs. 0,50) para la merienda, que típicamente consistía en una galleta tipo Susy o Cocosette y un refresco. Si estábamos allá los sábados a las 5 de la tarde, nos invitaban a la capilla a escuchar una charla del sacerdote, que se sentaba a un lado del altar con una mesita donde tenía sus notas alumbradas por una lámpara que le deba un aspecto tenebroso. Luego venía la presentación del Santísimo, ¡eso sí me gustaba! no tanto por lo religioso, sino porque se cantaba en latín, la primera vez hasta me asusté un poco, quizás por lo tétrico del asunto. A esta parte entraban los adultos que por alguna razón estaban en Pozo Viejo, algunos de ellos, miembros del Opus Dei, vivían allí. Todos ellos cantaban concentrados en el Santísimo, la hostia consagrada colocada en una estructura dorada como de 20 centímetros que el sacerdote levantaba y mostraba a los presentes. Comenzaba él con la primera frase de la canción, que a decir verdad, no se le entendía, lo que alcanzaba a escuchar era algo así como: Paaaan yeeee….  y los demás seguían con
Gloriosi corporis misterium… no me perdía un sábado con las meditaciones, que eran buenas charlas que el cura las terminaba siempre diciendo: vamos a pedirle a la Virgen que…. Hasta que luego de un tiempo me aprendí las tres, el Pange Lingua, el Tantum Ergo y el Salve Regina. Aquí van algo de las tres:

Pange, Lingua, gloriosi
Corporis misterium
Sanguinisque pretiosi
Quem in mundi pretium
Fructis ventris generosi
Rex effudit genitium

Ese fue el Pange Lingua (Canta Oh Lengua), ahora el Tantum Ergo,

Tantum ergo, sacramentum
Veneremur cernui
Et antiquum documentum
Novo cedat ritui
Præstes FIDES suplementum
Sensuum defectui

y mi preferida,

Salve Regina,
Mater misericordæ
Vita dulcedo, et spes nostra salve.
Ad te clamamos, exsulse filii Hevæ,
Ad te suspiramos, gementes et flentes,
In hac lacrimarum valle.

En las navidades de 1971 se organizó una visita al Club Los Arcos de Caracas, que era el equivalente a nuestro Alcotán. No se por qué no me acuerdo quienes fueron conmigo a este paseo a la capital, pero fuimos un grupo de no menos 10 muchachos. Nos acompañó, como casi siempre, Humberto Matheus, con quien llegué a tener una buena relación de amistad.

En Caracas fuimos acomodados en casas de los miembros del club de aquella ciudad. Mi anfitrión fue uno de los hijos del famoso ministro de relaciones exteriores durante el gobierno de Rafael Caldera, Arístides Calvani, era una gran casa, ¡tenía tres pisos!, fue un paseo de un fin de semana, de manera que no fue mucho lo que estuve allí, prácticamente solo fue para dormir, nunca vi al ministro.

Uno de las actividades más importantes fue una visita guiada que hicimos al Congreso de la República, conocimos personalmente a José Antonio Pérez Díaz, el presidente de esa institución en aquel entonces. Había unos cuantos personajes del partido Social Cristiano Copei que eran miembros del Opus Dei, o al menos tenían una estrecha relación. Recuerdo que una vez toqué el timbre en la entrada principal de Pozo Viejo y quien me abrió la puerta fue el mismísimo Hilarión Cardozo, gobernador del Zulia en el primer gobierno de Caldera.

Los Arcos en realidad era un liceo propiedad del Opus Dei, estaba cerca de la antigua embajada de Estados Unidos y era como una hacienda de la época colonial. Allí hicimos varias actividades espirituales y recreacionales.

El sábado en la noche fuimos a cenar a casa de una de las familias relacionadas con “La Obra”2, era una construcción en uno de los sectores más elegantes de Caracas, al llegar y antes de entrar, cantamos aquel villancico que dice Tun tun, ¿quién es?, gente de paz, ábrannos la puerta que ya es Navidad!, la habíamos practicado para la ocasión. En realidad fuimos como a tres casas y siempre comenzábamos con el popular canto navideño. En una de las casas vi en un gran revistero, una cesta hecha de hojas de palmas o algo así, con muchas revistas con el borde amarillo y el título de National Geographic Magazine, ¡fue amor a primera vista!, el poco tiempo que estuvimos en esa casa, quizás una hora, se o dediqué a hojearlas. ¿Dónde podría conseguir estas revistas?, nunca lo supe, pasaron varios años hasta que el salón que nos fue asignado para estudiar el cuarto año de bachillerato en el colegio, tenía una gran biblioteca con ¡cientos de esas revistas!, ¡qué sorpresa!, ¡qué gran descubrimiento!, cada vez que podía tomaba una y me la ponía a… prácticamente ver las fotos, porque estaban en inglés. Entendía algo, pero aun no tenía el nivel para poder leerlas.

Hicimos muchos otros paseos con el Opus Dei, uno de ellos fue a la casa de alguna otra familia que nos la prestó para hacer una convivencia, en el apacible pueblo de la Mesa de Esnujaque. Esa vez fuimos con cura y todo, que aprovechaba para ir hablando en privado con cada uno de nosotros y de paso nos confesaba. O no se si la conversación era la confesión en sí, aun tengo la duda.

El Opus Dei era de una tendencia muy ortodoxa y conservadora, se guiaban por el catecismo de Pío X, escrito en el siglo XIX, recuerdo haber leído, algo como esto: Al levantaros o al comenzar una oración debéis persignaros, pero hacedlo en latín, In nomine Patris, et Filii, et Espiritu Santi, Amen. Pero hay que decir que el Papa Benedicto XVI, confirmó la vigencia del catecismo de Pío X. Una vez estuve en Pozo Viejo justo después de la hora del almuerzo y me encontré con unos cuantos de los miembros que vivían allí caminando de un lado a otro rezando el rosario, ¡y lo hacían todos los días!, al igual que al mediodía, cuando se dejaba lo que se estaba haciendo para rezar el Ángelus, Y el ángel del Señor anunció a María… Dios te salve María…. Y el verbo se hizo carne, Dios te salve María… Las mismas que oficiaban los curas del Opus Dei lo hacían de espalda a los creyentes, tal como eran antes del Concilio Vaticano II. Y por supuesto, la asistencia a misa todos los días también era casi una cuestión de honor. Hasta a mi me contagiaron, hubo una época, pero fue ya en la universidad donde por un par de meses también fui a misa todos los días, a las 6 de la tarde en la iglesia del Perpetuo Socorro, a unas pocas cuadras de mi casa.

La convivencia de La Mesa de Esnujaque fue todo un fin de semana y el domingo en la mañanita fuimos a misa, el cura que nos acompañó le pidió al párroco del pueblo que le permitiera oficiar la misa, y así fue, no se atrevió a hacerla de espalda a los feligreses, pero al llegar a la parte de dáos fraternalmente la paz, no lo hizo, eso es algo que no se hacía en el rito antiguo, y la gente del pueblo, muy extrañada, de todas maneras se dieron el abrazo del la paz sea contigo, aun cuando el sacerdote no lo haya solicitado.

Otro de los agradables paseos que recuerdo fue cuando fuimos a Caimare Chico, lo hicimos en una Land Rover, a la que le habían bautizado como La Camella. En esa época aun no se había construido el puente sobre el río Limón, de manera que había que esperar “la chalana” o transbordador que podía llevar unos pocos carros de una rivera a la otra en unos diez o quince minutos. Mientras llegaba había que esperar montados en los carros con los vidrios de las ventanas cerrados ya que la cola se hacía en la carretera que estaba bordeada de un pantanal lleno de manglares y los jejenes se alborotaban al “oler” sangre fresca. Este paseo lo hice varias veces con mi familia, y resultaba muy exótico todo eso por allí, especialmente el aviso en wayüünaiki que daba la bienvenida a la tierra de esa etnia.

Habían algunos en mi familia que criticaban a mis padres porque me dejaban asistir a las actividades del Opus Dei, les decían te van a robar a Germán, en el sentido de que me iban a convencer para que me hiciera miembro de la organización y que luego me iban a ver muy poco. Pero aunque tenía algunas prácticas ultra conservadoras y quizás no adecuadas para la época, tengo que decir que mi paso por esa organización fue provechoso, de balance positivo. Me reafirmó muchos de los valores que ya me habían inculcado en mi casa, me hizo comprender mejor la doctrina católica y así. Recuerdo una vez que uno de los sacerotes, en una de esas conversaciones privadas me preguntó ¿sabes a qué vino Jesús al mundo?, y sin pensarlo mucho le respondí a redimirnos, sorprendido por lo rápido y exactitud de la respuesta, continuó con ¿y qué es la redención?, con esta pregunta sí es verdad que me atrapó, en verdad no lo sabía, y lo que se ocurrió decirle fue ¡lo que hizo Jesús por nosotros!

He hecho la misma pregunta a muchos católicos a lo largo de los años y pocos han contestado correctamente, al menos desde el punto de vista católico. La explicación que me dio me desilusionó un poco de la doctrina católica, y ahora pienso que fue el primer quiebre en mi línea de pensamiento religioso, que finalmente me llevó a abrazar la Fe Bahá’í quince años después.

Me desilusioné porque la explicación de lo que se conoce como la Redención de Jesús, me pareció un cuento muy infantil. Dios hizo al hombre perfecto, Adán y Eva, cometieron un pecado de desobediencia y soberbia, Dios los expulsó del Paraíso y les dijo que toda su descendencia nacería con un pecado que no se podía borrar, y que como iban a morir en pecado no podían ser admitidos en el Cielo. Nadie podía hacer nada para remediar esto, ni que dieran su vida por esa causa, porque nadie era perfecto, y se necesitaba a una persona perfecta, es decir, con el valor suficiente para que su muerte cubriera el costo del pecado de Adán y Eva. Luego de mucho rogar, Dios se apiadó de la humanidad y les envió a un ser perfecto, Jesús, para que muriera por nuestros pecados, pagando así la deuda que teníamos con Dios, y una vez consumado el sacrificio de Su único Hijo, entonces se abrieron las puertas del Cielo para todos aquellos que obraran bien en este mundo. Esa fue la Redención, es por eso que Jesús es el Redentor. No fueron exactamente esas palabras pero ese fue el mensaje que se grabó en mi mente. Como dije, no fue una ruptura con la doctrina católica, pero si fue una primera fuente desconfianza, leve, pero ya estaba “tocado” el gusanillo de la duda.

Más sobre el Opus Dei en mi recuento del año 1973.

Águilas del Zulia
Una de los asuntos que descubrí a mi regreso a Maracaibo fue el béisbol profesional venezolano. Inmediatamente me hice fanático del equipo local, las Águilas del Zulia. Creo que era porque en clase muchos comentábamos sobre los partidos y era un tema común de conversación. Había unas barajitas de cartón coleccionables de los peloteros de la liga y en las noches no me perdía las transmisiones de Radio Éxitos 980 donde narraban todos los juegos de las Águilas. El narrador principal era don Arturo Celestino Álvarez, El Premier. Los comentarios estaban a cargo de un señor que sabía mucho de este deporte, Luis Verde y las cuñas comerciales las hacía Oscar García, El Ventarroncito. La narración del juego comenzaba así:

El Café Imperial está servido, el turno es para Toby Harrah, short y abridor del equipo de la casa… El pitcher llevándose lentamente los brazos al pecho, impulsa sobre la goma… ¡strike cantado, el primero!

Cuando a alguien le daban base por bola,

¡La cuarta mala!, y el bateador se va tranquilo a primera con su par de zapatos Ciro’s 3.

Cuando ponchaban a alguien,

¡Strike tirándole!, el tercero, quedó colgado haciendo bombitas con el chiclet bomba Florida La Suiza, caramelos La Suiza, más de 40 años endulzando el paladar de los venezolanos.

Cuando un bateador llegaba a dos bolas, dos strikes y dos outs,

… y llegó el clásico 2-22, la capacidad exacta del cuartico Zulia.

Cuando alguien metía jonrón, decía

… la bola levanta y levanta, parece que va a ser un jonrón, eeeefectivamente, ¡jonrón!.

Si el inning terminaba con solo tres bateadores,

… y terminó el inning al paso de conga, 1, 2, 3. 

Con cierta frecuencia iba al estadio Luis Aparicio “El Grande” a ver los juegos, nos sentábamos en los laterales de primera base. Esta zona era buena porque la primera base es mucho más dinámica que la tercera, pero también era la zona de los apostadores. Habían muchas personas con “pacas” de billetes de baja denominación y antes de cada jugada alguien decía diez bolos a que lo poncha, y otro ¡decía aquí están los míos!, o más aún, ¡cinco a que el próximo lanzamiento es strike!, y alguin aceptaba la apuesta. Así eran muchos y era impresionante ver que después de cada jugada, se pasaban los billetes de unos a otros, y por supuesto, a cada rato se presentaban acaloradas discusiones que a veces terminaban en verdaderas peleas o “agarraítas” como decíamos en maracucho language. Después de una buena jugada, como la anotación de una carrera o de un jonrón, volaban por los aires los vasos de cerveza. Pero hubo una vez que en una de esas celebraciones le pegaron un “yelazo” (hielazo) a mi papá en la cara y esa fue la última vez que nos sentamos en los laterales de primera, desde entonces nos fuimos a los de tercera, zona infinitamente más tranquila.

Aunque nunca compré gorritas, franelas ni banderines de Las Águilas, creo que fui un verdadero fanático, no me perdía un juego por la radio, no me gustaban los días cuando no había juego, hasta me daba un poco de frustración los días de Navidad y Año Nuevo porque no había actividad beisbolística. A veces hasta llevaba la anotación del juego en cuaderno y me ponía bravo cuando escuchaba a alguien hablar mal del equipo o de alguno de sus integrantes.

Era la época cuando Richard Billings era el “mánayer” (manager) y era tan popular que me acuerdo haber visto en Panorama la noticia de que una familia le puso a su hijo recién nacido el nombre de Richard Billings González3, ¡y el mismísimo mánayer fue el padrino!. Otros jugadores de esa época eran Toby Harrah, Cuqui Rojas, Tom Grieve, Olinto Rojas, Larry Bittner, Ben Oglieve, y así. Lo más curioso es que el equipo casi nunca ganaba un campeonato.

Creo que fue ese mismo año cuando los Piratas de Pittsburg y los Rojos de Cincinnati hicieron un juego de exhibición aquí en Maracaibo, fui con mi papá, pero esta vez a las gradas o blitchers, no se si era porque eran muy caras las de laterales y sillas numeradas o porque se habían agotado y solo quedaban esas, pero lo cierto es que fue la única vez que vi un juego de equipos de grandes ligas. Allí estaban el gran Roberto Clemente y Pete Rose.

En el paseo que hicimos con la gente del Opus Dei a Caracas, nos llevaron a ver un juego en el estadio Universitario, hasta ahora es la única vez que fui, en esa oportunidad jugaron los Tiburones de La Guaria no me acuerdo contra quien, ¿supongo que contra los Leones de Caracas?. Nos sentamos en los laterales de tercera, y lo que más me impresionó fue ver el humo de los fumadores del lado de primera base, ¡tanta gente fumando!

Vacaciones de agosto 1972
El primer año terminó para mi con excelentes notas, todas las materias eximidas. Las vacaciones las pasé en casa, me levantaba tarde, a veces dormía hasta las 11 de la mañana, y cuando eso sucedía, los días se me hacían muy cortos. De vez en cuando íbamos a jugar béisbol de manera muy informal en el terreno que estaba frente a la casa de mi tía Adela en la urbanización la Estrella, habíamos chamos de “La Maracaibo” y de “La Estrella”, años después “nos quitaron” la cancha para hacer la placita que hoy está. También jugábamos en un terreno que había en la esquina entre la avenida 12 y la calle 66, donde luego construyeron la una gran casa, conocida como la casa de los Desetoro. Yo era uno de los mayores, y era líder jonronero, casi todos eran de primer año de bachillerato, y estaba en segundo. Yo siempre he sido medio malo para los deportes, pero en esas caimaneras me destaqué. Jugábamos con pelotas de las llamadas “espaldin”, en alusión a la más famosas de las marcas de pelotas, Spalding.

Boris Spassky y Bobby Fischer
Ese año hubo un revuelo mundial con la confrontación de ajedrez entre el campeón mundial Boris Spassky de la Unión Soviética y el retador estadounidense Bobby Fischer, fue una expresión más de la Guerra Fría y fue objeto de una extraordinaria publicidad mundial. No se en los demás países o lugares, pero en Maracaibo dio pie para que se desatara una fiebre por este juego, se veía gente por todas partes con sus tableros y piezas (yo fui uno), fue un momento estelar para el ajedrez, nunca he visto, hasta el sol de hoy (2018) nada parecido. Al final ganó Fischer 12 ½ a 8 ½, el campeonato se realizó en Reikiavik, la capital de Islandia, ciudad que muy pocas veces es protagonista en las noticias.

En la casa veía mucho, por las tardes, a eso de las dos, un programa de la empresa alemana UFA (Universum Film AG)  que se llamaba “El Mundo al instante” como trataba de cosas de muchos países, me gustaba verlos, uno de los documentales que más recuerdo fue la construcción de la represa de Asuán y la movilización de las estatuas y templo de Abu Simbel a orillas del Nilo. Seguí con mi lectura de libros de Julio Verne y mis escuchas de onda corta con el radio Grundig de 4 bandas, que también era un “picó” (pick up). A veces me quedaba hasta altas horas de la noche buscando emisoras de distintos países, pero siempre escuchaba a Radio Nederland, era mi favorita. Por cierto, este radio Grundig era de tubos, no era transistorizado, lo había comprado mi papá cuando vivíamos en Caracas y con este aparato fue que incursioné de manera seria al mundo del DX’ismo.

En 1972 comencé en serio con esto del DX’ismo4, en estas vacaciones por fin me decidí a enviarles mi reporte de escucha a Radio Nederland5 para obtener así una tarjeta QSL, la cual recibí muy emocionado en septiembre. QSL es también un código usado por los radioaficionados y que significa algo así como "confirmado", "recibido". Estas tarjetas eran como unas postales y con frecuencia tenían un diseño alusivo a la emisora. Fue la primera de una larga serie de estos mini certificados que recibiría desde ese entonces hasta unos cuantos años más. La correspondencia no solo  traía la tarjeta sino también una revista con información sobre Holanda y los aspectos técnicos de las emisiones de radio y su programación. 
También escuchaba con frecuencia, sobre todo en las tardes a Radio Habana Cuba, transmitiendo desde Cuba, territorio libre en América. Recuerdo la primera vez que escuché un discurso de Fidel Castro, me sorprendió mucho su voz, me pareció que no estaba acorde con el tamaño del personaje y toda aquella “áurea” de guerrillero. Realmente lo escuchaba como curiosidad, nunca le hice caso al contenido de sus largos discursos.

Una vez que confirmé que estas emisoras responden, le escribí también a La Voz de Alemania, conocida también como Deutsche Welle. Esta, aunque creo que no me envió una tarjeta QSL, si me envió mucho material sobre la emisora y sobre Alemania, ¡hasta un baderín!, el primero que obtuve. Siguieron otros como el de Office de Radiodiffusion Television Francaise (ORTF) y el que más me gustó, el de Radio Praga. También comencé mantener correspondencia con personas de Latinoamérica, como Cuba (muchísimos), Colombia, Chile, Argentina y Perú. Todos los días esperaba que el cartero me trajera correspondencia, y así por muchos años. Mi récord fue de 8 piezas postales en un solo día, pero seguramente no fue en 1972. 

Segundo año
En Septiembre 1972 entramos al nuevo año escolar, el segundo año. Las secciones se volvieron a fundir en dos, 2do año “A” y 2do año “B”, yo quedé en el “A”, y más o menos todos nos mantuvimos en las mismas secciones hasta finalizar bachillerato.

Por fin iba a cursar Historia Universal, y con un profesor extraordinario, el profesor José Ramón Avendaño. Todos los temas me resultaron interesantísimos. Investigaba mucho más de lo que nos daban en clase, por ejemplo, no sé como llegaron a mis manos unos libritos sobre los griegos que eran de mi tía María, de la época cuando ella estudió bachillerato, ¡par de libros solo sobre los griegos! Y especialmente la parte de las llamadas “Guerras Médicas”, las batallas de Salamina, Termópilas y Maratón. Los Egipcios, los romanos, la Edad Media… creo que es la materia que más disfruté en toda mi vida escolar. Recuerdo haber hecho un trabajo sobre Gremios y Sindicatos, me ayudó mucho a comprenderlos. Y creo que fue en 1er año, cursando historia de América donde el mismo profesor Avendaño me asignó hacer una presentación sobre Magallanes, para tal fin leí un libro completo de la biblioteca del Colegio que se llamaba “Juan Sebastián Elcano”, el primer hombre en darle la vuelta a la tierra, Magallanes murió en el intento cuando iba por las islas Filipinas. Años después leería la biografía del famoso navegante (Magallanes) escrita por Stefan Zweig.

Nuestro profesor guía era un hermano recién llegado a Maracaibo, y que realmente duró poco, tanto así que no recuerdo su nombre. Pero nos daba matemáticas. Este hermano tenía como práctica, hablar muy bajo cuando explicaba y los alumnos hablaban mucho entre sí, después cuando alguien preguntaba algo, decía ya lo expliqué y no me estaban prestando atención, estúdienselo por su cuenta y va para el examen. No era muy simpático, sin embargo, con él también me fue bien.

El delegado del curso fue el compañero Leonardo “Leo” González, quien fue reelecto todos los años hasta que terminamos bachillerato.

En los deportes
Lo más relevante en deportes fue sin duda las Olimpíadas de Munich 1972, la esperaba con cierta ansiedad. Compré un cuaderno para dibujar, Caribe, de los que traían una hoja semi transparente, para hacer un álbum con recortes de Panorama sobre las olimpíadas. No lo terminé, no se si sería por el impacto de la masacre de los atletas israelitas a manos de los terroristas del movimiento palestino llamado “Septiembre Negro”, pero si llené unas cuantas hojas. Y lo más resaltante en esos juegos, a mi modo de ver las cosas, fueron las siete medallas de oro de Mark Spitz, ¡y todas con record mundial!. El otro momento inolvidable fue cuando la URSS venció en el último segundo a Estados Unidos, 51 a 50. El juego había terminado, los americanos ganaron 50 a 48 , los soviéticos reclamaron que faltaban 3 segundos, el árbitro se los concedió y en los 3 segundos que faltaban los soviéticos encestaron una de 3 puntos para queda 51 a 50. Los americanos no asistieron a la ceremonia de premiación. Final basket ball Munich 1792 .


En la TV
Entre las series de TV que más veíamos era el Show de Carol Burnett, no recuerdo el canal, pero no dejábamos de verlo.

En el Cine
Una de las películas de más impacto fue El retorno al Planeta de los Simios.




NOTAS
1 La verdad es que ahora tengo dudas su eran checoslovacas o búlgaras, ya que aun que estoy casi seguro que eran checas, Varna es una importante ciudad búlgara en la costa del mar Negro.
2 Así también era llamado el Opus Dei, especialmente por sus miembros.
Realmente no recuerdo el apellido, coloqué “González” para no cortar la anécdota.
DX’ismo se pronuncia dieksismo, término que viene del mundo de la radioafición, y trata de captar emisoras lejanas, “D” de distancia y “X” de incógnita.

La dirección aun la recuerdo: Radio Nederland, Apartado postal 222, Hilversum, Holanda.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Primer gran viaje. Lima '80. Cusco. 11.

Cusco Pisaq, Valle Sagrado, Ollantaytambo 17 de agosto de 1980 Nuestro día comenzó con el despertar a las siete de la ma...