Primer gran viaje. Lima '80. Cusco. 11.

Cusco

Pisaq, Valle Sagrado, Ollantaytambo

17 de agosto de 1980

Nuestro día comenzó con el despertar a las siete de la mañana, tal como lo habíamos acordado, Agustín llegó a las ocho y media. Lo primero que teníamos pensado hacer era ir a comprar los boletos para de tren hacia Machu Picchu, y dos monjitas canadienses que también estaban en el hotel nos escucharon y nos dijeron: Si lo desean podemos comprárselo nosotras, vamos saliendo hacia la estación a comprar los nuestros para mañana. Los boletos había que comprarlos con un día de antelación, y la verdad es que nos ahorraríamos ese tiempo que podríamos invertir en nuestro recorrido por los alrededores de Cusco. Confiamos en ellas y le dimos el dinero.

Fuimos al Valle Sagrado de los Incas, que se extiende por la zona de un típico pueblo andino llamado Pisaq, a unos 30 km al noreste de Cusco. Íbamos bordeando el río Urubamba (1), las montañas que observábamos eran más bien áridas. Era domingo, día en que los campesinos de las cercanías bajan al pueblo a vender sus mercancías en la plaza, lo que convierte al pueblo en una especie de feria-exposición de productos agrícolas y artesanales, estos últimos, para los turistas que vienen aquí de muchas partes del mundo. Aunque hablamos de “cercanías”, algunos de los lugareños vienen caminando kilómetros cargando sus pesadas mercancías. Unos cinco kilómetros antes de llegar a Pisaq vimos a una señora llevando a cuestas su carga ¡y descalza! Según Agustín, esa señora había salido desde la madrugada para llegar al pueblo a tiempo para la venta. Varias veces nos detuvimos al borde de la carretera para tomar fotos al valle, al Urubamba y al pueblo que se veía a lo lejos.

Andenes Pisaq. Foto A.Gragossian 2018. Google Maps
Llegamos a Pisaq a las diez y media de la mañana, casi todo el pueblo está de la rivera norte del Urubamba. Agustín estaciona su auto y nos sugiere que fuéramos a ver las ruinas y caminar por los Andenes de Pisaq. Le preguntamos si vendría con nosotros, nos respondió que no porque “tenía que cuidar el carro”. Comenzamos por la plaza, donde había una gran cantidad de turistas comprando artesanías. No nos detuvimos, visitaríamos el mercado al regreso de los andenes. Debíamos apurarnos porque a las doce del mediodía se celebraría en la iglesia una misa en quechua y queríamos vivir esa experiencia, alguien nos dijo que había personas (turistas) que grababan estas misas para tenerlas como recuerdo del servicio religioso en runa simi.

Aun sin saber bien lo que eran los andenes, ni lo que íbamos a encontrar allí, comenzamos a buscar “el caminito” ¡y los encontramos! Junto a nosotros tres muchachas y un muchacho, todos peruanos. También vimos a otros alquilando caballos ¡qué vagos!  Comenzamos nuestro ascenso, en partes “penoso” especialmente para Gesualdo, por el que tuvimos esperar varias veces. Pasamos por senderos angostos, puentecitos, y curvas
Andenes Pisaq. Foto P. Westoo 2017. Google Maps
muy cerradas, verdaderos zig zags. Encontramos personas que hablaban de las ruinas, vimos algo que parecían ser, ya casi llegábamos, nos dio ánimo para seguir caminando. Gesualdo caminaba con las muchachas y aún así, ellas de vez en cuando tenían que esperarlo, el muchacho que iba con ellas se adelantó bastante, casi lo perdíamos de vista.

Camina que camina, siempre en ascenso, orillada en un lugar del punitivo sendero, encontramos a una exhausta gringa, casi desmayada por el cansancio o quizás por la altura o por la combinación de ambas circunstancias, le dimos ánimo para seguir, pero no fue mucho lo que nos escuchó.

De vez en cuando nos deteníamos a observar el maravilloso panorama del Valle Sagrado, llamado así por los sembradíos de maíz, alimento sagrado para los incas. La plaza del pueblo se veía completamente llena. Dirigimos nuestras miradas hacia arriba y nos dimos cuenta que las ruinas, la meta, estaban ya bastante cerca, dato este que nos impulsó a echar el resto de nuestras menguadas fuerzas. Luego de una curva, aparecen unas terrazas de piedra ¡los andenes!, por fin entendí de qué se trataba todo esto: ¡terrazas para sembrar maíz!, llegamos a una escalinata muy empinada con peldaños muy altos, como para gigantes, estrecha y muy larga, quizás de un centenar de metros, respiramos profundo y comenzamos el “asalto final”… ¡llegamos!. En el lugar había un fortín con su atalaya, supuse que se trataba de un punto de observación para el resguardo de los andenes. Gesualdo se veía aun muy lejos, las muchachas ya habían comenzado a subir la escalinata, pero nuestro compañero ni eso, decidimos esperarlo y mientras lo hacíamos, unos turistas europeos que venían bajando nos dicen: estas no son las ruinas principales, tienen que seguir subiendo. ¡Puff, qué desilusión!, había que seguir, encontramos un atajo, lo seguimos y ya al borde del desfallecimiento, llegamos a la ciudadela principal. Fue como haber coronado el Everest. Nos tiramos al piso mirando hacia el cielo infinito, pensando en nuestra gran hazaña, ¡lo habíamos logrado!, ¡vencimos la montaña!, en ese estado de éxtasis escuchamos una voz de mujer ya entrada en años, al principio parecía un susurro ininteligible que venía desde quién sabe que misterioso rincón de estos místicos parajes ancestrales, luego la voz se fue aclarando, hasta que se escuchó perfectamente: Coca Cola, Coca Cola… agua para refrescasrse… ¡Una señora indígena vendiendo refrescos!, ¿cómo logró llegar hasta ese sitio? ¿y cargando su mercancía?, los vendía solo un poco más caros que en el pueblo, yo los hubiese vendido hasta por diez veces su valor, el esfuerzo de llegar hasta allí lo justifica. Le compramos las Coca Colas, era las últimas que tenía y nos dice las vendí todas, voy al pueblo a buscar más. Quedamos atónitos con la fortaleza de esta señora, cuando al poco tiempo comenzamos a ver a otros turistas, casi todos ancianos, pero ¿qué es esto?, nosotros jóvenes, en good shape, a penas si pudimos llegar a la cima, y cómo es que estas personas a su edad también lo hicieron. Caminamos un poco más y se resolvió el misterio, por el otro lado de la montaña había una carretera y una buseta estacionada, así habían llegado los “viejitos”.

Estos turistas estaban guiados por un muchacho peruano que casualmente era un conocido de una de las muchachas que habían subido con nosotros, y nos dijo que si queríamos nos uniéramos al grupo porque iba a dar unas explicaciones sobre el lugar, pero en francés. Así lo hicimos, entre lo que le pude entender es que las casas que estábamos viendo eran de los sacerdotes y de la realeza, ¡fin de lo que entendí!

Ya eran más de las once y media de la mañana, ya no había posibilidad de asistir a la misa en quecha, bajamos por otro camino, seguimos encontrando ruinas, pero esta vez no nos detuvimos, bajamos casi trotando, estábamos preocupados por Agustín, ya tenía mucho tiempo esperándonos.

Mercado artesanías. Foto V. Bakhmutov. Google Maps
Pusimos pie en Pisaq y lo primero que hicimos fue ir a la plaza a sumergirnos en el mar de puestos de ventas de artesanías y víveres en general. Nos topamos con un personaje que tocaba un extraño instrumento parecido a un ukulele, pero la caja era el caparazón de un armadillo. Nos entretuvimos viendo los diferentes tipos de mercancía, pero con especial atención a las artesanías, objetos de plástico, tapetes hechos de piel de llama, cerámica y cosas por el estilo. Nos tomamos nuestro tiempo, cada quien compró “alguito”.

Agustín, que nos había esperado con mucha paciencia, nos dijo: dejamos a Pisaq para ir hacia Ollantaytambo. Pasamos por el pueblo de Urubamba, nuestro guía nos recomendó almorzar en el Hotel de Turistas de allí, donde los domingos se podía almorzar en una especie de all you can eat por una suma fija. Nos pareció buena idea, llegamos al hotel, la entrada fue de 1200 soles (casi 4 dólares, 17 bolívares). El lugar estaba lleno de personas, casi todos turistas. Comimos hasta quedar hartos, con cafecito incluido. Cuando nos disponíamos a salir, llegó una delegación de unos veinte japoneses, muy elegantemente vestidos, al estilo occidental. Se sentaron en unas mesas, y en unos instantes aparecieron unas muchachas muy jóvenes con vestimenta local a bailar danzas folklóricas, nos quedamos a ver el espectáculo. Muy bonito.

A las dos y media de la tarde llegamos a Ollantaytambo, que es el pueblo más incaico que visitamos. El idioma más escuchado es el runa simi (quechua), los apellidos de las
Ruinas Ollantaytambo. Foto P. Truong. 2018. GMaps
personas también lo son en este lenguaje. Cerca del pueblo están las famosas ruinas de Ollantaytambo, que como es usual para llegar a ellas hay que subir unas muy luengas escalinatas y sus laberínticos pasadizos, comenzamos a subir, ir de acá para allá, todo estaba completamente lleno de turistas. En uno de esos caminitos nos encontramos con unas de esas casetas que probablemente eran puestos de guardias, tenían una serie de ventanas. Agustín nos sugirió que entráramos y sacáramos las cabezas cada quien por una ventana y que él nos tomaba una foto así, no me gustaba mucho la idea, pero para complacer a nuestro guía, así lo hicimos. Unos alemanes que vieron lo que hacíamos, esperaron su turno para ellos hacer lo mismo, les había dado mucha risa vernos en esa pose.

Entre las cosas que recuerdo del lugar, fue una pequeña construcción encajada en media montaña donde estuvo presa una princesa hija de Ollantay. En el cerro de enfrente había otras construcciones muy bien conservadas que al parecer habían sido usadas como cárceles. Había dos, una para hombres y otra para mujeres. Los sentenciados a muerte eran lanzados por los precipicios que por allí abundaban. A lo lejos estaba una montaña, hacia el otro extremo, donde extraían las piedras para la construcción de las terrazas, escalinatas, templos, fortalezas, cárceles y demás, que conforman este complejo de Ollantaytambo. Y según se dice, pudo haber sido más grande, pero todo fue interrumpido con la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI.

En el camino de regreso a Cusco, Agustín nos venía contando la historia del lugar. El nombre del sitio significa “Lugar de reposo de Ollantay”, y Ollantay era un famoso guerrero inca, muy importantes, era algo así como un ministro de defensa o un general en jefe de los ejércitos. Era muy amigo del Pachacútec, el rey supremo, de quien era su mano derecha y lo quería como a su propio hijo. Ollantay se enamoró de la hija de Pachacútec, Cusy Coyllur, amor prohibido ya que Ollantay era de origen humilde. Pidió su mano, pero el rey se la negó. De ese amor furtivo, nació la Ima Sumaj. Al descubrirse la relación entre Ollantay y Cusy Coyllur, éste es expulsado de la corte y la muchacha, encerrada en un calabozo. Comienza una lucha entre los seguidores de Pachacétec y los de Ollantay, este último toma como cuartel general el lugar que hoy se conoce como Ollantaytambo. Pasaron los años, Pachacútec muere y le sucede Túpac Yupanqui, quien mediante una artera acción logra capturar a Ollantay, luego es perdonado y le son conferidos puestos más altos. Ollantay se reencuentra con su amada Cusy Coyllur en un apasionante episodio, dando feliz término a la historia. Años después me enteré que esta historia la tomó Agustín de un drama originalmente escrito en quechua de autor anónimo.

El camino de regreso fue muy interesante, las grandes montañas, los ceibos, los retamales y demás elementos del reino vegetal que adornan y dan vida a esta región de los Andes peruanos.

A las seis de la tarde, ya en Cusco, nos despedimos de Agustín y de una vez nos dirigimos al teatro de danzas folklóricas. Yo había preguntado por las misas y me dijeron que a las ocho y media había una en la iglesia de La Merced, ¡podíamos hacer las dos cosas!

Llegamos a buena hora al teatro, pero ¡se acababa de ir el servicio eléctrico! (como decimos en Venezuela ¡se fue la luz!), sin embargo, las expectativas de que regresara eran altas ya que aún sin luz, vendieron los boletos para la próxima presentación. Tal como lo esperaban los organizadores, se restableció el servicio eléctrico, se abrieron las puertas, hicimos el esfuerzo por sentarnos en primera fila para tomar buenas fotos ¡y lo logramos! (lo de sentarnos en primera fila, no lo de las fotografías). Justo frente a nosotros estaban los músicos, todos ellos nativos, a nuestro lado había una familia de turistas europeos, en realidad casi la totalidad de los espectadores eran turistas. El teatro se llamaba Teatro Folklórico de Qosqo, y desde hacía unos 25 años se hacían allí presentaciones folklóricas diarias de las diferentes regiones de Perú. Las explicaciones se hacían en español e inglés. Salimos muy satisfechos con el espectáculo, especialment
Teatro Municipal. Google Maps 2015.
e con la interpretación de “q’enistas” del Condor Pasa.

Salí del teatro casi a las ocho y media, ¡la misa!, salí corriendo hacia la iglesia de La Merced dejando atrás a mis compañeros, cuando al fin llegué encuentro al monaguillo cerrando las puertas del templo, ya no había más misas en todo Cusco, ¡buéh, Dios sabe que lo intenté! Como aún era relativamente temprano, nos fuimos a caminar por las callecitas del casco central, había muchos turistas también por aquí y por allá, unos caminando, otros en grupos conversando, nos acercamos a uno de estos y José Manuel escuchando a uno de los tertuliantes dice ese es venezolano, ¡es más, de Caracas!  Le preguntó y efectivamente era un caraqueño que estaban recorriendo Sudamérica. Era de nuestra edad y se llamaba Roberto Mora, vivía en Puerto La Cruz, pero estaba estudiando arquitectura en Caracas. En una de esas pausas de nuestra conversación nos pregunta ¿cómo hacen ustedes para soportar el frío?, ¿no tienen penquitas (2), ¡yo si tengo la mía! Nos pidió cigarrillos Astor, muy famosos en Venezuela por aquellos tiempos, le dijimos que ningunos de nosotros fumaba… bueno, seguramente le pareció que nosotros éramos unos zanahorias aburridos y perdió interés en seguir en nuestra compañía. Según nos dijo, tenía familiares importantes en Venezuela, y gracias a eso había logrado recomendaciones para las embajadas de varios países latinoamericanos, lo que lo ayudaba en su recorrido. El día anterior había estado en Machu Picchu, aprovechamos por preguntarle si era muy frío, y nos dijo ¡nada de frío! Está en una zona sub tropical, no a mucha altura.

A las diez ya estábamos de regreso en nuestro hotel, con la ansiedad de que amaneciera rápido, al día siguiente llegaríamos al clímax de nuestro viaje: ¡la ciudad sagrada de los incas, Machu Picchu!



NOTAS:
(1)   Desde su nacimiento hasta el pueblo de Urubamba, el río recibe el nombre de Vilcanota, luego se le conoce como Urubamba, Urupampa que en quechua significa Meseta de arañas,
(2)   Penquita, uno de los nombres populares para la marihuana.

Primer gran viaje. Lima '80. Llegada a Cusco. 10.


Llegada a Cusco

Q’enco, Pukapukara, Tambomachay, Sacqsahuamán, Cusco

16 de agosto de 1980

Muy temprano, a las cuatro y media de la mañana ya estábamos preparándonos para ir al aeropuerto. A algo más de las 5 am tomamos el taxi que nos llevaría al aeropuerto y veinte minutos después arribamos a la terminal aérea que lleva el nombre de uno de los pioneros de la aeronáutica peruana, Jorge Chávez Dartnell (1887-1910). Bonito, agradable y moderno tres de las características que más me impresionaron a primera vista.

Ya teníamos gente por delante en la cola para hacer el registro en el vuelo, hicimos la cola, y cuando me estaban atendiendo, la encargada me dice que habían trasladado a otro vuelo que saldría media hora más tarde, porque debido a la cantidad de personas que iban a Cusco, la aerolínea se vio en la necesidad de habilitar el vuelo 431A. José Manuel y Gesualdo si habían logrado entrar en el vuelo original, el 431, le comentamos a la empleada que los tres viajábamos juntos, muy diligente la muchacha, me dice: esperara por allí cerca. Ella seguí chequeando personas, los puestos se iban llenando y cuando faltaban tres puestos me dice: páseme el pasaje rapidito y así me dio un lugar en el vuelo 431, y casualmente, al lado de Gesualdo.

Nuestro Boeing 727 despegó a las 6:45 am hacia Cusco, uno de los lugares más interesantes de todo nuestro viaje. Me tocó la ventanilla del lado derecho, pero todas las cosas relevantes ¡se veían por la ventanilla del lado izquierdo!, los picos nevados, la ciudad de Ayacucho y así. El viaje estuvo muy bien, medio desayunamos en el avión y a las 7:35 am aterrizamos en lo que una vez fue la capital del imperio incaico. ¡Menos de una hora!, y como ya fue dicho, en autobús el trayecto se hacía en 36 horas. La aeromoza anuncia que la temperatura en la ciudad era de 10 grados centígrados, al escuchar eso, entró en mi cuerpo una sensación de frialdad polar.

El aeropuerto de Cusco, contrario a mi idea, también era un lugar muy agradable y moderno. Recogimos nuestro equipaje y muchos niños se aglomeraban a nuestro alrededor a entregarnos tarjetas y volantes de hoteles, pero eran de los más costosos. Tomamos un taxi para que nos llevara hasta el centro de Cusco, se notaba que el señor tenía experiencia con el trato de turistas, se llamaba Agustín Torres y tenía el aspecto de los habitantes autóctonos, por supuesto, hablaba también en quechua (runa simi). En pleno camino nos dice que él nos puede servir como guía para varias “excursiones” que ya estaban estandarizadas, al principio no le hice caso alguno, siempre pensando en que podíamos ir a cualquier sitio por nuestra cuenta, pero José Manuel se interesó, le preguntó el costo y la verdad es que no nos pareció caro, nos ahorraría mucho tiempo y además tendríamos explicaciones que quizás no las encontraríamos en libros ni folletos turísticos. De todas maneras, no le dijimos ni sí, ni no. Llegamos a la ciudad, comenzamos a buscar hotel por aquí, por allá, siempre con Agustín, finalmente este nos ofreció su casa por dos dólares diarios, yo lo tomé en cuenta y hasta pensé que podría ser nuestra salvación, pero a los demás no les gustaba la idea. Seguimos buscando y por fin encontramos un hotel adecuado, Hotel “El Ángel”, preguntamos por el precio y nos dijeron 9.500 soles (34 dólares), les dijimos que estaba muy caro, y cuando nos estábamos devolviendo, nos dijeron: Esta bien, esta bien, se los dejamos en 6.900 soles (25 dólares), todavía caro, pero dado que la rebaja fue sustancial y pensando en que quizás todos los hoteles de esa categoría estarían por ese nivel de precios, decidimos quedarnos allí. Cusco estaba muy comercializado, y como con frecuencia pasa en los sitios turísticos, se aprovechan del turista.

Agustín nos acompañó a la habitación y allí nos terminó de convencer para que aceptáramos sus servicios como guía en los recorridos que ya tenía preparados. Salimos pues, a visitar algunos de los alrededores de Cusco. Aprovechando que Agustín hablaba quechua, le preguntaba por el significado de muchas cosas, empezando por el nombre de la ciudad, el cual hasta ese momento creía que se escribía con “z”, lo había visto escrito de las dos formas, con “z” y con “s”. Me contó que el nombre en quechua es Qosqo, que significa “ombligo”, porque, así como el ombligo es el centro del cuerpo humano, este centro poblado era el centro del Imperio Inca, el centro del Universo (1). Desde entonces siempre escribo con “s” el nombre de esta ciudad.

La carretera se adentraba por la montaña, y así seguimos algún tiempo, hasta que repentinamente, luego de una curva ¡una manda de llamas!, las primeras que veía en mi vida. Nos detuvimos a tomarnos unas fotos, lo hicimos en volandas porque nos habían dicho que los “nativos” salen de todas partes a pedir one dollar, o mejor dicho guan dólar, por dejarse fotografiar a ellos o a sus animales. A mi me dio tiempo, pero cuando le iba a tomar la foto a José Manuel, ya venía una señora con la mano estirada. En ese instante llegó una buseta llena de turistas europeos, casi todos de la tercera edad, quienes también se bajaron a tomar fotos a las llamas y alpacas, también hay vicuñas, pero debo decir que nunca logré diferenciar unas de otras. La lana de alpaca es de mejor calidad que la de llama y se vende a un precio mayor, aunque la de vicuña es superior, pero estaba prohibida su comercialización ya que se encontraba en peligro de extinción. Solo se conseguían artículos hechos con lana de vicuña en el mercado negro. Según nos dijeron, estos tres animales escupen cuando se ponen bravos. Nunca vi alguno hacer eso.

El camino nos llevó hasta un lugar llamado Q’enko, el sitio es considerado una “huaca” o lugar sagrado para los antiguos incas. Agustín nos dijo que la pronunciación de la palabra
Q'enko. Foto James Presto 2007.
comienza con un chasquido, succionando aire por debajo de la lengua, es un fonema muy utilizado en ruma simi, otra palabra famosa con igual sonido es la flauta conocida como Q’ena. Cuando llegamos al sitio casi no había nadie, nos habíamos adelantado bastante al busito que venía con los turistas que nos habíamos encontrado fotografiando las llamas. Q’enco parece algo así como un anfiteatro con u gran monumento monolítico en el centro, parecía como un menhir. Según Agustín, algunos piensan que se trata de la representación de un puma sentado, otros aseguran que es un monumento fálico, la verdad es que ¡de puma no le vi nada!, estoy más de acuerdo con la segunda teoría. En otra gran mole pétrea encontramos, en la parte superior, algunos aspectos interesantes, entre ellos un “caminito” de unos tres centímetros de ancho en forma de zig zag, y que es lo que realmente se llama Q’enco (2). Este curioso canal comenzaba con un pequeño recipiente donde se vertía chicha, la cual hacía por gravedad el recorrido por el ya mencionado zig zag, al final había una bifurcación, si el líquido tomaba la vía izquierda significaba que ese año sería bueno para las cosechas, y si tomaba el de la derecha, entonces sería un mal año.

Hay otra serie de elementos cavados en la cima de la roca, uno de ellos lo usaban para probar la virginidad de las mujeres, se traba de un hueco ancho, como un plato de sopa donde la mujer sospechosa debía orinar, si el líquido sobrepasaba la capacidad del agujero significaba que no era virgen y muchas veces, el no ser virgen le costaba la vida. En la parte inferior había una serie de pasadizos que conducían a un altar. Justo al terminar nuestro recorrido en Q’enco, llegó el bus de los turistas.

Continuamos nuestro recorrido dirigiéndonos hacia un lugar llamado Tambomachay, pero en la vía nos encontramos con otro punto de interés, las ruinas de Pukapukara. Nuestro
Pukapukara. cuscoperu.com
guía nos dijo que una especie de aduana, o lugar que vigilaba el famoso Camino Inca, el cual todavía existe. Era un paso obligado y según parece, también cobraban peaje. En runa simi, puka significa “rojo” y pukara, “fortaleza”, todo junto: “fortaleza roja”. El lugar no muy grande, de manera que fue poco el tiempo que estuvimos allí, pero no sé por qué pero el nombre de “pukapukara” se me grabó y con frecuencia lo repetía en todo el resto del viaje (hasta Maracaibo).

Antes de llegar a Pukapukara nos encontramos con un muchachito que vendía suéteres como los que habíamos visto en Lima y que muchos turistas europeos tenían, de esos de lana de llama o alpaca. Pensaba que costarían unos 200 bolívares, le pregunté y me dijo el equivalente a 40 bolívares, ¡qué ganga!, ¡ni se me ocurrió ponerme a regatear!, se lo compré incontinenti. José Manuel también se compró el suyo, pero para la talla de Gesualdo, nuestro vendedor no tenía, pero salió corriendo a su casa y trajo el adecuado. Las chompas a ellos le costaron 60 bolívares, no se si sería porque eran de alpaca y la mía de llama o viceversa, como no sabía la diferencia no me importó mucho. Estábamos muy contentos con nuestras chompas, ¡yo no me la quité si no al llegar a Cúcuta!

¡Tambomachay!, el gran complejo de grandes piedras increíblemente bien “engranadas”, no es justo llamar a este lugar “ruinas”, casi todo está en perfecto estado. De una de las
Tambomachay. Foto Tony Dunnel.
líteas paredes (3) salían unos chorritos de agua fría que viene del centro de las montañas y siguen por interminables sistemas de canalización que llevan el agua por kilómetros y kilómetros. Para acceder al lugar había que pagar, no recuerdo cuánto, pero los estudiantes peruanos tenían una tarifa menor, y Agustín que era amigo del portero, le dijo algo en quechua y nos aplicó la tarifa estudiantil. Según nuestro guía, Tambomachay significa “Templo del agua”, pero consultando mi diccionario quecha – español, me enteré que tambo es “posada”, lugar de descanso. Hay otros “tambos” como Limatambo, Ollantaytambo, y así. Machay significa “gruta”, “cueva” (4).

Dejamos Tambomachay y nos dirigimos a una de las más famosas ruinas incas en las cercanías de Cusco: Saqsayhuamán, que significa “Halcón sacíate” (5). Está a una altura de 3700 metros sobre el nivel del mar, es decir, a 300 metros sobre el nivel de Cusco y domina todo el valle, es pues, una fortaleza para proteger la capital imperial. En la parte
Saqsayhuamán. Google Maps (W.Vaca, 2016)
posterior, que es por donde se entra (al menos en 1980), existe un gran terreno plano y cubierto por una especie de césped, el lugar es realmente grande, en uno de sus bordes hay unas pequeñas lomas y en el otro una muralla de piedras enormes y colocadas con una increíble habilidad para que encajen perfectamente unas con otras, algunas de estas piedras miden como siete metros de altura y unos dos metros de ancho, algunas tienen hendiduras por donde los constructores las agarraban para poder moverlas. En esta explanada hacía fiestas y rituales, actualmente se realizan durante el solsticio de invierno, el 24 junio de cada año, el festival llamado Inti Raymi, la fiesta del Sol. Inti es la palabra en quechua para “sol”. Fuimos hasta la piedra donde nos habían dicho que en la antigüedad había incrustada en la roca una culebra de oro, pero que fue removida por los españoles en la época de la conquista. Al fondo vimos una especie de círculo de piedras que era la base de una torre de unos diez metros de altura, el diámetro del círculo era de cuatro metros, tenía forma de cono truncado, que según se dice, estaba recubierta de oro. Estar en Saqsaywaman realmente impresiona y ¡hasta hace pensar en extraterrestres!, porque la verdad es que las piedras están demasiado bien trabajadas y esas rocas son durísimas.

Entre los pequeños incidentes que nos ocurrieron en el lugar, recuerdo el de unos “sangüiches” (sándwiches) que le compramos a una señora indígena en la entrada principal. Eran hechos con un pan andino, redondo, creo que eran de jamón y la señora nos pregunta ¿les echo picantito?, bueno échele, le respondimos. La señora le pone una especie de ajíes o algo parecido y cuando le “meto” el primer mordisco… ¡candela pura!, los labios casi me estallaban, me “bajé” completa una botella de Sprite para pasar el ardor, la señora al ver mi reacción comenta les ¡dije que era picantito, pues!.

Al salir me quedé viendo artesanías, me acerqué a una de las señoras indígenas que vendían sus productos, me llamó la atención una pequeña llama de piedra negra, comienzo a regatear por el precio, y cuando estábamos en eso, la señora se levanta la blusa y con toda tranquilidad comienza a darse unos tironcitos en uno de los pezones de sus mamas, ¡y me seguía hablando!, hasta que le trajeron a un bebé para que lo amantara. ¡Cosas que se ven por el mundo!.

A las doce y media de la tarde regresamos al hotel, nos despedimos de Agustín hasta el siguiente día y a eso de las dos de la tarde salimos a da un paseíto por Cusco. La ciudad, al menos en el casco central es muy pintoresca, interesante y hermosa, muy colonial. Las
Calle Loreto. Google Maps (R.Rubalcava, 2017)
casas típicas están construidas sobre bases de grandes piedras, así como en Saqsayhaman, también extraordinariamente bien encajadas. Las bases pertenecían a las construcciones originales de los incas, los españoles hicieron sus casas sobre sus bases, es decir, los españoles construyeron su “Cuzco” sobre el antiguo “Qosco”. Casi todas las paredes son blancas y las calles estrechas, sobre todos las más clásicas, como la calle Loreto, esta iba desde la Plaza de Armas hasta casi llegar a nuestro hotel.

La Plaza de Armas estaba en muy buenas condiciones, muy agradable, con sus pinitos, caminerías limpias y con banquitos metálicos que, por las noches, para sentarse había que calentarlos primero por frotación. La plaza y sus alrededores estaban llenos de turistas, dando la impresión de que el idioma menos hablado en Cusco es el español, ya que los turistas hablaban en inglés, alemán, francés o italiano y los nativos en quechua.

La Catedral y Plaza de Armas. Google Maps 2015.
Intentamos ir a la Catedral, pero había que pagar para entrar, y como nos dijeron que si íbamos a misa en la mañana podíamos entrar gratis, lo dejamos para el día siguiente. La entrada incluía la visita a una especie de museo que estaba dentro de la iglesia, en un sótano, teniendo como tema a El Inca Garcilaso de La Vega. Nos comentaron que la iglesia tenía un inmenso altar de plata. De allí fuimos al Convento de La Merced, tiene muchas pinturas interesantes y una custodia de oro puro con incrustaciones de rubíes y diamantes.

En el sitio vi a dos muchachas muy bonitas, unas de las cuales tenía una pequeña donde iba anotando algo, quizás describiendo lo que estaba viendo, pensé que era una liceísta haciendo un trabajo para educación artística o algo así. Nos las encontramos en diversos lugares de Cusco, probablemente iban haciendo un recorrido similar, es como cuando una va de iglesia en iglesia los jueves santos. Pero lo extraño es que solo eran ellas, a nadie más.

A eso de las cinco de la tarde fuimos al Museo Histórico Regional, estaba en una gran
Museo Regional. Google Maps 2015.
casa colonial que incluía pinturas y objetos de los incas y de personas importantes de siglos pasados.

Al salir del museo, nuestros estómagos comenzaron a reclamar derechos, ¡hora de cenar!, le preguntamos al portero del museo dónde podíamos comer y este nos dio la dirección de un restaurant llamado Tip Top, luego de unas “vuelticas” lo encontramos, era un restaurant muy pequeño, nos sentamos cerca de la puerta principal. Pedimos lomo salteado por el módico precio de 220 soles, es decir ¡menos de un dólar!, pedimos unas cuantas cositas más y la cuenta por los tres salió en 1200 soles, escasos 4 dólares y medio ¡y quedamos full! A nuestro lado estaba la dueña del local hablando con un señor, al terminar, se acercó a nosotros, era bastante joven, de unos treinta años, de cara muy simpática, se me pareció a Sally Field cuando trabajaba como La Novicia Voladora (The flying nun). Tenía dos hijas, una de once años y la otra de tres, la menorcita se encariñó con nosotros, especialmente con Gesualdo, que se la pasaba haciendo morisquetas, hasta comenzó a bailar. La mayor estaba encargada de la caja y cuando fui a pagar le regalé algunas monedas de Venezuela.

Seguimos caminando por el centro de Cusco, un ambiente realmente internacional, como
Calle Santa Catalina Angosta. GMaps 2015.
ocurrió muchas veces en nuestro viaje, Gesualdo comenzó a sentirse mal del estómago, y se fue casi corriendo al hotel. Eran casi las ocho de la noche, pasamos frente a una discoteca llamada El Muki, en la calle Santa Catalina Angosta, no entramos porque nos pareció que se vería extraño a dos muchachos entrando a una discoteca. Pasamos por la plaza de Armas muertos de frío, a esa hora todavía había muchos turistas deambulando por esas callejuelas, al igual que nosotros. Entramos a un edificio viejo que estaba abierto frente a la plaza al cual entraba gente de vez en cuando, vimos una estatua y una placa que decía Universidad de Cusco, no quisimos seguir, estaba muy oscuro y pasamos al edificio de al lado donde había un mercadito de artesanías, estuvimos un buen rato allí, José Manuel compró unos platos decorados para su mamá, a las nueve regresamos al hotel, vimos algo de televisión y nos acostamos.




NOTAS.
(1) Hay otras explicaciones sobre esta toponimia. Una dice que viene del aimará, de la frase quscu wanka, “peñón de la lechuza”. Garcilazo de La Vega (El Inca), fue quien popularizó la versión del ombligo. (Artículo sobre Cuzco en Wikipedia, consultada el 16.02.2020).
(2) En Wikipedia dice que “laberinto”, aunque más o menos es el mismo sentido. (Artículo sobre Quenco en Wikipedia, consultada el 23.02.2020).
(3) Estoy inventando esta palabra, viene del griego λθος. “piedra”, es decir, “líteo” es lo mismo que pétreo, de piedra.
(4) Así lo escribí en 1980, pero ahora (2020) revisando el diccionario de runasimi.org, encuentro otros significados además de cueva, y los más relevantes son “ebriedad”, “borrachera”, “embriaguez”. Será que Tambomachay es la “posada/lugar para emborracharse”.
(5) En Wikipedia se dice que saqsay significa “satisfecho” y waman, “halcón” (consultada el 01.03.2020). En el diccionario aulex.org también se dice que waman significa “águila real” (consultada el 01.03.2020). En el diccionario en línea runasimi.org incluye la traducción “gavilán” para waman.

Primer gran viaje. Lima '80. Llegada a Lima. 09.


Llegada a Lima

15 de agosto de 1980

Con los primeros rayos de la aurora, del viernes 15 de agosto, llegamos a Lima, hito principal de nuestro periplo, pero esta vez era solo un toque técnico ya que nuestro destino a estas alturas del viaje era Cusco y dar un primer vistazo a la capital peruana. A las siete de la mañana ya estábamos en el terminal Roggero, hacía frío afuera y a pesar de que había dormido durante prácticamente todo el recorrido, estaba cansado. No recuerdo nada del trayecto, solo que me embarqué en Trujillo y me desperté en Lima. José Manuel llamó por teléfono a una muchacha que había conocido en un viaje a Miami y a la que había contactado por correo con la idea de tener a alguien que nos guíe en Lima. Se llamaba Carmen Luisa Ghio. Siempre es bueno tener conocidos en todas partes, especialmente si estamos en una parte en la cual se es un forastero. Nos dijeron que Lars, el esposo de Carmen Luisa nos iría a buscar al terminal.

La espera de Lars se hizo larga, hasta me quedé dormido sentado abrazado al morral. Por fin nuestro amigo llegó a las ocho y media de la mañana, me despertaron, al intentar levantarme casi me caigo, tenía la pierna izquierda completamente acalambrada por haber dormido en mala posición. Lars era un tipo de ascendencia sueca, alto y de barba, vestía elegantemente cuando nos fue a buscar, ¡estaba trabajando!, laboraba en una empresa de aceros especiales que su padre había fundado había fundado hacía algunos años, a pesar
Gran Hotel. Google Maps 2013.
de verse mayor, ¡solo era un par años más viejo que yo! Así las cosas, salimos en el pequeño automóvil de Lars a buscar algún hotel donde hospedarnos. Le comentamos que buscábamos un hotel no muy costoso, pero que tuviera baño y agua caliente. Fuimos a varios, algunos no tenían habitaciones disponibles y otros no tenían baño. En ese plan estuvimos más de una hora, ya nos estaba dando vergüenza con Lars, quien parecía que había dejado el trabajo para estar con nosotros. Así encontramos el “Gran Hotel” en la avenida Abancay, no tenía baño en las habitaciones, pero total, solo íbamos a pasar una noche allí, al siguiente día estaríamos rumbo a Cusco. El costo de la habitación fue de 3850 soles (unos 14 dólares).

Nos despedimos de Lars, quien antes de irse nos dijo que nos vendría a buscar a la una de la tarde para almorzar en su casa con Carmen Luisa.

Aprovechamos la mañana para “dar unas vuelticas” por los alrededores, entramos al City Bank a cambiar algunos cheques de viajero y después al correo donde por fin pudimos enviar las postales. Nos encontramos con la majestuosa Plaza San Martín y los magníficos edificios clásicos que la rodean, ¡parecía que estuviésemos en Madrid! Las aceras eran
Plaza San Martín. Google Maps 2013.
muy anchas plenas de vendedores de revistas y libros usados, en uno de ellos encontré varios ejemplares de la revista “El Popola
Ĉinio”, ¡en esperanto!, el idioma que hacía un par de años había comenzado a estudiar, eso sí que fue una gran sorpresa. Costaban 50 soles, así que le dije al vendedor: si me las dejas en 40 soles te compro 10, ¡trato hecho!, me imagino que estaría contentísimo (yo también), ¿quién iba a querer comprar unas revistas en un idioma tan extraño? Dejé las revistas en casa de Lars y Carmen Luisa, pesaban mucho y las recogería al regreso de nuestro viaje a Cusco. Días después, cuando me iban a devolver las revistas Lars me pregunta por el extraño idioma, pensó que podría ser rumano, o algún dialecto del italiano o del español, tuve que explicarle lo que era esperanto, como me gusta decir: La plej perfekta kaj praktika lingvo internacia (la más perfecta y práctica lengua internacional).

Como a la una y treinta llegamos a la casa de los padres de Carmen Luisa, donde vivía también Lars, ya que aún no habían comprado su casa, estaban en esas diligencias). La casa estaba situada en una zona bastante exclusiva de Lima llamada “La Molina”. Era una hermosa casa, grande, elegante y con piscina. Allí finalmente conocimos a Carmen Luisa (José Manuel la conoció en un viaje a Miami el año anterior). Ella era una muchacha muy bonita, simpática y de nuestra edad, nos presentaron a Silvia, una amiga de Carmen Luisa. Mientras nos tomábamos unas cervecitas peruanas, le contábamos a nuestros nuevos amigos algunas de las vicisitudes de nuestro viaje. Luego de ese casual preludio, pasamos al comedor para el prometido almuerzo.

De lo que comimos solo recuerdo el “choclo a la huancaína”, es sorprendente que con el paso de los años nunca se me haya olvidado ese exótico nombre.  Choclo es la palabra de esos parajes para el maíz. Muy sabroso, pero tenía una de mis menos preciadas piezas culinarias: ¡aceitunas negras!, bueno, no me gustan de ningún color, pero por no parecer descortés, me las comí, pero eso sí, utilizando, como siempre lo hago en este tipo de situaciones, el principio de la señora Owens: Cualquier cosa cortada suficientemente pequeña es comestible, con eso en mente, disimuladamente hice pequeños trocitos de tan funesta frutilla, y a pesar de todo este esfuerzo, Carmen Luisa me dice: ¡que raro te comes las aceitunas!, le respondí con un toque de picardía: es que así las saboreo mejor.

Le agradecimos el extraordinario almuerzo y salimos a pasear por la ciudad. Comenzamos por el puerto, El Callao, playas, Lince, centros comerciales, parques, embajadas. A las siete de la noche nos dejaron en el hotel y nos despedimos de ellos hasta nuestro regreso de “La Sierra”.

Luego de un merecido descanso en el hotel, salimos a cenar, fuimos caminando hasta la plaza San Martín, vimos muchísimos turistas europeos con sus suéteres de lana de alpaca, de esos de color marrón y crema con figuras, la verdad es que me gustaron mucho y quise comprarme uno. Cenamos en uno de esos restaurantes, igualmente llenos de los turistas europeos. De allí regresamos al hotel. Teníamos que estar en el aeropuerto a las cinco de la mañana, razón por la cual nos acostamos temprano.

Primer gran viaje. Lima '80. Trujillo y Chan Chan. 08.


Trujillo y Chan Chan

13 de agosto de 1980

Tomamos el día como de "descanso activo", es decir, sin estrés, sin apuros y sin mucho esfuerzo, el maratón de los días anteriores nos habían dejado exhaustos. Nos despertamos a las 10 de la mañana, arreglamos el equipaje, sacamos cuentas, hicimos planes y por fin a la hora meridiana, salimos de la habitación dispuestos a almorzar en cualquier restaurante de las cercanías, pero al bajar las escaleras vimos el comedor del hotel con todas las mesas listas, con sus manteles, vasos y servilletitas bien dispuestas y uno que otro cliente ya almorzando. Al ver lo agradable del sitio, José Manuel dice: ¿y por qué mejor no almorzamos aquí?, yo respondí: porque debe ser muy costoso, ¿no ves la elegancia del lugar?, pero José Manuel replica Primero veamos los precios, si están fuera de nuestro alcance, pues nos vamos, total, preguntar es gratis. Buen argumento, nos sentamos en una de las mesas, vimos el menú y nos dimos cuenta que todo era sumamente barato, ¡nos quedamos!.

Después de almorzar, y al darnos cuenta que el hotel también tenían servicio de lavandería, y dado lo bajo de los precios, mandamos a lavar toda la ropa, cosa que teníamos pendientes desde Quito. Yo tenía puesta una franela que Gesualdo le había comprado a su hermanito en Cali, ya no tenía más ropa limpia.

Plaza de Armas. Google Maps (2015)
Salimos a pasear por Trujillo, la primera parada fue la plaza de Armas. ¡la teníamos al frente!. Nos habían dicho que era la más grande de Perú, en el centro tiene un monumento dedicado a la Libertad. En esta plaza, el 29 de diciembre de 1820 se proclamó la independencia de Trujillo. El monumento cuya estatua es obra del escultor alemán Edmund Möller, fue inaugurada en 1929.
Quisimos ir a la Catedral, que estaba al lado del hotel, pero estaba cerrada, como la encontramos siempre que estuvimos en disposición de conocerla por dentro. Para no ir sin un rumbo claro, preguntamos por la oficina de turismo, y hacia allá fuimos. Nos atendió una muchacha muy bonita y agradable llamada Rosa Frida, luego de orientarnos y sugerirnos sitios para visitar, le pedimos su dirección para enviarle una postal de Venezuela, antes de salir de la oficina Gesualdo le dice No te extrañe que esta noche te vayamos a visitar. Además de indicarnos algunos museos, nos dijo que los más importante por allí eran las ruinas de Chan Chan donde habían uuna especie de templos llamados huacas y la playa de Huanchaco.

A eso de las cuatro de la tarde nos pusimos a dar vueltas por el centro de la ciudad, no tenía nada diferente a las demás ciudades andinas, hasta se me pareció un poco a Mérida (la de Venezuela). Hicimos reservaciones para el vuelo Lima - Cusco. Según el plan original lo íbamos a hacer el viaje vía terrestre, pero cuando nos dijeron que en bus eran 36 horas y en avión solo 1 hora, no lo pensamos mucho y nos decidimos por la vía aérea. Nos habían informado que Faucett era la mejor opción por su buen servicio, pero no encontramos cupo en ella, así que lo hicimos en Aeroperú.

Buscando un banco para cambiar algunos traveler's cheques, lo encontramos y cambiamos, pero al salir del banco, como a las cinco y media, nos dimos cuenta que estábamos perdidos en el laberinto de calles y callejuelas. José Manuel, quien realmente era bueno para orientarse en casi todos los lugares que fuimos durante el viaje, reconoció que no sabía cómo regresar. Al fin encontramos la calle o "jirón" Junín, ¡salvados! (¡claro que en el peor de los casos tomaríamos un taxi y ya!). En la vía compramos muchas postales de Perú y afiches de Machu Picchu. Intentamos comprar el pasaje para al día siguiente irnos a Lima, pero todas las oficinas las encontramos cerradas. Cenamos a las ocho de la noche y luego al hotel, en cuyas cercanías vimos estacionado un carro con placas de Venezuela, nos quedamos como media hora esperando al dueño, pero nunca apareció, de manera que nos fuimos a nuestra habitación, donde estuvimos como hasta las tres de la mañana escribiendo postales.

14 de agosto de 1980

A las ocho y media de la mañana estábamos en las oficinas de la empresa de transporte Roggero para comprar nuestros pasajes a Lima. Habíamos vistos ya, por la noche, los buses de diversas compañías de transporte, y la que nos pareció mejor fue Roggero. La salida era a las 10:30 pm, de manera que nos quedaba el día completo para ir a Chan Chan, Huanchaco y otros sitios de interés. El pasaje a Lima nos costó 1500 soles por cada uno (5,40 dólares).

Casa Urquiaga. Google Maps (2015)
Lo primero que hicimos fue ir a la Casa Urquiaga, cerca de la plaza de Armas. Es ahora la sede del Banco Central de Reserva de Perú en Trujillo y un museo donde se muestran objetos de la cultura Chimú y de la época Colonial. Fue construida a principios del siglo XVII, en 1619 fue destruida por un terremoto, reconstruida sobre las bases de la original, fue comprada en 1802 por el Ayudante Mayor de Infantería don Juan Antonio de Ochaita y Urquiaga, de allí el nombre de la casa. En 1972 la familia Urquiaga vende el inmueble al Banco de Reserva. Recorrimos esta hermosa casa y en el libro de visitas pude ver que había gran cantidad de europeos y japoneses, y en él escribí: Muy bonita, se parece a la casa de mi abuelita, ¡con rima y todo!.

De allí nos fuimos a tomar el bus que nos llevaría a Chan Chan, encontramos la parada, cerca de allí. El busito que nos llevó estaba bastante destartalado, podía llevar unas 15 personas. A nuestro lado se sentó una pareja de turistas europeos que conversaban en inglés, eran jóvenes, la muchacha (muy pecosita, por cierto), era francesa y su compañero alemán, su idioma común era el inglés, pero como no teníamos ganas de "machucar" el inglés, hablamos solo con ella en español. Nos contó que llevaban seis meses viajando, no habían salido juntos, se encontraron en algún punto del mundo y decidieron seguir viajando juntos, les pregunté hasta cuándo estarían viajando y me respondió: ¡hasta que se nos acabe el dinero!. Luego le inquirí ¿Y qué pasó con el trabajo?, ¿tienen unas vacaciones tan largas?, ¡qué pregunta tan tonta!, era claro que había dejado el trabajo, y otra pregunta: ¿Qué países han visitado ya?, respuesta: Venimos de Méjico, Guatemala, Costa Rica, Ecuador y ahora Perú. No tardé en preguntar: ¿Y qué pasó con Colombia y Venezuela?, les habían dicho que en Colombia habían muchos ladrones y que Venezuela era muy cara. ¡Buéh!.


Aviso hacia entrada a Chan Chan. Google Maps (2014)

El busito nos dejó en un lugar de la carretera donde debíamos seguir a pie hasta las ruinas. Era una zona desértica y el camino bastante polvoriento, a los lados ya se podían apreciar algunas ruinas. De pronto vemos unas murallas color tierra: ¡Chan Chan!.

Murallas de Chan Chan
Compramos nuestras entradas estudiantiles y cuando ya nos disponíamos a comenzar el recorrido por tan famosa ciudadela, se nos acerca un hombre joven, quizás de unos 35 años, de aspecto intelectual, antiparras, más bien serio, ofreciendo sus servicios como guía por el lugar, nuestro primer impulso fue decirle que no, pero insistió tanto en su recorrido de dos horas que finalmente le preguntamos cuánto era el precio, nos dijo: 650 soles por los tres, ¡10 bolívares! ¡tá' barato!, lo contratamos. Entramos pues a Chan Chan, que es la ciudad de barro más grande del mundo, en idioma Chimú significa Sol Sol, me recuerda al Kaí Kaí en wuayüü que significa "Sol", solo una vez, ya que uno de los "kaí" hace que el otro sea "macho", bueno, ¡pero se parecen!. Me permitiré citar lo que estaba escrito en un folleto turístico que tenía en mi mano:  En el valle de Moche se la más grande ciudad de América pre-hispánica, construida totalmente de barro; Chan Chan, a diez minutos de Trujillo, fue la capital del reino Chimú -pre inca- su extensión es de 20 kilómetros cuadrados, abarcó desde las proximidades del puerto de Huanchaco hasta el cerro Campana y se estima que tuvo cerca de 60 mil habitantes. Las ruinas comprenden plazas, viviendas, depósitos, talleres, laberintos, murallas, excelentes caminos y templos piramidales o "huacas", decorados sus enormes muros con figuras geométricas, zoomorfas y seres mitológicos. El conjunto principal está conformado por el palacio del Gran Chimú, ubicado en el lugar más elevado. Es admirable el vasto sistema de acueductos subterráneos y acequias que construyeron para traer el agua desde enormes distancias".

El principal edificio de la ciudad parece ser el palacio Tschudi (1), llamado así por el botánico, lingüista, explorador y diplomático suizo Johann Jakob von Tschudi (1818 - 1880), quien realizó estudios sobre el idioma Runa Simi (Quechua), hierbas medicinales de los Andes entre otros notables trabajos junto a Mariano de Rivero. El pueblo Chimú tenía una vida centrada en el mar, el océano Pacífico está a escasos dos kilómetros. Las grandes murallas sirvieron de protección por muchos años, sin embargo, casi todas las construcciones están desde la base hasta la mitad debido a la erosión eólica. Hoy en día (1980), las excavaciones siguen pero muy lentamente, ya que al parecer el gobierno no ha dado el suficiente apoyo al trabajo arqueológico. El pueblo Chimú fue conquistado por los incas después de una resistencia de 14 años.

La famosa hilera de peces
Muchas de estas explicaciones las tomé de lo que nos iba diciendo nuestro guía, y una de los momentos que más recuerdo fue cuando nos muestra en una pared unos peces en sobre relieve en "fila india". Nos decía que según el arqueólogo tal significaba que esto y aquello, pero que el científico alemán Fulano von Talikual no puede ser porque ... teorías y teorías. Se me ocurrió que a lo mejor fue uno de los habitantes de la ciudad que dijo: me gusta esculpir peces, me da vicio, ¿me permiten adornar la pared?, se los hago gratis. Y se puso a hacer las figuritas sin tener en mente ningún significado especial. Con frecuencia buscamos explicaciones complicadas a cosas simples. Nunca se me ha olvidado esto, es quizás la principal enseñanza de mi visita a Chan Chan, no buscarle las 5 patas al gato. En todo caso, para los que les gusta la historia, este es un lugar que no debe ser pasado por alto para los que tengan la oportunidad de ir a Trujillo.

Dejamos la ciudad de barro y caminamos de regreso a la carretera principal por la polvorienta vía. Nos fuimos directo al hotel para hacer el "check out" antes del mediodía para que no nos cobraran un día adicional, de manera pues, descartamos la ida a Huanchaco, donde nos había recomendado probar el cebiche, hecho a base de pescado y picante. Como el bus tardaba mucho, comenzamos a caminar hacia Trujillo, avanzamos unos dos kilómetros, hasta que por fin pasó un transporte, llegamos justo a tiempo al hotel, sacamos nuestros equipajes de la habitación y lo dejamos en recepción. Por supuesto, almorzamos en el hotel, y como prueba de que realmente era barato, he aquí lo que comimos y el precio:

            - 2 paltas (aguacates) con camarones.
            - 1 crema de espárragos.
            - 3 pollos horneados.
            - 2 ensaladas.
            - 3 Sprites.
            - 2 duraznos.
            - 1 helado.

Todo por 4608 soles, unos 66 bolívares (15 dólares). Si mal no recuerdo, la crema de espárragos costo sólo 2 ó 3 bolívares.

A las cuatros de la tarde fuimos a las oficinas de Faucett a comprar el pasaje, pero no había disponibilidad, se habían agotado hasta varios días más allá de la fecha en que pensábamos ir, nos asustamos, fuimos corriendo hacia Aeroperú y gracias a Dios encontramos pasajes para la fecha planificada. Mientras comprábamos el pasaje nos pusimos a conversar con la muchacha que nos atendía, Norma Cedeño, ella nos dijo que el año anterior había estado en Venezuela y que todo era muy caro... ¡pero bonito!. El pasaje Lima -  Cusco nos costó 65 dólares, 3000 soles más por no ser peruanos.

A las cinco nos metimos en el Museo Arqueológico de la Universidad de Trujillo, que queda en el Jirón Bolívar (2). De allí salimos corriendo al correo para enviar las postales que habíamos escrito el día anterior. Cuando ya nos faltaba poco para llegar, nos encontramos con la "Flaca Norma", la muchacha de Aeroperú, así "La Flaca", le decían cariñosamente sus amigos. Ella iba también para el correo, de manera que seguimos todos juntos, pero llegamos tarde, estaba cerrado, otra vez nos quedamos con las postales en la mano, las estábamos tratando de enviar desde Medellí, cada vez teníamos más y más. Nos devolvimos con Norma, quien gentilmente se ofreció a mostrarnos algunos sitios de su querido Trujillo. Nos contó muchas historias sobre Perú y Trujillo, pasamos por la biblioteca de la Universidad y finalmente nos llevó a probar el pisco, la bebida nacional de Perú. Se portó muy bien con nosotros, muy servicial y simpática, intercambiamos direcciones para futuras oportunidades y para enviarle algún recuerdo desde Venezuela, nos despedimos como a las ocho de la noche. Regresamos al hotel, nos acomodamos en el lobby para ver televisión hasta que fueran las diez de la noche para ir al terminal de pasajeros y abordar el bus que nos llevaría a Lima. Me quedé varias veces dormido "viendo" la televisión peruana (un canal del propio Trujillo). Tal como lo teníamos planificado, a las diez de la noche salimos para el terminal, muy cerca de allí, abordamos el bus Roggero, como siempre en primera fila y a las diez y treinta salimos rumbo a la capital de Perú.


Notas
(1) Los nombres que se le dieron a los lugares en Chan Chan han sido cambiados por sus nombres originales en idioma Chimú, así el palacio Tschudi ahora se llama Nik An (Casa central).
(2) No sé si fue un error, pero actualmente queda en el Jirón Ayacucho, o posiblemente lo cambiaron de lugar (nota de la reedición 2019).

Primer gran viaje. Lima '80. Cusco. 11.

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