En
los albores del nuevo milenio, tuve la espléndida oportunidad de visitar
Alejandría, la histórica ciudad al norte de Egipto fundada por el mismísimo
Alejandro Magno.
Actualmente
es una ciudad de casi cuatro millones de habitantes, lo que por supuesto trae
consigo los típicos problemas de tránsito vehicular de toda gran urbe y quizás
el más molesto, la gran dificultad de dónde estacionar el automóvil, problema
que se acentúa especialmente en el casco central.
Un
amigo esperantista francés que llevaba varios años viviendo en dicha
metrópolis, me invita a cenar en un céntrico restaurante, yo no veía ningún
espacio donde podía dejar el auto, hasta que de pronto señalando hacia una
acera dice: allí hay un buen lugar, extrañado le dije que allí no cabía
el vehículo, ¿Cómo que no? Allí está el señor que cuida los carros,
realmente había un tipo haciéndole señas a mi amigo para que se estacionara
allí, imposible que quepa en ese espacio tan reducido entre los dos pequeños
autos donde pretendían aparcar, pensé, pero ¡sorpresa! al estar ya en el
sitio, el cuidador mueve con facilidad ambos automóviles para hacer espacio, y
ahora con toda holgura, ¡mi amigo estacionó su carro!.
Cuando
ya nos disponíamos a dejar el lugar pregunta el cuidador a todo pulmón Hey,
¿lo dejaste en neutro?. La respuesta no se hizo esperar, ¡Pues claro
amigo, en neutro está!.
Germán
Montero Alcalá
Junio 2017
Junio 2017
No hay comentarios.:
Publicar un comentario