Salimos
intempestivamente del Instituto Progreso en Caracas, pero no perdimos tiempo,
ya que al llegar a Maracaibo comenzamos incontinenti en la escuela, yo a
continuar mis estudios de kindergarten y Gisela de los de segundo grado, esta
vez en un pequeño colegio en la urbanización Zapara al noreste de Maracaibo
llamado Colegio La Asunción, de la orden religiosa Misioneras de
Cristo Jesús, allí concluimos el año escolar 1963-1964 y luego yo pasé para
preparatorio para el período 1964-1965. Es decir, yo no perdí tiempo, pero a mi
hermana la hicieron repetir segundo grado, muy a pesar de sus protestas, ella
venía con excelentes notas del Instituto Progreso, pero quizás en el proceso de
adaptación las bajó un poco. Las hermanas convencieron a mis padres para que la
inscribieran de nuevo en segundo grado. De todas maneras iba bien con la edad,
se graduó de bachillerato, como era lo usual, de 17 años.
Nos inscribieron
en ese colegio porque allí estaban estudiando nuestros primos Carlitos y Sarita
Sideregts, hijos de la hermana de mi mamá, Adela y mi tío Carlos. Fueron los
primos más cercanos a nosotros.
Esta vez no lloré
el primer día de clases, pero me sentí algo fuera de lugar. Los otros niños
hablaban algo diferente, un acento que no conocía, fue mi primer encuentro con
el que ahora llamo maracucho language. Uno de los aspectos que me llamó
la atención fue que las personas, para referirse a su padre decían papá,
sin el “mi”, por ejemplo, no voy a ir al cine porque papá no me puede llevar,
hasta el sol de hoy yo incluyo el “mi”. Por supuesto el “vos”, y el tonito
extraño. ¡Gracias a Dios ahora hablo en perfecto maracucho language!
Incluso, hago mi esfuerzo para que no se pierdan palabras como “gallito”
(cotufas), “carro libre” (taxi), “abanico” (ventilador), “taraba” (propela) y
así.
El colegio, como
ya he mencionado, era de unas religiosas a las que llamábamos “hermanas”,
realmente solo me acuerdo de la hermana Feliciana. Casi todos los cursos tenían
a su hermana, y creo que todas eran españolas. Intentaban hacernos pronunciar
la “z” y la “c” al estilo español, pero en esto realmente no tuvieron mucho
éxito. Era un colegio pequeño, las aulas no tenían acondicionadores de aire
sino ventiladores1 de techo, pero no eran salones cerrados, tenían
grandes ventanales por los cuales pasaba la brisa.
En el recreo
solíamos jugar en una piscina de arena, y en lo que más invertíamos tiempo era
en hacer unas montañas de arena, que cuando ya tenían cierto tamaño, digamos
unos 60 cm, le hacíamos un conducto vertical con un palo de escoba y luego una
especie de túnel horizontal a nivel del suelo hasta llegar al centro, de manera
que se conectaba con la “chimenea”, el grupo que lo lograba hacer llamaba
alguna de las hermanas que nos cuidaban para que “encendiera” el volcán.
Entonces ella venía con un pedazo de papel periódico, lo introducía por el
túnel y con un fósforo le prendía fuego, saliendo el humo por la chimenea,
todos los niños se acercaban para ver el acontecimiento y los que habían hecho
el flameante volcán, igualmente observaban su obra pero con mucho orgullo y
satisfacción.
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Este dibujo lo acabo de hacer, pero así es que recuerdo mis dibujos |
Además de la
hermana Feliciana no me acuerdo de ninguna otra maestra, salvo de la hermana
directora, pero no recuerdo su nombre. De lo que hacíamos en las clases tengo
pocos recuerdos, solo que dibujaba mucho, normalmente casas en el campo y con
el sol radiante y con su cara. Las cabezas de las mujeres las caras redondas y
el cabello casi como un triángulo. Los creyones por supuesto tenían que ser Prismacolor,
lo normal era tener la caja de 12 colores, que era lo que decía la lista
escolar, pero los más adinerados tenían las cajas de 24 y hasta 48 colores. Un Prismacolor
era lo máximo, los colores más preciados eran el oro, el plata y el verde
manzana. También eran muy populares los colores de cera marca Crayola,
venían también en cajitas de 8, 16, 24 y éstos llegaban hasta 64 creyones. El
que tuviera una caja de 64 era todo un potentado, casi daba envidia ver a un
niño con una de estas cajas, no se por qué, pero las que recuerdo eran de
niñas. Los crayolas tenían el encanto adicional de tener el nombre del color en
inglés. Y esto me trae a la memoria los famosísimos libros para colorear que
también venían casi todos en inglés. Gisela era una verdadera artista colorando
estos libros de dibujos.
De mis compañeros
solo recuerdo unos pocos, Yickson Datica era uno, y porque mi mamá y su mamá
eran amigas, tanto así que mi mamá era la madrina de bautismo de Yickson, no lo
volví a ver más nunca hasta 23 años después en Plastilago, donde trabajé desde
1986. Bellatrix Moreno, a quien todos le decía Bella, me gustaba mucho
ese nombre, especialmente porque años después, estudiando astronomía me enteré
que es el nombre de la tercera estrella más importante de la constelación Orión,
gamma orionis. Lo primero que uno piensa es que el nombre tiene algo que
ver con hermosura, pero en realidad viene de la palabra latina bellis
que significa “guerra”, partícula usada también para formar las palabras
“bélico” y “beligerante”, trix es un sufijo para indicar que es una
mujer, en español la “x” cambió a “z”, así pues tenemos emperatriz y actriz, de
manera que Bellatrix o Bellatriz significa “mujer guerrera”.
Había una niña que me gustaba y se llamaba María Dolores, no me acuerdo su
apellido, pero era una españolita. Federico Vengoechea y caramba, creo que
nadie más.
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Iglesia San Antonio de Padua en Zapara |
Las actividades
religiosas, misas, catecismo y así, las hacíamos en una pequeña iglesia muy
cercana al colegio llamada San Antonio de Padua, diseñada por el famoso
arquitecto Fruto Vivas. Muy moderna, aun para hoy, pequeña pero muy acogedora.
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Tarjeta del álbum Naturama |
Los álbumes (en
realidad le decíamos álbunes) de tarjetitas coleccionables estaban muy
de moda, recuerdo dos de ellos, el primero era sobre Disneylandia, que eran
tarjetas, o “cromos” como decían en Méjico, con fotos del famoso parque
californiano y algunas de las películas de dibujos animados como Blanca Nieves,
Dumbo, Bambi, etc. El otro era uno que me gustó mucho y se llamaba Naturama,
trataba sobre diversos aspectos de la naturaleza, dividido en secciones
como flores, peces, reptiles, aves, anatomía, tribus africanas y demás. Yo lo
estaba coleccionando y de las tarjetas (como le decíamos) que me acuerdo
estaban la de la boa esmeralda, el dragón de Komodo y los frailecillos. Una de
las más difíciles era la tarjeta doble que iniciaba la sección de los indios
africanos, de esta sección la que más me impresionó fue la del Rey de los
kikuyus. Este álbum me impactó mucho y quizás fue lo que primero me llevó a
aficionarme por las cosas de la naturaleza, pero especialmente lo relativo a la
etnología, de la que tantos libros he leído a lo largo de mi vida. ¡Bien por
Naturama!
Habían dos buses
oficiales del colegio, el Bus Marrón y el Bus Verde, los nombre
se debían al color de los asientos. Nosotros nos íbamos en el Bus Marrón,
cuyo chofer era el señor Arquímedes. La nuestra ruta incluía lo que es ahora
Monte Bello, Canta Claro y la urbanización Irama que estaba en construcción, me
acuerdo muy claramente de los carteles ubicados en diversas calles del futuro
conjunto residencial que decía Aquí se construye la Urbanización Irama y
en una esquina de la vaya había dibujado un venado saltando, muchos años
después me enteré que irama (que se pronuncia algo así como “irrama”),
es la palabra para “venado” en wayüünaiki, de allí el dibujito. Otra de las
cosas que me acuerdo del recorrido era el Salón del Reino de los
Testigos de Jehová, entre Monte Bello y Cantaclaro, creo que aun existe. Pero
lo más relevante de esos viajes era el rosario, buena parte del tiempo de viaje
se la iba en rezar el rosario, llamándome especialmente la atención las llamdas
letanías, sobre todo las que dicen Torre de David, Torre de Marfil,
Casa de Oro, Arca de la Alianza, Puerta del Cielo, Estrella de la Mañana… y
luego de cada una de estas palabras un ruega por nosotros. No entendía
qué era eso de rezarle a unas torres, a una casa, puertas, estrellas. Por
supuesto que después supe que se referían a la Virgen María, si no se explica
bien, uno se puede irse formando ideas erróneas de las cosas y pasar así años,
quizás la vida entera con una visión distorsionada del mundo. Ahora se que hay
que investigar todo, de dónde vienen las cosas, cuestionarse, pero de esto
hablaré mucho más adelante. Yo siempre me quedaba dormido durante esta sesión
devocional, no lo pude evitar. Nuestros padres tuvieron piedad de nosotros y
nos cambiaron a un transporte más pequeño, era un señor llamado Ramón, que con
su camioneta ranchera prestaba el servicio de transporte, por supuesto éramos
unos pocos niños y el recorrido era infinitamente más corto.
Fueron años
felices y sin muchas cosas espectaculares, dado que es poco lo que hay en mi
memoria sobre esta época.
Germán Montero
Alcalá
24 de Septiembre
de 2017
Notas
1 Escribo estas crónicas
en español estándar, por eso no uso “abanico” por ventilador.
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