Realmente
no sé por qué, pero 1967 fue uno de mis años favoritos, casi todos los años
terminados en siete me han gustado, con la penosa excepción del 2017. Y no es
que sea por cuestiones de esoterismo, simplemente me gusta el número, nada más.
Pero 1967 además de la cifra, me trae muy gratos recuerdos.
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Hacienda El Carmen, Jají (Mérida) |
En
el colegio íbamos muy bien con el hermano Hilario, a veces perdía la paciencia
y castigaba a uno que otro con un coscorrón o con el odioso “calentamiento de
orejas”. Era el año de las tablas de multiplicar, los cuadernos traían impresa,
en su tapa posterior todas las tablas, del 1 al 10, y que había que
aprendérselas de memoria, ¡ya me aprendí la tabla del cuatro!, decía
alguien, y otro replicaba ¡y yo ya me sé la del 6, preguntámela pa’ que
veáis!.
No
lo he contado hasta ahora, pero los baños eran muy curiosos, estaban en el
patio, aunque había también en el la parte interna del colegio. Había
urinarios, pero para lo otro, lo que habían eran una especie de letrinas,
consistían en un piso de porcelana blanca con un agujero, de manera que el
proceso de evacuación había que hacerlo en cuclillas, y el tanquecito de agua
estaba arriba, para “bajar el agua” había que tirar de una cadenita, el agua
corría por un tubo que llegaba hasta el agujero llevándose lo que allí hubiese.
Yo nunca, ¡nunca! llegué a usar semejante sistema. Pero había en esto algo
curioso e interesante, cada vez que se halaba la cadenita, y el agua caía y
entraba por el hoyo, aparecían, no se de donde, unas cinco o seis cucarachas
corriendo como desesperadas para volver a desaparecer en cuestión de segundos.
En verdad era divertido, fue una práctica común el “tirar de la cadenita” para
ver correr a estos conchudos insectos.
La
Cantina de El Mocho
En la cantina estaba El Mocho, le faltaba una oreja, nunca supe por qué no la tenía, y en verdad nunca me lo pregunté si no hasta ahora que escribo estas
líneas 50 años después. El Mocho estuvo a cargo de la venta de chucherías,
pancitos, refrescos y galletas hasta, por lo menos, cuando nos graduamos de
bachiller en 1976. El Mocho tenía un ayudante mudo, le decíamos “El Múo”,
hablaba con sonidos ininteligibles pero se hacía entender por señas, eran ambos
El Mocho y El Múo muy buenas personas. Comprar en la cantina, durante el recreo,
era toda una odisea, no existía el concepto de cola, era el que a punta de
empujones y sacudidas llegara hasta la barra de cemento y pegara más gritos ¡Mocho,
Mocho vendeme un pastelito! Los refrescos costaban un medio (Bs 0,25), como
casi todo lo demás. Había unas galletas grandes, redondas con un relleno de
algo rosado, quizás una crema de fresa o frambuesa, el asunto es que costaban
una locha (12 céntimos y medio, o un “cuartillo” como decían los mayores).
En la cantina estaba El Mocho, le faltaba una oreja, nunca supe por qué no la tenía, y en verdad nunca me lo pregunté si no hasta ahora que escribo estas
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Uvita Grapette |
A
mi me daban un real diario para la cantina, medio para la mañana y medio para
la tarde. Las monedas de un medio, real, uno, dos y cinco bolívares eran de
plata, las de menos denominación eran de un tipo de aleación de níquel, aunque
creo que las de 5 céntimos, las puyas, eran como de cobre. Las monedas de plata
se iban gastando, y las inscripciones y el perfil de Simón Bolívar también se
iba desapareciendo. Un día se apareció Jorge De Oteiza en el recreo con un
bolívar nuevecito, brillante, casi blanco y mostrando orgulloso su moneda de
plata nos dice a los otros tres que estábamos con él ¡hoy brindo los
refrescos yo, tengo un bolívar! Y en verdad alcanzó para un refresco para cada
uno. La gaseosa que más pedíamos era la Pepsi Cola, o Peisi, como le
decíamos nosotros. Las otras eran la uvita Grapette, la naranjita Green Spot,
otra uvita llamada Old Colony, el “oranche” Crush y la colita Dumbo.
Al
otro extremo de la cantina, estaba el cepilladero, a un lado del portón que
daba acceso a los autos y buses. Los sabores clásicos eran de rojo, limón,
piña, tamarindo y vainilla. Mi preferido era el de vainilla con “topping” de
leche condensada, también costaban un medio.
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Nuevo billete de 5 bolívares (1966) |
La
Playa, la cortada y el Hospital Central
Los paseos a la playa eran casi siempre para la zona de Santa Cruz de Mara, allí habían unos balnearios a los cuales se entraba por una módica suma. Las playas más famosas eran Las Palmeras, Los Coquitos, Las Mercedes, La Playa de la Universidad y hasta la playa del colegio que quedaba por allí.
Los paseos a la playa eran casi siempre para la zona de Santa Cruz de Mara, allí habían unos balnearios a los cuales se entraba por una módica suma. Las playas más famosas eran Las Palmeras, Los Coquitos, Las Mercedes, La Playa de la Universidad y hasta la playa del colegio que quedaba por allí.
El
paseo era largo, la salida desde nuestra casa era por lo que es hoy la Avenida
Guajira, luego la Pepsi Cola (que ahora es Coca Cola) y así hasta Cabeza de
Toro o Puerto Caballo. Nos parecía todo esto lejísimo, un verdadero viaje. Por
fin llegábamos a Santa Cruz y adentrándonos por una de esas callecitas,
llegábamos a la orilla del Lago (o más bien, la bahía de El Tablazo). Allí
pasábamos todo el día, comiendo el arroz con pollo, sandwichs o perros
calientes que mi mamá preparaba para el almuerzo. A veces la tierra bajo el
agua estaba floja y nosotros decíamos esto es pura zipa, la verdad es
que no sé si esta palabra es con “z”, “s” o “c”, nunca la he visto escrita, no
aparece en el diccionario de la Real Academia Ed. 23, ¡de alguna forma
tenía que escribirla!.
Uno de esos sábados fuimos a Las Palmeras, esa vez nos acompañó mi primo Miguel Alcalá, “Miguelito” como le llamábamos, era mayor que yo y por lo tanto sabía más cosas, era muy ocurrente y por lo menos a mi me divertía y agradaba mucho su compañía. Jugábamos a algo en dentro del agua cuando de pronto siento algo extraño en el pie, cuando lo levanto veo un sangrero, me había cortado con una lata que alguien había tirado allí. Salí cojeando pegando gritos, mi papá me cargó, me llevó hasta la orilla y vio la cortada en toda la planta del pie derecho, mi hermana dice que se me veía algo de blanca grasa
saliendo de la
herida. ¡Vamos a llevarlo al hospital para que lo curen! El hospital más
cercano era el Hospital Universitario, nunca había estado allí, pero desde
lejos se veía imponente, moderno, me tranquilizó un poco saber que me llevarían
allí, pero algo pasó que lo dejamos de largo y seguimos hasta el Hospital
Central, muy viejo y no sé pero le tenía idea a ese lugar, comencé a llorar con
más vehemencia diciendo entre sollozos ¡No, al Hospital Central no!, ¡No
quiero ir al hospital Central!, pero nada, allá fuimos a dar. Para curar la
herida, el doctor tuvo que cocérmela con seis puntos de sutura, por fin calmado
y con el pie envuelto en vendas regresamos a la casa. Algo que no se me olvida
es que el doctor que me curó tenía en la bata blanca un símbolo con tres letras
H.C.U., le pregunté qué querían decir esas letras y me dijo Hospital
Central Doctor Urquinaona. Sorprendido exclamé ¿Urquinaona?, me
aclaró que el Dr. Urquinaona fue uno de los promotores del Hospital, que antes
era la Casa de la Beneficiencia, y que no era doctor por médico, si no por
abogado. Esto no es tan relevante, pero es una escena que se me ha quedado
grabada por siempre.
Uno de esos sábados fuimos a Las Palmeras, esa vez nos acompañó mi primo Miguel Alcalá, “Miguelito” como le llamábamos, era mayor que yo y por lo tanto sabía más cosas, era muy ocurrente y por lo menos a mi me divertía y agradaba mucho su compañía. Jugábamos a algo en dentro del agua cuando de pronto siento algo extraño en el pie, cuando lo levanto veo un sangrero, me había cortado con una lata que alguien había tirado allí. Salí cojeando pegando gritos, mi papá me cargó, me llevó hasta la orilla y vio la cortada en toda la planta del pie derecho, mi hermana dice que se me veía algo de blanca grasa
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Entrada a la emergencia Hospital Central |
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Personajes de La Isla de Gillligan |
Al
llegar a casa, le pedí a Miguelito que me acompañara un poco más, así lo hizo,
pero empezó a echarme broma con una especie de cancioncita que inventó
aludiendo a lo ocurrido Yo no quiero ir al hospital Central, Yo no quiero ir
al Hospital Central, Yo no quiero ir al Hospital Central… ¡y lo curaron!. Luego de la burlita, nos pusimos a ver en la
televisión, por el canal 13, Tele Trece, un programa que me gustaba
mucho La Isla de Gilligan. Y ya que mencioné a este personaje, en el
colegio había un hermano llamado Ángel, a quien a alguien se le pareció a
Gilligan y así se quedó el hermano Gilligan.
Vacaciones
en Jají y en la ciudad de Mérida
Mi tía María, hermana menor de mi mamá, vivía en Mérida mientras estudiaba medicina en la Universidad de Los Andes (ULA), mi abuelita Hercilia Rosa la acompañaba y nosotros pasábamos una temporada en nuestras vacaciones escolares en la Ciudad de Los Caballeros.
Mi tía María, hermana menor de mi mamá, vivía en Mérida mientras estudiaba medicina en la Universidad de Los Andes (ULA), mi abuelita Hercilia Rosa la acompañaba y nosotros pasábamos una temporada en nuestras vacaciones escolares en la Ciudad de Los Caballeros.
El
viaje hasta allá casi siempre lo hacíamos por la Transandina, o “por el Páramo”
como decíamos nosotros. Si el viaje a Santa Cruz de Mara era algo largo, ir
hasta Mérida era como ir al otro lado del mundo, el primer hito importante era
Agua Viva, en el estado Trujillo, ese lugar era como el “medio de la nada”, un
lugar remoto, allí, tal como todavía lo hago cuando voy a los Andes, hacíamos
nuestra parada para estirar las piernas, ir al baño, o comer algo. Luego venía
Valera, La Puerta y Timotes, allí hacíamos otra parada, en la estación de
servicio Shell un poco antes de entrar al pueblo, al lado de la estación de
servicio había un pequeño restaurante donde a veces almorzábamos. Luego de allí
venía lo bueno, La Venta, Chachopo y el Páramo con sus piedras y Frailejones.
La piedra del sapo y el Pico Águila, eran el clímax del viaje, aunque casi
nunca nos deteníamos allí. Yo sufría mucho con esas curvas y el mal de páramo,
más de una vez tuvimos que parar de emergencia para vomitar. Me daba miedo esa
carretera, en 1981 me propuse a vencer ese miedo haciendo el recorrido a pie,
de mochilero, el relato de esta pequeña aventura se puede leer en Caminata
andina1981, Timotes-Mucuruba.
En
Mérida nos quedábamos en el apartamento de mi tía María, ella se había casado
con José Omar Monzón, nuestro tío Monzón, que con el tiempo se convirtió casi
en nuestro segundo padre, fue un gran amigo de mi papá y ambos tuvieron
muchísimas aventuras y anécdotas. Nos entretenían mucho sus historias, la
mayoría de ellas muy divertidas, ¡es que eran tremendos!. La familia de mi tío
Monzón tenía una hacienda de café en un lugar llamado La Playa, a dos
kilómetros del pueblo de Jají. La Hacienda, que aun existe y está en todo su
esplendor, se llama El Carmen, administrada por mis primos Julio, Andrés y su
esposa Mónica León, aun funciona como hacienda de café, acondicionaron un museo
y varias habitaciones para los que quieran pasar allí unos días en un muy
agradable ambiente bucólico. Más sobre la hacienda en www.haciendaelcarmen.com
Pasé
momentos memorables en esa hacienda, especialmente cuando coincidíamos muchos
primos, Carlitos y Sarita Sideregts, Dorita Monzón (la hermanita menor de mi
tío Monzón), Alfredo y Elsy Borrero Alcalá, Carlos y Jorge Camacho Monzón.
Andrés y Carolina, hijos de mi tía María y mi tío Monzón estaban muy pequeños
para jugar con nosotros. Había una gran piscina con el agua helada, cafetales y
naranjales por donde pasábamos horas caminando. Por las noches jugábamos juegos
de mesa como Ludo, Sospecha (ahora le dicen Clue), Damas Chinas,
Monopolio y así. La hacienda fue fundada en la segunda mitad del siglo XIX, era
una casona de techos de tejas y paredes de bahareque, pisos de madera, el
mobiliario era el original, con retratos de los ancestros de los Monzón en
algunas de las salas de estar, fonógrafos, tinajeros, balcones con barandas de
madera con vista a las montañas, los paseos a pie hasta Jají, con el cruce del
tenebroso puentecito colgante por el riachuelo que por allí pasaba, riachuelo
que tiempos de lluvia cobraba una fuerza increíble. Para mí fueron las mejores
vacaciones que he pasado hasta ahora. Cada vez que voy se me vienen todos esos
extraordinarios momentos.
El
terremoto de Caracas
Estábamos en el apartamento de mi tía María en Mérida viendo la televisión después de haber cenado, transmitían una serie por el canal 2 (el único que había) llamada Los Valientes Monroe1, eran las 8 pm, el programa estaba comenzando cuando de pronto se va la señal, quedó la pantalla con los puntitos blancos, negros y grises que aleatoriamente se movían a una alta velocidad, pasaron 2, 5, 10 minutos y ya cuando íbamos a desistir de ver uno de nuestros programas favoritos, regresa la señal, pero no con Los Valientes Monroe, sino con el, para entonces joven periodista, Rafael Poleo pidiendo disculpas por
Estábamos en el apartamento de mi tía María en Mérida viendo la televisión después de haber cenado, transmitían una serie por el canal 2 (el único que había) llamada Los Valientes Monroe1, eran las 8 pm, el programa estaba comenzando cuando de pronto se va la señal, quedó la pantalla con los puntitos blancos, negros y grises que aleatoriamente se movían a una alta velocidad, pasaron 2, 5, 10 minutos y ya cuando íbamos a desistir de ver uno de nuestros programas favoritos, regresa la señal, pero no con Los Valientes Monroe, sino con el, para entonces joven periodista, Rafael Poleo pidiendo disculpas por
la
caída de la señal y dando la noticia de que en Caracas había ocurrido un fuerte
terremoto, eso fue el 29 de julio a las 08:02 pm. El periodista se veía muy
nervioso, nosotros llamamos a nuestra abuela y le dijimos Abuelita, en la
televisión están diciendo que en Caracas hubo un terremoto, mi abuela entonces con alarmante tono dijo ¡Ay
Dios mío y su papá está allá, en Caracas! Mi
tía María comenzó a llamar a mi mamá que estaba en Maracaibo, para saber si se
había comunicado con mi papá. Las comunicaciones estaban algo congestionadas,
pero finalmente logró hablar con mi mamá que le dijo A Antimio no le pasó
nada, se vino ayer de Caracas, está aquí, en casa. ¡Qué alivio! Resulta que mi papá era vendedor al mayor
de Diablitos Underwood, y estaba en una convención de vendedores de la empresa
en Caracas, ese día, el 29 de julio, iban a cerrar la convención con una gran
fiesta en un hotel, y mi papá se vino a Maracaibo, a pesar de la insistencia de
sus compañeros, porque había escuchado que en las próximas horas iba a haber un
terremoto, les dijo a sus colegas ¡no sé si será verdad o no, pero por si
acaso yo me voy!, y así lo hizo.
Ciertamente se corrían rumores de que Caracas en su cuatricentenario sería
destruida por un fuerte sismo. Una de estas “pitonisas” fue la italiana Marina
Marotti, cuyas predicciones fueron publicadas en la revista Élite en enero de ese año. Otro fue un miembro de
la Federación de Espiritistas de Venezuela que días antes había anunciado el
desastre que se avecinaba (1).
Los
400 años de Caracas fueron muy celebrados y publicitados, me acuerdo del enorme
premio de la Lotería de Caracas con su premio especial de aniversario, con la
extraordinaria suma de 5 millones de bolívares. Muchas canciones se compusieron
para el aniversario de la fundación de la capital, entre ellas esa que dice2:
¡Epa Isidoro!
¡Epa Isidoro!
¡Buena broma que me echaste!
El día que te marchaste
sin acordarte de mi serenata…
y sigo pensando que ese viaje tuyo
no era necesario,
ahora que Caracas está
celebrando cuatricentenario…
¡Y
conocimos a Renny Ottolina!
Mi papá era miembro del Club de Leones de Los Haticos, trabajaban en proyectos de ayuda a la comunidad, su lema internacional es We serve, ¡lo cuplían a cabalidad!. Uno de esos proyectos fue traer a todo el elenco del programa de televisión El Show de Renny, con el Número Uno de la televisión
venezolana Renny Ottolina. La
idea era recabar fondos para las obras sociales del Club. El programa se
realizó en Maracaibo, el centro de operaciones era el Hotel del Lago, mi papá
nos llevó a los tres (a Gisela, a Jorge y a mi), para arriba y para abajo durante
todo el trajín de la preparación del programa, allí conocimos a Guillermo
González, Pepeto, Tilingo y Bólido de Radio Rochela. También cantantes como
Mirna Ríos y Mayra Martí, de esta última estaba encargada mi papá, Mayra
también venía con su papá, pues íbamos todos en la camionetita de mi papá con
la famosa cantante (yo no la conocía mucho, pero todos decían que era famosa).
Mientras duró el ajetreo del programa, mi papá mencionaba mucho a Mayra, hasta
que, según mi hermana, ¡mi mamá se puso celosa!. Nosotros nos la pasábamos
pidiéndole autógrafos a todos estos artistas, recuerdo muy claramente cuando le
llegué al gran productor y locutor: Renny, Renny un autógrafo por favor… me
dijo No tengo bolígrafo… salí corriendo, busqué uno y le volví a llegar (se encontraba
en una barra del hotel hablando con alguien), Renny, Renny un autógrafo por
favor… otra vez me dijo y con tono un poco molesto No tengo bolígrafo,
ahhh ahora sí… ¿cuál es tu nombre?. El autógrafo lo hizo con su famosa
firma de lentecitos en una servilleta. La misma se me perdió casi inmediatamente,
la siguiente vez que le pedí un autógrafo a un artista fue a ¡Trino Rodríguez en
una reunión del Rotary Club de Maracaibo en 2002!
Mi papá era miembro del Club de Leones de Los Haticos, trabajaban en proyectos de ayuda a la comunidad, su lema internacional es We serve, ¡lo cuplían a cabalidad!. Uno de esos proyectos fue traer a todo el elenco del programa de televisión El Show de Renny, con el Número Uno de la televisión
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Renny Ottolina |
¡Y
llegó Héctor José!
El 20 de noviembre nació mi hermano menor al que mis padres bautizaron como Héctor José, ese día fui al colegio con una camisa que no era la del uniforme, el hermano Hilario al verme llegar me dice con tono regañón, ¿Qué pasó con tu camisa?, algo asustado le respondí es que mi mamá tuvo un niño hoy y no le dio tiempo de lavarme las camisas… ahora con un tono de disculpa me dijo ¡Caramba! No te preocupes, hoy puedes venir a clases así y mañana también.
El 20 de noviembre nació mi hermano menor al que mis padres bautizaron como Héctor José, ese día fui al colegio con una camisa que no era la del uniforme, el hermano Hilario al verme llegar me dice con tono regañón, ¿Qué pasó con tu camisa?, algo asustado le respondí es que mi mamá tuvo un niño hoy y no le dio tiempo de lavarme las camisas… ahora con un tono de disculpa me dijo ¡Caramba! No te preocupes, hoy puedes venir a clases así y mañana también.
Mi papá y mi tío Monzón amanecieron en
nuestra casa, celebrando la llegada de nuestro hermanito.
Programas
de televisión
Lo que más veíamos en esa época era El Show de Renny mientras almorzábamos y esperábamos el bus de vuelta al colegio. En el canal de regional Tele Trece, Ondas del Lago, me acuerdo de La Marina de Mc Hale con Ernest Borgnine, y la ya mencionada Isla de Gilligan. Otros: Batman, Los Monkees, Misión Imposible y por supuesto las comiquitas.
Entre los programas nacionales estaban Ritmo y Juventud, transmitido por Venevisión, era un concurso de baile, en una especie de maratón, las parejas tenían un número en la espalda, y un jurado los iba eliminando hasta que quedaba una sola pareja, que se convertía en la ganadora. En este programa animado por Wiston Vallenilla, fue donde comenzó su carrera Gilberto Correa en la televisión de alcance nacional. El Club del Clan, programa de música juvenil donde con frecuencia se presentaban Los Dart con Carlos Moreán (fallecido el 24.10.2017), los 007, los Impalas, Nancy Ramos entre otros, era animado por José Hernández y su hermano Richard Herd (Juvenal Hernández), todo un pavito este Richard. Era transmitido por el Canal 8, que comenzó siendo un canal privado con el nombre de Cadena Venezolana de Televisión (CVTV). También con José Hernandez se transmitía un programa de concursos llamado Si resbala, pierde. El nombre viene del concurso principal, que era el Palo ensebad. Era como un poste lleno de grasa al que había que trepar y bajar un banderín colocado en la parte superior. Era para parejas a punto de cesarse, aunque el que "trepaba" era el hombre, a veces la muchacha ayudaba a su novio. Me acuerdo una vez que un tipo metió arena en los bolsillos y al momento de subir, se la echó al palo, logró el objetivo, pero lo descalificaron.
Canciones
Una canción que sacudió a Venezuela y creo que al mundo, fue el Pata Pata de Miriam Makeba. Fue un éxito total, tanto así que la trajeron al país. Yo la ví en La Feria de la Alegría, programa dirigido por Henry Altuve. Organizaron un concurso de baile del Pata Pata y la misma Miriam Makeba fue quien decidió qué pareja había bailado mejor. Los Darts con Carlos Moreán, Tu la vas a perder, Dónde dónde. Los 007 y El último beso. Raphael en su primera época con Yo no tengo a nadie, Sin Laura, Digan lo que digan... Amor en el Aire con Rocío Durcal y Palito Ortega. Acompáñame con Rocío Durcal y Enrique Guzman. De estas últimas se hicieron sendas películas.
Lo que más veíamos en esa época era El Show de Renny mientras almorzábamos y esperábamos el bus de vuelta al colegio. En el canal de regional Tele Trece, Ondas del Lago, me acuerdo de La Marina de Mc Hale con Ernest Borgnine, y la ya mencionada Isla de Gilligan. Otros: Batman, Los Monkees, Misión Imposible y por supuesto las comiquitas.
Entre los programas nacionales estaban Ritmo y Juventud, transmitido por Venevisión, era un concurso de baile, en una especie de maratón, las parejas tenían un número en la espalda, y un jurado los iba eliminando hasta que quedaba una sola pareja, que se convertía en la ganadora. En este programa animado por Wiston Vallenilla, fue donde comenzó su carrera Gilberto Correa en la televisión de alcance nacional. El Club del Clan, programa de música juvenil donde con frecuencia se presentaban Los Dart con Carlos Moreán (fallecido el 24.10.2017), los 007, los Impalas, Nancy Ramos entre otros, era animado por José Hernández y su hermano Richard Herd (Juvenal Hernández), todo un pavito este Richard. Era transmitido por el Canal 8, que comenzó siendo un canal privado con el nombre de Cadena Venezolana de Televisión (CVTV). También con José Hernandez se transmitía un programa de concursos llamado Si resbala, pierde. El nombre viene del concurso principal, que era el Palo ensebad. Era como un poste lleno de grasa al que había que trepar y bajar un banderín colocado en la parte superior. Era para parejas a punto de cesarse, aunque el que "trepaba" era el hombre, a veces la muchacha ayudaba a su novio. Me acuerdo una vez que un tipo metió arena en los bolsillos y al momento de subir, se la echó al palo, logró el objetivo, pero lo descalificaron.
Miriam Makeba y el Pata Pata |
Una canción que sacudió a Venezuela y creo que al mundo, fue el Pata Pata de Miriam Makeba. Fue un éxito total, tanto así que la trajeron al país. Yo la ví en La Feria de la Alegría, programa dirigido por Henry Altuve. Organizaron un concurso de baile del Pata Pata y la misma Miriam Makeba fue quien decidió qué pareja había bailado mejor. Los Darts con Carlos Moreán, Tu la vas a perder, Dónde dónde. Los 007 y El último beso. Raphael en su primera época con Yo no tengo a nadie, Sin Laura, Digan lo que digan... Amor en el Aire con Rocío Durcal y Palito Ortega. Acompáñame con Rocío Durcal y Enrique Guzman. De estas últimas se hicieron sendas películas.
Germán
Montero Alcalá
29 de Octubre, 2017
29 de Octubre, 2017
REFERENCIAS
(1) Wikipedia. Terremoto de Caracas de 1967. Consultada el 29.10.2017.
(1) Wikipedia. Terremoto de Caracas de 1967. Consultada el 29.10.2017.
NOTAS
1 Los Valientes Monroe (The Monroes, en Inglés), fue una serie de televisión que trataba de cinco huérfanos que en los alrededores de 1870 que iban hacia el oeste de Estados Unidos buscando un lugar donde establecerse.
1 Los Valientes Monroe (The Monroes, en Inglés), fue una serie de televisión que trataba de cinco huérfanos que en los alrededores de 1870 que iban hacia el oeste de Estados Unidos buscando un lugar donde establecerse.
2 Otras canciones eran Caracas cuatricentenaria de Rincón Morales , Doña Cuatricentenaria de Aldemaro Romaro
Excelente recuento amigo, felicitaciones
ResponderBorrarMuchas gracias Héctor, saludos!!
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