VIII. Segundo grado y la Primera Feria (1966)

Con el dinero recibido de una herencia, más los ahorros familiares, mi papá comenzó un proyecto de construcción de nuestra casa en la nueva urbanización Maracaibo, casi en el límite norte de la ciudad, tan lejos estaba, que varios amigos le preguntaron a mi papá ¿por qué compraste una casa tan lejos?. Lo más norte que había era la urbanización La Trinidad, un poco más hacia el oeste, el Naranjal aun no lo habían construido, un poco más hacia noreste (pero no mucho) estaba la urbanización Irama. Del lado oeste estaba la urbanización La Estrella, las separaba (y aun es así) la avenida 12. El lado más norte de la urbanización Maracaibo era una larga callecita que en 1971 sería la avenida Universidad o calle 61.

Durante todo el año un paseo familiar frecuente fue ir a ver cómo estaba el progreso de la construcción de nuestra casa, ya existían algunas completas y habitadas, me acuerdo cuando solo era un terreno de tierra arcillosa y las parcelas bien demarcadas. La construcción estaba a cargo de la empresa Construcciones Unión Sociedad Anónima (CUSA), mi padres dieron una inicial y el resto era para pagarlos en 20 años, si mal no recuerdo, el costo fue de 750 mil bolívares (el dólar estaba a 4,50 bolívares, paridad que se mantuvo más o menos igual hasta 1983, ¡qué tiempos aquellos!).

Calle 95, Venezuela
En la segunda mitad de 1966 ya la casa tenía paredes y techo, entrábamos a verla por dentro y yo me imaginaba cómo sería la vida viviendo en una casa así. Nuestra casa, que aun existe, quedaba en la cuadra de la esquina nororiental del conjunto residencial.

El colegio era toda una maravilla, la señorita Consuelo, nuestra maestra, era muy cariñosa conmigo, me hizo sentir como “su alumno consentido”, puede ser que cada quien creyera lo mismo, y de ser así, sería exactamente como debe ser una maestra, hacerle ver a sus pupilos que todos son sus consentidos. Yo seguí cosechando “cuadros de honor mensuales” y hasta colocaron mi foto en el gran cuadro de honor en la entrada principal del colegio, donde estuvo por muchos años, ¡hasta en bachillerato!, pero siendo honesto, creo que ya los últimos años mi foto seguía allí simplemente porque dejaron de actualizar tan prestigiosa lista de alumnos destacados. Era un gran cuadro, con marco de madera y fondo de fieltro verde, contentivo de  unas 100 fotos tipo carnet y sus respectivas identificaciones.

Lecturas escolares
Viajando por Venezuela con tío José
era el título del libro de lectura, trataba de un señor llamado José que tenía uno de esos “carros convertibles” y que con dos de sus sobrinos, una niña y un niño, emprendieron un viaje por las principales ciudades de Venezuela. Estas lecturas dispararon mi imaginación, desde entonces tenía la idea de que al crecer iba a comprar un carro de esos para darle la vuelta la país, y en parte lo logré cuando desde 2003 hasta 2015 hice recorridos que me llevaron a visitar más de 600 pueblos y caseríos, sus reseñas y fotos pueden verse en la página www.pueblosdevenezuela.com.ve 1.
De vez en cuando leíamos cuentos de Tío Conejo y Tío Tigre, y artículos de la extraordinaria revista infantil Tricolor. No me queda duda que la lectura es clave para el desarrollo intelectual de cada persona, y en colectivo, del país. Casi creo que cada quien es lo que ve y escucha, lamentablemente lo más fácil es ver televisión, ver películas o escuchar lo que dicen los demás sobre cualquier tema, la falta de lectura nos hace presa sumisa de los medios de comunicación y de lo que otras personas o grupos de personas quieran que seamos y pensemos. Los libros tienen una diversidad casi infinita, abren la mente y rompen paradigmas (si se lee sobre temas diversos y de diferentes tendencias). Nuestra única arma contra la manipulación es la información, pero información no sesgada, de libre pensamiento, que nos permita tener un criterio propio de las cosas. Otro aspecto importante es viajar, viajar para conocer. Una de las cosas que me gusta de la vida es que en cualquier momento uno se encuentra con algo que no sabía o que es diferente a lo que uno pensaba. Nuestra mente está llena de paradigmas, y lo peligroso de los paradigmas es que pueden dificultar nuestro desarrollo. Venezuela lamentablemente es un país poco lector, y pienso que esa es una de las razones por la que estamos como estamos. Si hay algún mensaje que quisiera que quedara es que se conviertan en ávidos lectores, hay un universo de cosas y temas de los que ni siquiera estas conscientes. Les dejo uno de mis lemas yo solo sé que mientras más sé, sé que menos sé.

No quisiera dejar de mencionar la colección de discos de Cuentos y Canciones de Cri Cri, de Francisco Gabilondo Soler. Mi papá nos compró la edición de Selecciones del Reader’s Digest. Extraordinario regalo y extraordinaria obra, estos cuentos en verdad estimularon mi imaginación. Hace unos años los encontré en Internet, y me volví a divertir escuchando estas narraciones hechas por el propio Gabilondo. Eran 9 discos de acetato, bien fuertes, que escuchábamos en nuestro tocadiscos o “picó” marca Grundig, de este aparato hablaré de nuevo en la reseña de 1971.

Los buses
Es interesante ver el esfuerzo que hacíamos nosotros, nuestros padres y profesores con las jornadas de doble turno, las clases eran de 7:00 am a 11:30 am y de 1:30 pm a 4:30 pm, con un recreo a mitad de cada turno. Eran cuatro viajes, dos de ida y dos de vuelta. Al mediodía llegábamos a almorzar y otra vez al colegio. No me acuerdo cuántos eran, pero por lo menos habían tres buses: el 2, el 3 y el 5. El número dos era uno de esos grandes, clásicos, el tres y el cinco eran más pequeños. En los buses había siempre algún estudiante de cuarto o quinto años (a los cuales me imagino que les pagaban algo) que cuidaban el comportamiento de los más pequeños en el transporte. Dos de los que me acuerdo eran los bachilleres Guanipa, y Domingo Iglesias, este último personaje era muy simpático y con frecuencia cantaba

          Salí del pueblo pa’ ver las fiestas,
          la Lola Flores y el Cordobés.
          Iba contento con mi ‘biscuter’
          y mi carnet de la conducción.
          Había un peligro en la carretera
          no me importaba porque era yo.
          En una curva me tragué un burro
          sin luces rojas de situación
2.

Yo iba tranquilo en el bus porque siempre me quedaba dormido entre tantas vueltas, aunque una vez Guanipa me castigó con 50 líneas de No debo dormir en el bus, hice las planas, pero me seguí durmiendo, era inevitable. Los autobuses eran verdes y debidamente rotulados con el nombre del colegio y el necesario HH. Maristas.  Por aquellos años cada colegio grande tenía sus propios buses con sus propios colores, de manera que uno sabía qué bus era el del San Vicente, el del San Francisco de Asís, el del Gonzaga, etc., dato este muy importante para la época de carnaval, cuando los muchachos nos escondíamos en casa de alguno de nuestros compañeros a esperar que pasaran los buses de colegios de niñas para lanzarle “bombas de agua” o “vejigas” como eran más conocidas, pero a veces no importaba si era de niñas o niños, nuestro bus recibió muchas de ellas estando yo allí.

Las metras
Metras, matecitos y bolones
En el recreo jugábamos “bolitas”, como se le decía en Maracaibo, como yo las conocí en Caracas, les decía “metras”, “bolitas” me parecía de mal gusto. El juego metras tenía varias modalidades, una de ellas era “la hueca”, que consistía en una especie de “bolas criollas” donde “la hueca” era como decir el boche. La idea era meter la metra en la hueca, que no era más que un hoyo en el asfalto o en la tierra dura. El hoyo lo hacíamos con una chapita (tapa) de refresco. La hueca tenía sus reglas, por ejemplo al lanzarla, uno de los jugadores podía decir ¡cuatro dedos para atrás! lo que hacía que donde cayera la metra del contrincante, éste debía mover la metra cuatro dedos horizontales hacia atrás. Más extremo era decir ¡cuatro dedos pa’tras, la pata y la yuca!, esto es, además de los cuatro dedos, la distancia de un pie y del codo a la mano. La contra a esto era decir antes de lanzar la metra Tóo, tóo y ná ná, es decir todo lo bueno y nada en contra (todo todo y nada nada). Otra modalidad era colocar unos cartones que se ponían a ras del piso con unos huecos o entradas, sobre las cuales había unos números, por ejemplo 2 y 5. A una distancia de unos 5 metros, el jugador lanzaba la metra y si entraba por la de dos, le devolvían su metra y dos más, si entraba por la de cinco, entonces eran su metra y otras cinco. Si no la metía por ninguna puerta, perdía la metra. Otra variante era el llamado montoncito, donde se colocaban tres metras en triángulo y encima de las tres otra con la que se hacía el montoncito, la distancia desde donde se lanzaba era como de unos diez metros, si el lanzador le acertaba al montoncito se las llevaba todas, si no, la perdía. Por último, había otra modalidad en la que a una distancia razonable, diez metros también, se colocaban dos metras separadas por una pequeña distancia, y el “apostador” decía ¡dos pago diez, una pago cinco!, esto es, si le pegaba a las dos con un solo lanzamiento, el jugador recibía diez metras adicionales, si le pegaba solo a una, entonces recibía cinco, sino lo le pegaba a ninguna, perdía la metra. Por supuesto, las discusiones eran muy frecuentes.

Habían unas metras especiales, que no eran de vidrio transparente, sino blancas con vetas de colores, a estas le decíamos matecitos, eran muy preciados, algunos las cambiaban hasta por diez de las comunes, y algunos ni por nada del mundo. Mi tío Miguel Alcalá me regaló unos matecitos de cuando él era niño, eran como cinco, y fue la verdadera sensación entre mis compañeritos. También habían otras como el triple de grandes que las llamábamos bolones. Quizás todo esto exista aun.

Los de Bonanza en la feria del 66
Feria de La Chinita
La Primera Feria Internacional de La Chinita se realizó en 1966, fue una iniciativa del Sr. César Casas Rincón. Hubo mucha publicidad por estas primeras fiestas citadinas, a la cual fueron invitados algunos artistas de otros países. Lo único que recuerdo es que mi papá nos llevó a ver en los canales de Lago Mar Beach, donde ahora está el conjunto residencial Isla Dorada, a una presentación de esquiadores acrobáticos venidos de Florida (Estados Unidos), logramos colocarnos en excelentes puntos de observación a un lado de los canales, allí vimos las famosas pirámides humanas y demás piruetas típicas de estos espectáculos. Estando concentrados en esto, perdimos la atención al escuchar un bululú en las proximidades, alguien dijo ¡Llegaron los de Bonanza!, nos acercamos y efectivamente estaban algunos de los artistas de la famosa serie de vaqueros, supongo que estaba el que hacía de papá (Lorne Greene) y el 
benjamín de la familia (Michael Landon), pero del que me acuerdo haber visto es a Hoss Cartwright (Dan Blocker), con su extraño sombrero. Por todas partes habían unos colgantes metálicos circulares, como de 20 centímetros de diámetro que en el centro tenían una imagen de la Virgen de Chiquinquirá en un cuadrito de lata dentro del anillo exterior, hasta algunos carritos por puesto los llevaban colgando bajo el espejo retrovisor interno. Cuando estaba en la universidad, a finales de los 70, fue cuando la feria se convirtió en la Feria de los Potes, hablaré de esto en su momento.

El día 15 de noviembre en la noche todo el mundo quedó en vilo con la noticia de que un avión que venía de Caracas no podía aterrizar porque no se le abría el tren de aterrizaje, estuvo casi dos horas dando vueltas y vueltas, algunos decían que era para que se le agotara el combustible y así disminuir el peligro de explosión ya que el plan era aterrizar “de barriga”. La consternación fue general, todo el mundo rezándole a Dios y a La Chinita por la vida de los que venían en la aeronave, hasta que por fin aterrizó y todos se salvaron, para muchos fue un milagro, tanto así que la tripulación y algunos pasajeros hicieron una caminata nocturna por la avenida Delicias hasta la Basílica, donde el capitán Florencio Núñez le colocó sus alas de piloto a la imagen de la Virgen en la tablita (1), creo que aun siguen allí.

Ir a la Basílica en esa época era adentrarse en El Saladillo, lleno de las casas de grandes ventanales, altos techos de tejas, estrechas callecitas, a veces complicadas por el tráfico vehicular. Una vez iba caminando por allí desde la Basílica hacia la Plaza Bolívar con mi papá y de pronto aparece una iglesia grande, parecía no caber en ese espacio tan nutrido de casas, se trataba de la iglesia de Santa Bárbara. Creo que quien no haya tenido esta experiencia no puede entender bien aquella gaita del conjunto El Saladillo de RQ que dice:

          Se disiparon los muros
          que antaño las separaban
          ellas nunca se miraban
          Santa Bárbara y La China
          frente a frente están hoy día
          y desde San Juan de Dios
          podéis rezarle a las dos
          camino a Santa Lucía.

Por cierto, en una de esas callecitas del centro, quizás en la llamada Calle Ciencias, había un museo precisamente de cosas de la naturaleza, tengo que averiguar, porque se que una vez fui, pero mis recuerdos son muy vagos. Cerca del edificio de la Alcaldía estaba la sede de Panorama, siempre me llamaba la atención pasar por esos lugares.

Nuestra nueva casa
El 6 de diciembre de 1966 nos mudamos a nuestra flamante casa de la urbanización Maracaibo, en la Calle 61A. Mi papá le puso como nombre Montalca, por Montero Alcalá. Muy contentos estábamos todos, en ese sector muy pocas casas estaban habitadas. Todo olía a nuevo, a pintura, a cemento. El agua tenía muchísima presión a pesar de venir directamente de la calle, nada de sistemas hidroneumáticos ni tanques. La electricidad venía por cables subterráneos, juegos de cuarto nuevos. La casa tenía tres habitaciones grandes, una era para mis padres, la otra para mi hermana y la otra para mi hermano Jorge José y yo.

Otros eventos de 1966
El 19 de mayo los noticieros de la televisión anunciaron la muerte de Alirio Ugarte Pelayo, fue un abogado e importante político larense. No tenía idea de quién era, pero no se por qué hasta el sol de hoy me acuerdo del impacto que tuvo en mi su trágica muerte (suicidio), quizás porque me resulta un poco extraño su nombre.

Ese mismo año estuve en las clases de catecismo, participé en algunas reuniones de la Legión de María, que se hacían los sábados por la mañana, y el 8 de mayo hice la Primera Comunión en el colegio. Contamos con la participación del obispo de Maracaibo Domingo Roa Pérez.

En septiembre, comienzo de tercer grado con el hermano Hilario.



Germán Montero Alcalá
22 de octubre de 2017

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