Primer gran viaje. Lima 1980. Salida - Medellín. 01.

Salida – Medellín

31 de julio de 1980

Muy emocionante emprender un viaje del que tenía mucho tiempo planificando, ¡de la idea al hecho!, todo el mundo tiene muchísimas ideas, eso es parte de la condición humana, pero materializarlas, llevarlas a la realidad es lo difícil, requiere disciplina, constancia, pasión y confianza en sí mismo, como siempre digo: lo que hace a una persona resaltante es su capacidad de llevar a cabo sus ideas.

A las cinco y quince minutos de la tarde por fin nos embarcamos en el primero de una larga serie de vehículos que nos llevarían hasta el lejano Perú. Este tramo fue Maracaibo – San Antonio del Táchira, el pasaje costó Bs 70 por persona (16 USD).
Plymouth Belveder 1966 (Wikipedia)
Salimos desde el terminal de Maracaibo en un carrito por puesto, era un Plymouth Belvedere de 1966, según el chofer tenía una máquina nueva, lo que parecía ser cierto porque le pesaba la pata, como decimos en Maracaibo a los que conducen a altas velocidades. Yo iba sentado al lado del conductor, y en una de esas rectas de la carretera Machiques – Colón, sentí que si los de los extremos sacábamos los brazos por las ventanas, cual alas de jet, tomaríamos vuelo, iba realmente angustiado hasta que vi el velocímetro, este indicaba  110, a bueno, no vamos tan rápido, hasta que me di cuenta que el velocímetro estaba en millas, es decir íbamos casi a 180 kilómetros por hora, tuve que decirle al conductor que por favor bajara un poco la velocidad. Le dio gracia el comentario, pero la bajó.

Llegamos “vivos” a San Antonio del Táchira a la una de la mañana del primero de agosto.



01 de agosto de 1980

El mes de agosto comenzó con nuestro arribo a la fronteriza ciudad de San Antonio, dado que ya eran pasadas la una de la mañana, no valía la pena buscar hospedaje, de manera que nos quedamos cerca del punto de control, el cual nos informaron comenzaba a operar a las 5:00 am. Intentamos esperar cerca del puesto fronterizo de la Guardia Nacional, pero nos dijeron que no estaba permitido estar por allí, de manera que nos instalamos al lado de una caseta telefónica a pocos metros de la alcabala.

A eso de las tres de la madrugada, se nos une un personaje que vestía de manera elegante, pero ridícula, acomodó sus maletones junto a nosotros y nos dice muchachos, voy a esperar aquí con ustedes, así nos hacemos compañía. Al principio desconfiábamos un poco, pero al rato ya estábamos sumergidos en una agradable tertulia. Entre tantas cosas mencionadas nos dijo que iba para Bolivia a tratar unos negocios por allá y nosotros tan ingenuos, le comentamos sobre nuestros planes de ir hasta Perú vía terrestre, nos dice entonces ¡Caramba, deben llevar mucho dinero para semejante viaje!, nos asustamos un poco y resolvimos no contarle a nadie el plan completo, cuando nos pregunten hacia dónde vamos, responderíamos hacia la próxima ciudad y ¿de dónde vienen?, de la ciudad anterior.

 Las cinco de la mañana, la oficina de extranjería abre y nosotros somos los primeros en llegar, no había muchas personas. No habían las estampillas fiscales que se necesitan para pagar el impuesto de salida, 83 bolívares, de manera que no había forma de pagarlo, el funcionario entonces escribe en el pasaporte Debe el impuesto de salida, y nos dice lo pagan cuando entren nuevamente muchachos. ¡Suerte! ¡Nos ahorramos 83 bolos!.

 A las cinco y media ya estábamos en el lado colombiano, el próximo destino era Cúcuta, vimos un autobús casi vacío que iba para esa ciudad y le pedimos “la cola” al chofer, el cual accedió, fuimos gratis, pero al final tuvimos que darle una propina de “un fuerte” (5 bolívares) por los tres.

Llegamos a la estación terminal de Cúcuta (el más feo y de peor aspecto de los que jamás había estado) a las cinco de la mañana, hora de Colombia, en Venezuela ya eran las 6 am. Desayunamos en el lugar, unas galletas y un jugo de naranja. Cambiamos preventivamente 500 bolívares, ya que la tasa cambiaria allí era bastante buena. De allí tomamos un taxi para el aeropuerto.


 Nuestro afán por llegar temprano al aeropuerto era porque aunque habíamos hecho la reservación en Avianca para el vuelo hasta Medellín, no lo habíamos pagado, y esto porque nos habían dicho que líneas como Aeropesca y Aerotal eran más baratas, pero no tenían servicio de reservación. Cuando llegamos al aeropuerto todas las oficinas estaban cerradas, la primera en abrir fue Avianca, pero no nos atrevíamos a preguntar esperando por Aeropesca y Aerotal. A las 8:30 am seguían cerradas las competidoras de Avianca, comenzamos a preocuparnos, y la decisión fue comprar el pasaje en esta última maguer fuera más costoso el pasaje, total, nos habíamos ahorrado los 83 bolívares del impuesto de salida. El pasaje nos costó 2335 pesos colombianos, que al cambio de 10,45 por bolívar nos salió a Bs 219 (51 dólares). El avión salía a las 10:15 am, pero un funcionario de la línea SAM, que al parecer es lo mismo que Avianca, nos convenció de cambiarnos al vuelo de esa aerolínea que salía a las 9:30 am en un avión igual, un Boeing 727.

 Sin ningún contratiempo ni hecho relevante que comentar, llegamos a la capital de Antioquia, Medellín, a las 10:30 am. Gratamente nos sorprendió el aeropuerto, por su orden, limpieza y especialmente por su jardinería.

José Manuel y yo teníamos como equipaje un morral para cada uno, lo que nos permitía mayor movilidad, Gesualdo tenía un maleta pequeña. Ya con nuestras cosas nos dirigimos a la oficina de turismo, donde una señorita muy amablemente nos atendió, nos dio información general sobre la ciudad, folletos, mapas y hasta nos hizo una reservación de hotel, previamente consultado con ella. El hotel se llamaba Cannes, estaba en el centro de la ciudad a un precio bastante módico, 570 pesos por los tres (12 dólares). Después de habernos instalado en el hotel, revisamos la habitación, nos pareció buena, y por el ansia de conocer, nos refrescamos un poco y salimos a ver los alrededores.

Encontramos otra oficina de turismo, uno de los empleados hasta salió con nosotros a mostrarnos algunos edificios y plazas cercanas, ¡qué amabilidad y actitud servicial!, ¡muy bien!, dudo que en nuestro país haya algo semejante aun en 1980. Almorzamos, seguimos caminando de un lado a otro y a las seis de la tarde regresamos al hotel, estábamos en alto molimiento, no aguantábamos más el cansancio. Ya bañaditos, nos pusimos a calcular cuánto había gastado cada quien, esto se convertiría en nuestro principal pasatiempo en las noches en los hoteles. Así fue nuestro primer día de viaje, 36 horas sin dormir.

                                     Fin Salida - Medellín. 01.

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